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Voto de Javialacarga:
4
5,1
3.059
Comedia
Bud Johnson (Kevin Costner) es un apático y juerguista cuarentón. Lo más valioso de su mediocre vida es su brillante hija Molly (Madeline Carroll) que, con sólo doce años, introducirá, sin querer, a su padre en la vida política. (FILMAFFINITY)
17 de noviembre de 2008
50 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se podría decir que mientras que existen películas que tratan de mantener una visión crítica con el sistema, hay otras que adoptan una forma aparentemente crítica pero que en el fondo se limitan a colocar el viejo orden bajo un nuevo disfraz. Ésta entra, en mi opinión, en el segundo grupo, y, lo pretendiese o no, acaba resultado un producto considerablemente reaccionario, burdo e inmovilista (aunque se publicite como lo contrario).
En un momento en que el presidente de EEUU vive un momento histórico de impopularidad, El último voto es una película destinada a encauzar el descontento generalizado de la sociedad con respecto a la política, fingiendo que lo que ofrece el guion ("se responsable: vota") representa de hecho una alternativa para mejorar el mundo. Y pese a que seguramente no faltarán quienes salgan del cine con la sensación de que la película realmente invita a la reflexión o a tomar parte activa en la política, El último voto es en realidad un panfleto diseñado para convencer a la gente de que la alternancia entre los dos macropartidos representa una elección real, aun cuando ambos están financiados por el mismo tejido empresarial. Para ello, la película presenta un mundo de colorines y nubes de algodón en el que la política se mueve no al ritmo de los intereses económicos invisibles para el votante de a pie, sino al ritmo de los deseos de cada uno de esos votantes, con lo que es perfectamente posible que éstos, con la sencilla opción de votar demócrata o republicano, puedan crear un gobierno a la medida y enfocado a ayudar a los pobres, los enfermos, los oprimidos, etc.
Dejando de lado que la película sí que critica algunos aspectos de la política, como la falta de escrúpulos de los candidatos a la hora de decir una cosa o la contraria según convenga, la sensación final es la de que esos aspectos son secundarios, y que en el fondo el director quiere transmitir una fe ciega y absoluta en el sistema, para lo que se incluyen toda suerte de discursos demagógicos, e incluso se hace que los personajes de los candidatos a la presidencia acaben renegando de sus directores de campaña para recuperar la honestidad perdida (en un par de escenas de memorable inverosimilitud).
La película también respalda todos los dogmas básicos de la democracia estadounidense: el bipartidismo (durante la película apenas se insinua la existencia de cualquier otra opción política aparte de los demócratas y los republicanos), las campañas políticas que se centran en los candidatos casi por encima de los partidos (como si las decisiones fundamentales dependiesen de ellos y no de todo el aparato que tienen detrás), etc. Y esto último es lo peor. Se nos intenta decir que un presidente es solo un gestor, un hombre de gran valía profesional de cuya sabiduría y templanza va a depender el rumbo que tome el país, pero como si detrás de la cara que aparece en el póster electoral no hubiese nada.
En un momento en que el presidente de EEUU vive un momento histórico de impopularidad, El último voto es una película destinada a encauzar el descontento generalizado de la sociedad con respecto a la política, fingiendo que lo que ofrece el guion ("se responsable: vota") representa de hecho una alternativa para mejorar el mundo. Y pese a que seguramente no faltarán quienes salgan del cine con la sensación de que la película realmente invita a la reflexión o a tomar parte activa en la política, El último voto es en realidad un panfleto diseñado para convencer a la gente de que la alternancia entre los dos macropartidos representa una elección real, aun cuando ambos están financiados por el mismo tejido empresarial. Para ello, la película presenta un mundo de colorines y nubes de algodón en el que la política se mueve no al ritmo de los intereses económicos invisibles para el votante de a pie, sino al ritmo de los deseos de cada uno de esos votantes, con lo que es perfectamente posible que éstos, con la sencilla opción de votar demócrata o republicano, puedan crear un gobierno a la medida y enfocado a ayudar a los pobres, los enfermos, los oprimidos, etc.
Dejando de lado que la película sí que critica algunos aspectos de la política, como la falta de escrúpulos de los candidatos a la hora de decir una cosa o la contraria según convenga, la sensación final es la de que esos aspectos son secundarios, y que en el fondo el director quiere transmitir una fe ciega y absoluta en el sistema, para lo que se incluyen toda suerte de discursos demagógicos, e incluso se hace que los personajes de los candidatos a la presidencia acaben renegando de sus directores de campaña para recuperar la honestidad perdida (en un par de escenas de memorable inverosimilitud).
La película también respalda todos los dogmas básicos de la democracia estadounidense: el bipartidismo (durante la película apenas se insinua la existencia de cualquier otra opción política aparte de los demócratas y los republicanos), las campañas políticas que se centran en los candidatos casi por encima de los partidos (como si las decisiones fundamentales dependiesen de ellos y no de todo el aparato que tienen detrás), etc. Y esto último es lo peor. Se nos intenta decir que un presidente es solo un gestor, un hombre de gran valía profesional de cuya sabiduría y templanza va a depender el rumbo que tome el país, pero como si detrás de la cara que aparece en el póster electoral no hubiese nada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La perversidad de la película llega a su punto álgido en el debate final. En ese momento ya nos han negado la existencia de diferentes opciones políticas (la contraposición es realmente entre "personas", no entre ideologías o programas), nos han convencido (¡pese a todo!) de que es importantísimo votar a uno de los dos (pero no a cualquier otra opción política alternativa), y entonces llega la pregunta incómoda de un padre de familia que no entiende cómo es posible que en el país más rico del mundo haya tantos pobres. El problema es el siguiente: ¿qué podría contestar ese presidente de ficción (o de fantasía, debería decir) a esa pregunta? Si estamos obviando la política de cada partido, o los intereses económicos, como si diese igual qué candidato ganase con tal de que fuera un trabajador eficiente ¿qué podrían responder a la pregunta? ¿qué fórmula mágica podrían darle a ese padre de familia?. Pues veamos cuál es la respuesta que nos da la película: el candidato se dispone a hablar, la música aumenta de volumen, la cámara se eleva...se eleva...
...se eleva...
...se eleva...
FIN
Corolario: No olvides votar.
...se eleva...
...se eleva...
FIN
Corolario: No olvides votar.