Otra traca de esas que nunca falta en Hollywood, la del grupo de personas en situación límite que, ni por asomo, van a dejarse hundir por las circunstancias, porque ellos son más chulos que nadie y por un simple accidente de avión en medio del desierto ¿se van a alterar? Para qué, construyen otro y ya está. Cuanto peor está la cosa, pues ellos más bromas se gastan, más chistes se cuentan.
Cómo no, el grupo es de encefalograma plano, amén de ser irritantes a más no poder (no lo digo por nadie, Ribisi); entre ellos tenemos al capitán América, al mexicano enamorado, al alto ejecutivo (pobre Hugh Laurie, es decir House), al filósofo, al honrado padre de familia que sólo quiere volver con su mujer y sus hijas, al negro rapero superduro, al bicho raro que resulta ser un supergenio, etc. No falta ni uno.
En fin, nada nuevo bajo el sol. Película sin sorpresa, con un vacío tremendo, sobre todo en su parte media, y un final típico de las americanadas, de esas grandes historias de superación personal (si no repiten en la peli veinte veces lo de que hay que tener "esperanzas y sueños" no lo dicen ni una). Verla supone perder 105 minutos valiosísimos.