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España España · Córdoba
Voto de poverello:
7
7,5
499
Documental Galicia, España. El 24 de julio de 2013, el tren Alvia 04155 descarrilaba a la entrada de Santiago de Compostela y dejaba 81 fallecidos y más de 140 heridos. La verdad oficial señala como único responsable al maquinista. Pero una tragedia nunca tiene una sola causa... ¿Qué hay detrás del accidente ferroviario más grave de la democracia española? (FILMAFFINITY)
6 de octubre de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque no es fácil elegir el documental que más asco me ha hecho sentir de formar parte de la raza humana, pues muchos hay, no puedo evitar recordar una vez y otra “The Cove” (2009), sobre la matanza anual de delfines en el Parque Nacional de Taiji, Japón. Como por norma, soy bastante vehemente con los EE.UU., en este caso podría sacar casi una lista interminable de los que defenestran su imperio, aunque podría elegir con el entusiasmo de la vergüenza “Hearts and Minds” (1974), que retrata los efectos de la invasión en Vietnam. Hoy, por suerte o por desgracia, me toca compartir mi más profunda repugnancia hacia este país de caudillos y dictadores tras ver (y sufrir) el documental “Frankenstein 04155”, del director gallego Aitor Rei.

Frankenstein era el apodo que, en los círculos ferroviarios, le pusieron al malogrado Alvia 04155 que descarrilara en la tristemente famosa curva de A Grandeira en Angrois, causando 80 muertos (78 según la policía científica) y 145 heridos. Al final, como en el Yak-42, en el Spanair o en el metro de Valencia, el culpable era el maquinista o el piloto. Se depuraron todas las posibles responsabilidades políticas.

Y es que, lo más terrible y dramático del documental de Rei, no es ver de corrido y machacaditas todas y cada una de las irregularidades y parches a nivel de seguridad que se llevaron a cabo para poner en funcionamiento el AVE rumbo a Galicia con la premura que dan unas elecciones, ni los lloros, ni la impotencia de las víctimas, ni las mentiras de los de siempre, ni la impunidad. Lo terrible y dramático del filme lo resume el padre de una de las víctimas, con una lucidez cristalina, mientras recordaba las palabras ejecutadas como una sentencia por José Blanco, entonces Ministro de Fomento, ante las cámaras de televisión.
“No me arrepiento de nada”.
Uno de los máximos responsables de que sobreviniera la tragedia muestra en abierto, delante de todo el planeta la misma conciencia que un colín.

Puede que esté muy equivocado, pero la conciencia no es como un juego de llaves: no se puede perder, se tiene o no se tiene, aunque sólo se perciba cuando te ves obligado a usarla. Y no conozco a nadie con conciencia que haya sido capaz de engañarla.

Tal por eso, Feijóo, volverá a ganar las elecciones en Galicia, porque como no hay conciencia no hay memoria, porque fue él mismo quien se inventó un homenaje a las víctimas un año después y luego, cuando la mayoría de ellas se negaron a aceptar una puta medalla en vez de que les dieran una Comisión de Investigación independiente, les impidió la entrada al acto (a ellas y a sus protestas) con una hilera de policías y antidisturbios. ¿Cómo una persona puede no sentir vergüenza de sí misma por un acto tan vil? Porque no tiene conciencia y porque la escala de valores de esta democracia de títeres (de fácil contagio a buena parte de la población) consiste meramente en mirarse el ombligo.
poverello
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