Según Levi-Strauss, miles de años atrás, cuando el ser humano era aún cazador-recolector nómade reunido en pequeños clanes que más tarde -al pasar a la agricultura- se convirtieron en tribus sedentarias, la única ley "exclusivamente humana" con que contaban, era la prohibición al incesto. Así, hasta que los judíos separaron las leyes de la naturaleza de las conceptuales y escritas, atribuídas a un Dios único y omnipresente. Según Hegel (Lecciones de historia de la filosofía universal), es como con su singular concepción monoteísta y la creación de una escala de valores culturales, los hebreos fundaron la historia y el derecho; además de la propiedad privada. De allí en más, la ley era para todos, no para "el más fuerte". Sin embargo, ello no derrumbó la subjetividad, las pasiones ni las alianzas supra legales, pero las escindió en dos partes contradictorias e irreconciliables: el bien y el mal. Lo legal y lo ilegal. Y esto es lo que por sobre todo lo demás se trata y se ve en esta magnífica serie, que cuenta con una actuación descollante y maestra de Kate Winslet.
Lo que se presenta aquí, es el conflicto entre ley, Estado y alianzas interpersonales, a través de pactos de silencio y complicidad. A tal punto que en los países herederos del derecho romano, hoy por hoy sigue vigente la excepción de confesión verdadera de imputados y vínculos de primer grado (padres, hijos, hermanos y cónyuges) a lo que se le llama estar "dentro de las generales de ley"; aunque no así en el derecho secular de países protestantes, donde no confesar la verdad conocida es punible. Y todo ello enmarcado en una compleja y angustiante historia, situada en ese misterioso ámbito bautizado popularmente "pueblo chico infierno grande", donde casi todos se conocen y/o tienen relaciones de parentezco, vínculos políticos o afectivos entre sí.
En cambio para la investigadora policial Mare (Winslet), la ley y el cumplimiento del deber están por sobre todo lo demás: "caiga quien caiga, y cueste lo que cueste". Y "los demás" se lo hacen sentir, aún cuando estén supeditados al monopolio de la fuerza pública estatal.

Ya decía Flaubert sobre la estructura narrativa de la novela, que básicamente es "demorarse con amor". Y quizás el único defecto que se le puede enrostrar a la serie, sea abusar de esto en los últimos episodios, corriéndose de la trama policíaca a una tragedia de enredos amorosos, algunos sanos y muchos patológicos. Aunque también es cierto que con ello, expone el grado de decadencia mayúsculo en que se encuentra la sociedad norteamericana -y la cultura occidental-: individualista, consumista, hedonista, fetichista, adicta, insatisfactoria, nihilista, explotadora y cruel. Una fábrica perversa de infelicidad individual y colectiva. Y a causa de esto, la extensión de la serie pierde algo de ritmo; pero amplia la temática, enriqueciéndola.
En síntesis, "Mare of Easttown" es un producto cinematográfico de altísimo vuelo dramático y metafísico, que merece recomendarse a quienes estén dispuestos a enfrentarse con una demoledora mirada sobre esta contemporánea forma de vida. Y muerte...