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Voto de Chris Jiménez:
8
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6,0
33.091
Fantástico. Terror. Ciencia ficción. Thriller
Los habitantes de Seúl observan sorprendidos un extraño objeto que cuelga de un puente sobre el río Han. El objeto es, en realidad, una monstruosa criatura mutante que al despertar devora a todo aquel que se cruza en su camino. En medio de tanto horror, la criatura mutante rapta a la hija del dueño de un quiosco que vive felizmente a la orilla del río. Mientras el ejército fracasa una y otra vez en sus intentos de destruir al monstruo, ... [+]
26 de abril de 2017
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Con una extensión de más de 400 km., el río Han es uno de los lugares más espectaculares de Seúl y una visita obligatoria para todos los turistas...sin embargo algo aterrador va a surgir de sus aguas, una amenaza producto para la que nadie está preparado.
La capital va a temblar.
Efusivamente laureado estos últimos años por "Okja" y "Snowpiercer", ésta siendo de las más desgarradoras e interesantes de su carrera, el surcoreano Joon-Ho Bong ya estaba sorprendiendo a propios y extraños hace casi dos décadas cuando empezó a obtener un considerable reconocimiento en festivales internacionales gracias al magnífico "thriller" "Memories of Murder", pistoletazo de salida a una filmografía que prometía mucho (y que al final nos lo ha dado todo) y el que le permitió abarcar proyectos de mayor envergadura.
Inspirado en un incidente ocurrido en el 2.000, escribió, junto a Chul-Hyun Baek, una fábula que combinara de forma original una implacable crítica al gobierno y la burocracia de la nación, un drama familiar y el subgénero del "kaiju-eiga", ya explotado en Corea del Sur en anteriores ocasiones (famosas son las aventuras de Yongari). Es de hecho el susodicho incidente real el que inicia la película, que ya promueve su durísimo ataque a los malévolos y desconsiderados EE.UU., cuyo representante (ese viejo y repelente patólogo militar) ordena a su asistente coreano arrojar cientos de botellas de aldehído fórmico a las tranquilas aguas del Han.
El director no oculta sus intenciones y gracias a algunas elipsis temporales que registran el desarrollo de alguna criatura afectada por los productos químicos sabemos que algo horrible va a suceder; mientras el miedo y la incertidumbre crecen conocemos a los protagonistas, quienes son definidos con gran lujo de detalles: esa familia Park a la que nos uniremos hasta el final y con la que compartiremos sufrimiento, desesperación y alegría, cuyos miembros regentan un pequeño establecimiento a orillas del río. Sin más prólogos que ralentice el ritmo, Bong nos presenta en toda su plenitud a la bestia que se dispone a arrasar Seúl.
Se trata de una secuencia que corta la respiración y remueve las entrañas por su brutalidad y frenesí, invitando al pánico, a la huida (detallada en Zona Spoiler), durante la cual Hyun-Seo, la hija del (sumamente) descerebrado pero valiente Gang-Du, es tomada por la criatura; tras este secuestro, que evoca los cuentos de princesas y dragones, el horror se apodera del pueblo y comienza la intromisión de las fuerzas del orden, militares y científicas. El cineasta, como bien pretendía, no tiene piedad, y su visión de esos individuos que ostentan el poder y el control de la sociedad y cuyas acciones hacen más daño a ésta que el propio monstruo se revela demoledora.
Nada más entrar al recinto donde todos los afectados lloran a sus muertos, un doctor engalanado en un sofisticado equipo de seguridad resbala y cae al suelo de forma muy patética. ¿Acaso no están claras las intenciones? De hecho los actos y decisiones de estas gentes, más preocupadas por guardar las apariencias (para lo cual se inventan la existencia de un virus mortal) y el prestigio, serán continuos resbalones que pondrán aún más en peligro a los ciudadanos, subyugando a éstos con su inmenso poder. Así, Bong quebranta los códigos de las tan manidas fábulas de monstruos relegando a un segundo plano a la criatura y radiografiando de cerca el drama humano.
Ese anfibio de aspecto grotesco y diabólica condición, enteramente una bestia surgida de las más sombrías tripas del universo de Lovecraft, guarda con recelo en su guarida a Hyun-Seo, aún viva, pero es en la familia de la niña, compuesta por su padre, su abuelo y sus tíos, alrededor de la cual se desarrolla la tensión, la intriga, el drama y el horror; mientras un sargento norteamericano que luchó contra la criatura es largamente recordado en televisión, a Gang-du (quien le ayudó, para más inri) y los suyos se les trata como proscritos a los que hay que capturar vivos o muertos.
El grado de brutalidad expuesta por el realizador trasciende todos los límites de locura e incomprensión, aunque nunca dejará de tratar estos hechos con un cierto tono mordaz, a veces cómico, de ahí que las maniobras de su guión casi nunca sean descubiertas o previstas, hecho insólito en este tipo de cine; la clave (al contrario que en el "Godzilla" de Emmerich) no reside por completo en el monstruo, sino en la hazaña de los Park, en si lograrán rescatar a Hyun-Seo, quien se esfuerza sobremanera para seguir viviendo, o fracasarán por todos los impedimentos que han de esquivar en su camino.
Una hazaña que el surcoreano decide concluir de manera ciertamente efectista y espectacular (tal cual hizo Spielberg en "Tiburón" tres décadas antes), como si todo se tratase de un divertido guiño que lanza a los fans del género sin importarle sacrificar parte de credibilidad y seriedad en el proceso. A su dominio de la tensión, el ritmo y las atmósferas, desquiciadas y agobiantes, se le unen una fantástica labor de efectos visuales y de fotografía por parte de Hyung-Koo Kim, y las actuaciones (lo más remarcable) de Hee-Bong Byun, Hae-Il Park, la pequeña Ah-Sung Go (impresionante en su papel), Dong-Ho Lee y ese Kang-Ho Song en un personaje irritante y bufonesco con el cual vuelve a demostrar su gran versatilidad como actor.
Su original combinación de géneros y tonos, su arrollador discurso, sus carismáticos personajes, sus sorpresas. Todo ello contribuyó a que "Gwoemul" arrasara en las taquillas del Mundo entero y se le brindasen las más cálidas ovaciones en cada festival en el que aparecía.
Significó el salto definitivo al estrellato que Bong estaba esperando, y también en convertirse en la más taquillera película surcoreana realizada. No hay muchas fábulas con monstruo en el panorama cinematográfico que asusten, entretengan, inquieten y desmoralicen con la misma eficacia.
La capital va a temblar.
Efusivamente laureado estos últimos años por "Okja" y "Snowpiercer", ésta siendo de las más desgarradoras e interesantes de su carrera, el surcoreano Joon-Ho Bong ya estaba sorprendiendo a propios y extraños hace casi dos décadas cuando empezó a obtener un considerable reconocimiento en festivales internacionales gracias al magnífico "thriller" "Memories of Murder", pistoletazo de salida a una filmografía que prometía mucho (y que al final nos lo ha dado todo) y el que le permitió abarcar proyectos de mayor envergadura.
Inspirado en un incidente ocurrido en el 2.000, escribió, junto a Chul-Hyun Baek, una fábula que combinara de forma original una implacable crítica al gobierno y la burocracia de la nación, un drama familiar y el subgénero del "kaiju-eiga", ya explotado en Corea del Sur en anteriores ocasiones (famosas son las aventuras de Yongari). Es de hecho el susodicho incidente real el que inicia la película, que ya promueve su durísimo ataque a los malévolos y desconsiderados EE.UU., cuyo representante (ese viejo y repelente patólogo militar) ordena a su asistente coreano arrojar cientos de botellas de aldehído fórmico a las tranquilas aguas del Han.
El director no oculta sus intenciones y gracias a algunas elipsis temporales que registran el desarrollo de alguna criatura afectada por los productos químicos sabemos que algo horrible va a suceder; mientras el miedo y la incertidumbre crecen conocemos a los protagonistas, quienes son definidos con gran lujo de detalles: esa familia Park a la que nos uniremos hasta el final y con la que compartiremos sufrimiento, desesperación y alegría, cuyos miembros regentan un pequeño establecimiento a orillas del río. Sin más prólogos que ralentice el ritmo, Bong nos presenta en toda su plenitud a la bestia que se dispone a arrasar Seúl.
Se trata de una secuencia que corta la respiración y remueve las entrañas por su brutalidad y frenesí, invitando al pánico, a la huida (detallada en Zona Spoiler), durante la cual Hyun-Seo, la hija del (sumamente) descerebrado pero valiente Gang-Du, es tomada por la criatura; tras este secuestro, que evoca los cuentos de princesas y dragones, el horror se apodera del pueblo y comienza la intromisión de las fuerzas del orden, militares y científicas. El cineasta, como bien pretendía, no tiene piedad, y su visión de esos individuos que ostentan el poder y el control de la sociedad y cuyas acciones hacen más daño a ésta que el propio monstruo se revela demoledora.
Nada más entrar al recinto donde todos los afectados lloran a sus muertos, un doctor engalanado en un sofisticado equipo de seguridad resbala y cae al suelo de forma muy patética. ¿Acaso no están claras las intenciones? De hecho los actos y decisiones de estas gentes, más preocupadas por guardar las apariencias (para lo cual se inventan la existencia de un virus mortal) y el prestigio, serán continuos resbalones que pondrán aún más en peligro a los ciudadanos, subyugando a éstos con su inmenso poder. Así, Bong quebranta los códigos de las tan manidas fábulas de monstruos relegando a un segundo plano a la criatura y radiografiando de cerca el drama humano.
Ese anfibio de aspecto grotesco y diabólica condición, enteramente una bestia surgida de las más sombrías tripas del universo de Lovecraft, guarda con recelo en su guarida a Hyun-Seo, aún viva, pero es en la familia de la niña, compuesta por su padre, su abuelo y sus tíos, alrededor de la cual se desarrolla la tensión, la intriga, el drama y el horror; mientras un sargento norteamericano que luchó contra la criatura es largamente recordado en televisión, a Gang-du (quien le ayudó, para más inri) y los suyos se les trata como proscritos a los que hay que capturar vivos o muertos.
El grado de brutalidad expuesta por el realizador trasciende todos los límites de locura e incomprensión, aunque nunca dejará de tratar estos hechos con un cierto tono mordaz, a veces cómico, de ahí que las maniobras de su guión casi nunca sean descubiertas o previstas, hecho insólito en este tipo de cine; la clave (al contrario que en el "Godzilla" de Emmerich) no reside por completo en el monstruo, sino en la hazaña de los Park, en si lograrán rescatar a Hyun-Seo, quien se esfuerza sobremanera para seguir viviendo, o fracasarán por todos los impedimentos que han de esquivar en su camino.
Una hazaña que el surcoreano decide concluir de manera ciertamente efectista y espectacular (tal cual hizo Spielberg en "Tiburón" tres décadas antes), como si todo se tratase de un divertido guiño que lanza a los fans del género sin importarle sacrificar parte de credibilidad y seriedad en el proceso. A su dominio de la tensión, el ritmo y las atmósferas, desquiciadas y agobiantes, se le unen una fantástica labor de efectos visuales y de fotografía por parte de Hyung-Koo Kim, y las actuaciones (lo más remarcable) de Hee-Bong Byun, Hae-Il Park, la pequeña Ah-Sung Go (impresionante en su papel), Dong-Ho Lee y ese Kang-Ho Song en un personaje irritante y bufonesco con el cual vuelve a demostrar su gran versatilidad como actor.
Su original combinación de géneros y tonos, su arrollador discurso, sus carismáticos personajes, sus sorpresas. Todo ello contribuyó a que "Gwoemul" arrasara en las taquillas del Mundo entero y se le brindasen las más cálidas ovaciones en cada festival en el que aparecía.
Significó el salto definitivo al estrellato que Bong estaba esperando, y también en convertirse en la más taquillera película surcoreana realizada. No hay muchas fábulas con monstruo en el panorama cinematográfico que asusten, entretengan, inquieten y desmoralicen con la misma eficacia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Sí, es cierto, contabilizar las grandes secuencias que pueblan la obra del surcoreano nos haría caer en la desmesura, porque hay muchas, no obstante yo guardo en el recuerdo una muy especial: el primer ataque del monstruo.
La mejor artimaña del cineasta es alargar adrede la tensión a base de momentos que bien pueden llevar drama o humor, pero hay una atmósfera de desasosiego de la que no nos podemos desprender; sabemos que los vertidos han llegado al río, sabemos que hay un animal que está empezando a mutar. Un individuo que se va a suicidar observa el agua desde el puente; es un mal presagio, el de una amenaza inusitada, y así nos avisa de ello. Al presentar cuidadosamente a los personajes y seguir introduciendo humor y costumbrismo, Joon-ho sigue retrasando lo inevitable...
Y es que por mucho que brille el Sol, por muy cristalinas que estén las aguas del Han, por mucha diversión y tranquilidad que haya en la orilla, la inquietud no se disipa, pues seguimos a la espera. De repente, una anomalía en el entorno, que todos observan curiosos; algo cuelga del puente y advierte de que tiene vida al deslizarse y sumergirse. Crece el interés en la gente, la incertidumbre por nuestra parte. Sin trampas ni cartón el director ya ha desvelado, y a plena luz del día, a la criatura de su fábula, esperando poco menos de doce minutos, sin seguir acumulando pretextos argumentales, porque no es necesario (ya tendremos tiempo de seguir conociendo a los protagonistas).
Los turistas, incautos, se aglomeran acercándose a la orilla y siguiendo a Gang-Du juegan a tirarle comida al misterioso animal...y nosotros entre tanto sabiendo que algo no va bien. La cámara se aproxima en un lento travelling al protagonista, en quien se centra por unos segundos; el avance se intensifica y su mirada se congela hacia un punto de fuga infinito. Y ahí está, en un contraplano sencillo, algo que avanza a grandes zancadas, algo que viene hacia nosotros, algo que puede romper la cámara si prosigue su marcha, pero el plano sigue sobre el hombro de Gang-du, de quien no nos separamos.
Bong ha sacado a la criatura del agua y el estupor es general. La respiración se corta y el pulso se acelera por el espectáculo tan intenso y salvaje que estamos contemplando; una aberración mutante y viscosa de aspecto anfibio, un Profundo directamente sacado de los mundos de Lovecraft, avanza desatando el caos entre las personas, que a merced de sus despiadados ataques huyen despavoridas. Lejos estamos de Godzilla, que acabó ganándose la simpatía de los ciudadanos japoneses; este "gwoemul" mata, despedaza y persigue por placer, su misión es cazar sin tregua, como un asesino desalmado, y así lo hace.
Las persecuciones, los gritos y la sangre conforman una horrible visión que ha hecho de la orilla del río el escenario de una vomitiva carnicería; todo recuerda en la distancia a "Tiburón", pero el frenesí que imprime Bong es mayor. La niña a la que hemos conocido, Hyun-Seo, sale de la tienda sin advertir el desastre del exterior y la mano de su padre la alcanza; ella, como todos, ha sido lanzada a una pesadilla frenética que no comprende. Un accidente: el padre y la hija caen al suelo, pero pronto se levantan para continuar la estampida...
Por desgracia la mano que sujeta no es la de su pequeña, es la de otra niña; una retorcida burla del director, introducida con áspera mordacidad. En realidad, Hyun-Seo se está levantando del suelo en ese instante, y el monstruo avanza a su espalda. Gang-Du queda catatónico, nosotros también; Bong, que ya nos ha extenuado, nos ha hecho sudar y nos ha horrorizado bastante, no puede permitirse el matar a la chica, al menos no tan pronto...y no lo hace. El bicho pasa por su lado pero su cola, en sustitución de la mano del padre, la ase de la cintura y la rapta; el dragón del cuento se lleva a la princesa a su guarida acuática, y ahora lo importante es rescatarla.
Comienza la película...¡y de qué manera!
La mejor artimaña del cineasta es alargar adrede la tensión a base de momentos que bien pueden llevar drama o humor, pero hay una atmósfera de desasosiego de la que no nos podemos desprender; sabemos que los vertidos han llegado al río, sabemos que hay un animal que está empezando a mutar. Un individuo que se va a suicidar observa el agua desde el puente; es un mal presagio, el de una amenaza inusitada, y así nos avisa de ello. Al presentar cuidadosamente a los personajes y seguir introduciendo humor y costumbrismo, Joon-ho sigue retrasando lo inevitable...
Y es que por mucho que brille el Sol, por muy cristalinas que estén las aguas del Han, por mucha diversión y tranquilidad que haya en la orilla, la inquietud no se disipa, pues seguimos a la espera. De repente, una anomalía en el entorno, que todos observan curiosos; algo cuelga del puente y advierte de que tiene vida al deslizarse y sumergirse. Crece el interés en la gente, la incertidumbre por nuestra parte. Sin trampas ni cartón el director ya ha desvelado, y a plena luz del día, a la criatura de su fábula, esperando poco menos de doce minutos, sin seguir acumulando pretextos argumentales, porque no es necesario (ya tendremos tiempo de seguir conociendo a los protagonistas).
Los turistas, incautos, se aglomeran acercándose a la orilla y siguiendo a Gang-Du juegan a tirarle comida al misterioso animal...y nosotros entre tanto sabiendo que algo no va bien. La cámara se aproxima en un lento travelling al protagonista, en quien se centra por unos segundos; el avance se intensifica y su mirada se congela hacia un punto de fuga infinito. Y ahí está, en un contraplano sencillo, algo que avanza a grandes zancadas, algo que viene hacia nosotros, algo que puede romper la cámara si prosigue su marcha, pero el plano sigue sobre el hombro de Gang-du, de quien no nos separamos.
Bong ha sacado a la criatura del agua y el estupor es general. La respiración se corta y el pulso se acelera por el espectáculo tan intenso y salvaje que estamos contemplando; una aberración mutante y viscosa de aspecto anfibio, un Profundo directamente sacado de los mundos de Lovecraft, avanza desatando el caos entre las personas, que a merced de sus despiadados ataques huyen despavoridas. Lejos estamos de Godzilla, que acabó ganándose la simpatía de los ciudadanos japoneses; este "gwoemul" mata, despedaza y persigue por placer, su misión es cazar sin tregua, como un asesino desalmado, y así lo hace.
Las persecuciones, los gritos y la sangre conforman una horrible visión que ha hecho de la orilla del río el escenario de una vomitiva carnicería; todo recuerda en la distancia a "Tiburón", pero el frenesí que imprime Bong es mayor. La niña a la que hemos conocido, Hyun-Seo, sale de la tienda sin advertir el desastre del exterior y la mano de su padre la alcanza; ella, como todos, ha sido lanzada a una pesadilla frenética que no comprende. Un accidente: el padre y la hija caen al suelo, pero pronto se levantan para continuar la estampida...
Por desgracia la mano que sujeta no es la de su pequeña, es la de otra niña; una retorcida burla del director, introducida con áspera mordacidad. En realidad, Hyun-Seo se está levantando del suelo en ese instante, y el monstruo avanza a su espalda. Gang-Du queda catatónico, nosotros también; Bong, que ya nos ha extenuado, nos ha hecho sudar y nos ha horrorizado bastante, no puede permitirse el matar a la chica, al menos no tan pronto...y no lo hace. El bicho pasa por su lado pero su cola, en sustitución de la mano del padre, la ase de la cintura y la rapta; el dragón del cuento se lleva a la princesa a su guarida acuática, y ahora lo importante es rescatarla.
Comienza la película...¡y de qué manera!