"A star is born" es mucho más que un remake. Se aparta de la presunción, del patrón sistemático y de la comparación ordinaria. Hay algo en esta película que tiene vida propia, como si un clásico hubiera concebido otro, instantáneamente.
Hay una química orgánica e indisoluble entre sus protagonistas. Lady Gaga y Bradley -o Ally y Jack, como prefieran-, disputan un duelo interpretativo sin alardes ni pretensiones. Todo fluye con una naturalidad plácida. Nada queda en la superficie.
Es un musical impetuoso, un drama rompedor, una profunda historia de amor.
Esta es la película perfecta de un Hollywood a veces denostado y sobrevalorado. Es la película que lo redime.
Guarda su as bajo la manga. Atesora la magia, la espectacularidad y el conmovedor argumento. Es la película que Hollywood merece. Pero trasciende sus satélites, sus prejuicios y sus carteles de neón.
"A star is born" es lo suficientemente poderosa como para quedar en la historia, como dos estrellas que nacen una otra y otra vez en su propio cielo.