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Voto de Chris Jiménez:
5
Acción En un partido de hockey, un grupo de terroristas toma el palco de honor de un estadio y retiene a sus ocupantes entre los que se encuentra el vicepresidente del gobierno. Exigen que a lo largo del partido se proceda a una transferencia de dinero a sus cuentas bancarias. En caso contrario, el estadio, sembrado de bombas, volará por los aires con todos los espectadores dentro. (FILMAFFINITY)
3 de julio de 2017
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Será una de las noches más intensas para la ciudad de Pittsburgh...pero también de las más peligrosas.
Habrá otros dos equipos enfrentados, y no de hockey: el equipo de los policías y el de los terroristas. Entre medias, un hombre solo del que realmente dependerán las vidas de todos.

A mitad de los '90 el cine de acción parecía concentrarse sólo en aquello para lo que se había creado: ofrecer acción; poco importaban los argumentos, los personajes y sobre todo la verosimilitud, y mucho los efectos especiales y el entretenimiento. Al hallar una película de estas características no podemos reprocharle nada, pues como otras fue producto de una época, sólo tenemos que dejar en suspensión nuestras neuronas y disfrutar del espectáculo. En efecto, el título que nos ocupa pertenece a esa larga lista, realizado en plena fiebre por el cine de acción más vigoroso y descerebrado.
Porque cualesquieran que fuesen las razones que llevaron a Peter Hyams a afirmar que el guión de "Muerte Súbita", escrito por Gene Quintano ("Allan Quatermain y la Ciudad Perdida del Oro", la 3.ª y 4.ª entrega de "Loca Academia de Policía"...ya sabemos a qué atenernos), le resultó tan excitante como inteligente son desconocidas. Y es que, en el mismo año que John McTiernan se reunía con Bruce Willis para una nueva secuela de "Jungla de Cristal", Jean-Claude Van Damme hizo lo propio con Hyams, el director más afiliado a él después de Sheldon Lettich, para una superproducción que bebía intencionadamente de la primera parte de la saga de John McClane.

Si en su anterior colaboración conjunta el belga encarnaba a un agente de policía capaz de viajar en el tiempo, aquí da vida a Darren McCord, quien será presentado en un innecesario prólogo (ya veremos la razón) como bombero en el que descubrimos que se trata de alguien con un pasado traumático, además padre divorciado y torpe con sus hijos, colección de clichés que hacen de él un nada interesante estereotipo del género, ahora relegado a inspector de incendios en el Civic Arena de Pittsburgh, donde se va a jugar el partido decisivo entre los Penguins y los Blackhawks.
Sin duda una noche en la que un asalto terrorista contra el vicepresidente y el estadio en sí pues no viene nada bien. Con mucha velocidad, Hyams despliega las intrigas concernientes a la invasión y presenta a unos personajes que no serán más que copias sin carisma de otros ya vistos en anteriores tramas, por parte de los buenos y de los villanos por igual. Es decir, que lo previsible, y más teniendo en cuenta el protagonista que hay al frente, está asegurado en el argumento desde el mismo principio; pero lo más interesante será ver al otrora bombero reaccionar y actuar ante la gran amenaza de un modo nada creíble.

¿Y por qué? Pues porque le veremos hacer de todo menos aquellas cosas que nos hagan pensar que en un tiempo pasado ejerció tal profesión, y sin recibir ninguna explicación sobre ello; cosas como desactivar bombas, fabricar explosivos, manejar armas de fuego pesadas y pelear como un experto en artes marciales, de ahí que el prólogo resultara absolutamente innecesario (como otras tantas escenas). Pero lo más increíble es que, al contrario que McClane, quien se hallaba acorralado por una situación extrema y se veía forzado a convertirse en héroe sirviéndose de su ingenio, McCord decide ir en busca de los explosivos y de su hija (que servirá de justificación para su valentía), así, sin más.
De hecho nada nos hará pensar que este genuino héroe no pueda contra ningún peligro ni amenaza que se le venga encima, ¡incluso aprovechará, en una maniobra de evasión un tanto estrafalaria, para salir a la pista disfrazado de uno de los miembros del equipo y jugar sobre el hielo, convirtiéndose así no sólo en el salvador del estadio, sino también del partido! (qué conveniente parece que antes dijera que en su juventud fuese portero en un equipo de hockey, y que a quien sustituye ahora sea...¡al portero! Todo en el guión de Quintano, como vemos, está justificado y muy bien hilado).

Como vemos, la falta de overosimilitud campará a sus anchas por el metraje tanto como la falta de compasión y dosis de extrema violencia (¿cuántas veces podemos ver a una niña siendo amenazada a punta de pistola en una película comercial?) y un despliegue de medios y efectos especiales espectacular, asegurando así un rato entretenido donde es mejor no pensar ni preguntarse por qué sucede una cosa u otra, simplemente dejarse llevar por la adrenalina y la diversión, rematando Hyams la función con un toque a lo película de catástrofes de antaño, que casi consigue recordar a "Pánico en el Estadio" o la última parte de "Domingo Negro".
Van Damme, como no podía ser de otro modo en la época, luce sus buenas artes de lucha, su imponente presencia y su muy limitada capacidad interpretativa en un personaje pobre que mezcla a McClane con el Casey Ryback de "Alerta Máxima"; contra él, un decente y a veces inquietante Powers Boothe cuyo sofisticado villano del tipo de los de James Bond siempre parece estar hablando mediante acertijos y estudiadísimas frases. Tras ellos, salvo la cuidada producción y el manejo de la tensión por parte de Hyams en el apartado técnico, no queda nada por señalar, ni siquiera el esfuerzo de la pequeña Whittni Wright ni el soso Dorian Harewood.

Y es que si nos deshacemos de los efectos especiales, la acción espectacular y una de las secuencias más memorables de la carrera del belga (¡en la que pelea contra una mujer disfrazada de pingüino!), no queda nada en "Muerte Súbita" (ni interpretaciones, ni diálogos, ni originalidad...) que la pueda salvar de la quema.
Críticas, a mi entender, demasiado generosas y unos resultados justitos en taquilla (aunque funcionó muy bien en el mercado del vídeo) para otro sucedáneo de "Jungla de Cristal" que se encuentra entre los mejores títulos que el actor protagonizara en la década. La acción empieza a partir de que explote un pingüino de peluche...¿por qué? Porque así debe ser.
Chris Jiménez
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