Para todos aquellos que dicen que no tiene pies ni cabeza. Que es un absurdo. Que no hay por donde cogerla...
Quizá deberían revisar cuándo se les pudrió la imaginación. Cuándo dejaron de soñar y, si aún siguen haciéndolo, tomarse un momento para recordar cómo son la mayoría de esos estados oníricos.
Si, todos hemos soñado alguna vez que caíamos por un balcón y justo antes de pegarnos el castañazo padre, hemos levantado el vuelo y súbitamente nos hemos encontrado hablando con un alienígena en su platillo volante camino a Algeciras... Eso es imaginación, señoras y señores, y es esa capacidad surrealista y maravillosamente ilógica lo que hace de los sueños algo maravilloso.
Este espléndido filme es uno de los mejores ejemplos de lo que debería ser un sueño, pues nada es lo que pueda parecer ser pero es. Un sueño hecho pesadilla para volver a ser sueño.
Afortunadamente hay gente como yo, que viendo esta cinta, sabe encontrar la lógica a lo irracional y puede permitirse divertir a su mente sin necesidad de estar durmiendo, pues es un gran sustituto de esos mundos que, los que tenemos una mente viva, podemos ir cuando los ojos se esconden tras los párpados.

Esos 75 minutos de magia son a la vez una locura, sí, pero precísamente es por lo que la considero una obra de arte.