No pensaba hacerlo, pero he decidido darle una segunda oportunidad a Jared Hess después de la triste decepción que supuso Napoleon Dynamite. Aunque no me sedujo, le vi buen fondo y no lo puse en mi lista negra. La candorosa e ingenua visión del mundo que se destila a través de sus ridículos personajes me pareció interesante, aunque merecía un mejor encauzamiento.
Con tales expectativas me senté a ver Super Nacho. Sabía que iba a ver una tontería, pero convencido de que tendría un poco más de picante que Napoleon. Pero no. Me quedé igual que con aquella: una película que te hace cierta gracia por el grado de ridiculez que llega a alcanzar, que presenta a un estrafalario personaje queriendo ser alguien en el mundo y que, a fin de cuentas, termina por no ofrecer nada que merezca recordarse. La película te cae bien por su tono inocente, su total falta de pretenciosidad y su humildad congénita, pero precisamente esas virtudes son también sus principales defectos. Es muy poca cosa, en dos palabras.
Nuevamente, Jared Hess me deja a medio gas. No sé si seré capaz de atreverme con su siguiente película. Tal vez la vea por curiosidad, pero no esperaré nada más allá de lo que ya he visto. A ver si así consigue sorprenderme... y convencerme.