Un método peligroso puede ser otra oportunidad para que los detractores de Cronenberg vuelvan a criticar el "academicismo" o "convencionalismo" de sus últimas películas. Menuda estupidez, pienso yo. Cronenberg puede que haya derivado hacia un estilo más accesible, tal vez no sea tan radical como antes en la forma, pero pocos directores son tan coherentes como él en cuanto a temas e inquietudes.
Un método peligroso, con guión de Christopher Hampton, no deja de ser una nueva incursión de Cronenberg en los dudosos límites de lo irracional, de lo sexual y de las perversiones. En este caso, lo que Cronenberg quiere explorar es la teorización de esos temas. Y cómo no, para ello hay que hablar de Freud. Si lo pensamos, Un método peligroso parece una película casi inevitable dentro de la filmografía del director canadiense. Quien haya seguido a Cronenberg durante estos años, estará de acuerdo conmigo en que Un método peligroso es un nuevo hito en su cine, pleno de coherencia y sentido.
Un método peligroso no sería nada sin las prodigiosas interpretaciones de su trío actoral. Michael Fassbender, como Jung, derrocha solidez, carisma y contención. Keira Knightley arriesga como nunca y aunque pueda pecar por exceso, creo que está increíble. Y hacia Viggo Mortensen no puedo más que mostrar otra vez mi admiración, y me parecería una injusticia que no se le diera el Globo de Oro (y después el Oscar).
Estamos ante un nuevo éxito -para mí, indiscutible- de Cronenberg. Posiblemente se le pueda achacar su reticencia a emocionar demasiado al espectador. Pero, señores, estamos teorizando. Estamos hablando de psicoanálisis.
Por lo demás, es perfecta.