Cometió dos errores

Produce cierta tristeza observar la frecuencia con que se critica una película, no como tal, sino partiendo de posturas y preferencias políticas. Y en este película, la mayor parte de las críticas que recibe están realizadas calibrando si los nazis, los judíos o los soviéticos son tratados como quisiera que se les tratase. O hasta basándose en afinidades con los palestinos o israelíes de los tiempos presentes.

Ateniéndose a Resistencia como película llana y simple parece un producto un tanto desigual. Técnicamente es buena, son buenas igualmente la fotografía y la interpretación de la mayor parte de los intérpretes. Sin embargo comete quizá dos errores fundamentales.

El primero y más apreciable es la duración de la película. Una duración que quizá fuese explicable si toda la narración confluyera hacia un final que coronara la película. Pero no es así, sino que todo se disuelve en una voz en off final. Muchas veces los directores olvidan que una larga duración es un “tour de force” que únicamente está justificado por un nivel adecuado de excelencia. En ocasiones este exceso no es tan arriesgado cuando en la película se alternan tiempos distintos, escenarios diferencies, personajes cambiantes. Pero no es el caso de Resistencia.

El segundo error es quizá el tratar como película de guerra a una película que narra la vida de resistentes, partisanos o simples huidos, es decir una película no tanto de soldados en lucha, como de una comunidad en busca de su supervivencia. Y así se puede ver a un grupo social, sumamente interesante, cuyos problemas reales, cotidianos y diarios, desaparecen. Los de aprovisionamiento desaparecen. Un grupo de huidos cuya obsesión debe ser no ser descubiertos no se priva de hacer ruido, generar humo o entrenarse a disparar con fuego real. En todo caso parece que el bosque siempre está lleno de gente.

Este esquematismo conduce a una “película sin heridos”. Se nos ofrece una imagen de una masa de personas que sin descanso alguno es atacada, ataca, vuelve a huir, es atacada de nuevo, vuelve a atacar.... Total: que hay que prescindir de los heridos, sean judíos o alemanes. Hasta de entierros. Esa simplificación, pasable en una película de indios en los albores del color, determina que el sentido común padezca. La realidad del poblado –o dos poblados- que construyeron el grupo dirigido por los hermanos Bielski parece que era muy distinta de la que ofrece la película

El resultado de esos dos errores arruina la película. Tras un buen comienzo que engancha al espectador, éste comienza a percibir alguna superficialidad en el tratamiento de los hechos, y cuando este sentimiento se alarga más allá de un metraje prudente llega el cansancio. El espectador comienza a temer el desencanto final y éste, naturalmente, llega. Suele suceder cuando llega ese temor.

Una película entretenida y cuidada en la forma que podría haber entretenido mucho más.