Una historia que aborda los riesgos de la ambición y la lujuria "adornado" por la guerra como trasfondo y a su vez como elemento que disturba la rutina. De no ser por la guerra ninguno de los acontecimientos se hubiera dado, es esa avalancha de miedos y presiones que supone la guerra, la que desata y da rienda suelta a los deseos de nuestros protagonistas -varones-.

Sirve además como crudo retrato de los tiempos de guerra a pesar de no mostrar escenas bélicas ya que sólo conocemos a uno de los ejércitos. Lo que no me queda claro es porque uno de los protagonistas que quiere ser samurái se alista con el ejército invasor???

El relato de Mizoguchi no deja muy bien parado al género de la flecha. En esta película los hombres son unos idiotas egoístas y sus mujeres terminan pagando por ello. Por un lado un hombre que deja todo por ser samurái termina abandonando a su mujer y dejándola a la voluntad del viento. Y por el otro un hombre que se deja llevar por la lujuria y termina enrollado con un fantasma y por ende abandonando a su mujer e hijo. Podemos justificarlos diciendo que ellos querían lo mejor para su familia, o que pretendían más respeto y prestigio; pero en el fondo fueron decisiones egoístas desde el momento en que las tomaron sin consultar a nadie.

Cinematográficamente hablando hay que destacar lo bien que conjuga el director los elementos fantásticos con los reales. Jamás chirrian esos aires de fantasía que incluso generan una atmósfera atrapante a la cual entras con la misma curiosidad que Mori.

Mizoguchi logra algunos planos dignos de encuadre. Mi preferido es ese en el río cuando la canoa sale de entre la niebla con Mito remando y cantando.

Yo y este cine no somos compatibles pero siento que de a poco me está conquistando. Lento y de a poco como el zapallo dijera Hanglin.

Lo mejor: la dirección y la fotografía.
Lo peor: el exceso de amor de las mujeres que terminan perdonando a sus hombres o dejando que los errores de estos las condenen.