De nuevo, Paul Greengrass se alía con Matt Damon para entregarnos un nuevo thriller de ritmo frenético. Pero, ojo, esto no es Bourne. Esto se acerca más a United 93, en lo que se refiere a sacarle los colores a los Estados Unidos más recientes. Puede que la acción y la trama se acerquen a Bourne, pero, además, se ha sumado a ella la intención crítica. Mejor que mejor.
Green Zone cuenta la historia de Roy Miller, un alferez del ejército americano que dirige a su pelotón en difíciles misiones en la recién comenzada guerra de Irak (2003). Tras tres misiones donde han ido a buscar armas de destrucción masiva y no han encontrado nada, Miller comienza a dudar de la veracidad de la información que recibe. Poco a poco, tirando de la manta, Miller irá descubriendo la gran mentira de su gobierno y decidirá actuar por su cuenta para destapar toda la verdad.
Si Green Zone me parece un excelente thriller es porque desarrolla una buena historia en la que la acción no irrumpe de manera forzada ni gratuita. Greengrass adereza la acción con una buena historia, o viceversa, ofreciendo al espectador un espectáculo que te acelera el corazón y la mente a la misma vez. La ambientación y el movimiento de cámara de Greengrass hacen que el realismo sea casi palpable con los dedos. Y todo ello, repito, con un gran guión que hace diana en las vergüenzas de tan infame guerra.
Doble satisfacción la que ofrece Green Zone. Para los amantes del cine de acción, una película de ritmo vertiginoso rodada con mucha efectividad. Para quienes quieran conocer los entresijos del conflicto iraquí, Green Zone tiene muchas de las claves, convirtiéndose -cosa rara- en una película de acción comprometida con lo que está contando.