La visión del futuro que nos da Terry Gilliam en Brazil en 1985 ya está aquí.
Un mundo impersonal, dominado por una burocracia tenebrosa que se escuda en una difusa amenaza terrorista para tener un poder casi omnipotente con el que someter a sus ciudadanos. En este mundo o se está dentro del sistema o no se está, y el secuestro y la tortura por parte del Estado son comunmente aceptados, lo mismo que la sucesión de diversos atentados terroristas que forman parte de la vida cotidiana.
Teniendo en cuenta el brillante análisis de esa sociedad futura que hace Gilliam, resulta aún más decepcionante el conjunto de la película, con un guión difuso, a ratos brillante, pero más frecuentamente poco inspirado y en ocasiones casi pueril (toda la historia de amor y las ensoñaciones del protagonista), de modo que la película se hace terriblemente larga y donde nada parece avanzar en una historia que (este espectador se lo temía) no llega a ningún lado.