En las obras de Agatha Christie hay unos elementos en común que enganchan tanto al lector, si es el caso de las novela, como al espectador, si es en la versión cinematográfica, el misterio y la intriga, pues, conforme va desarrollándose la trama, las hipótesis mentales que tu te has ido haciendo sobre quién ha cometido el crimen se desmoronan, porque resulta que nadie es como tu creías que era y al final todo se resuelve de manera inesperada y sorprendente. Y esta pelígula del gran Billy Wilder es un excelente ejemplo de ello, al conseguir desconcertarte su historia y, sobre todo sus personajes: ya que por un lado nos encontramos con el abogado sir Wilfred Robarts, defensor de la justicia a untranza y con muchos juicios a sus espaldas, por otro a Leonard Vole, acusado de acabar con la vida de una viuda con la que mantenía una cordial relación (manteniendo él firmemente su presunta inocencia), y, en tercer lugar, a Cristine Helm, la esposa de Vole, una mujer inquietante y que no se sabe muy bien qué pensar de ella. ¿Quién conseguirá hacer aflorar la verdad y hacer justicia en este caso de asesinato?...
Un coctail de suspense perfectamente complementado con una impecable dirección, una buena cinematografía y unas interpretaciones de primera de la mano de un reparto de lujo, especialmente la de Marlene Dietrich, demostrando mejor que en ninguna otra película suya que yo haya visto que, además de ser una estrella y una presencia de la pantalla, también era una muy buena actriz capaz de hacer papeles de marcado dramatismo (como puede verse perfectamente en las escenas fianles del juicio). No dejen de verla.