Imagina que eres Agustí Vila y ves 'Visitor Q', 'La Pianista' o 'Canino' y después te dices eso de "pues yo también quiero!".

Pero hay un problema. Las has visto, pero mal. Te quedas sólo con lo superficial de la estridencia, con lo molón que parece eso de rodar escenas teóricamente ásperas y envolverlas con un tono distante y frío para que el humor negro se de la mano con el sadismo y, por retorcido, quede un conjunto tan sumamente perverso que deja al director como un artista superior capaz de crear potentes experiencias que pueden sobrepasar el aguante del pobre espectador.
Lo demás (la parte crítica o el romper tabús para poner en evidencia ciertos prejuicios absurdos), sencillamente se te escapa o lo ignoras y por eso queda algo como 'La Mosquitera', un producto que sólo es provocador para gentes de ánimos frágiles. Ideal si no has podido con películas como 'Anticristo', 'Blindness' o 'Saló'.

Porque, a banda de un par de escenas puntuales (el momento masturbación/perro merodeando y la posterior confusión de habitación), no se alcanza a incomodar tanto como se desea. Vamos a pensarlo bien. La diferencia de edad o de clase social, ver a alguien comer directamente del plato u obligar a la niña a tomarse el heladito no son cosas que puedan pasar por perturbadoras. Y otros momentos más duros como el del chute o las muertes de ciertos animales sólo te erizan los pelos si te has pasado la vida viendo dramas de época producidos por la BBC. Por lo tanto, a nivel escénico, esta versión doméstica de 'Canino' queda muy, muy descafeinada. No es que sea un producto remilgado y conservador, pero tampoco deja la sensación que, para los tiempos que corren, sea tan atrevida como lo que busca ni que ese puñado de escenas sean un reflejo particularmente corrosivo en el que, al verlo, uno debiera inquietarse. Todo se limita a creo unos personajes y soy un poco travieso con ellos. No hay más donde rascar.

Para empeorarlo todo, pinta como que, en el plano estético, al servirse de los planos fijos, se desea emular a Haneke o a Seidl. El fallo ahí es que ni se tiene tan buen ojo para colocar la cámara ni tampoco hay arrojo suficiente para llevar las cosas al extremo. Cuando en una escena suceden dos hechos un poco truculentos o resulta un poco larga, Vila no tiene problema alguno en cortar y seguir en otro plano y eso es un poco chapucero. En cuanto a las actuaciones... demasiado académicas. No le hubiera venido mal prolongar los tiempos para captar los gestos vacíos y crear esa noción de realidad que tanto se echa en falta durnate la película.

Me recuerda a Sting cuando quiso ir de punk.