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Voto de Chris Jiménez:
9
Acción. Aventuras. Drama Los barcos del Shogun pasan cargados de oros por la costa de Sabai. Tres años atrás, treinta pescadores con sus mujeres y familias desaparecieron en ese mismo lugar después de haber encontrado el oro de un barco hundido. Nunca se supo que pasó con ellos, así que se solía decir que fueron “llevados por los dioses”. Magobei es un samurai que sabe muy bien lo que sucedió aquel día, por lo que los responsables tratarán de deshacerse de él. (FILMAFFINITY) [+]
4 de agosto de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un samurái devorado por el remordimiento atraviesa bosques, montañas y pueblos con destino al territorio de Sabai, para mitigar su rabia y hacer justicia contra la crueldad de sus coetáneos samuráis.
Un ronin codicioso y una mujer torturada se embarcan junto a él en esta cruzada sin igual...

Cruzada que marca un antes y un después en la filmografía de Hideo Gosha, quien tras entregarse a promocionar como nuevo héroe de acción a su viejo amigo Isao Natsuyagi por medio del díptico "Samurai Wolf", encara la oportunidad de dirigir un film de abultado presupuesto llevado a cabo por la sociedad Toho/Fuji TV para estrenarse en PanaVision, por primera vez en la Historia del cine japonés. Tatsuya Nakadai vuelve a los brazos del director y esta unión demostrará ser muy fructífera en años venideros; por desgracia la inclusión de Toshiro Mifune en el proyecto trae muchas complicaciones...
A los periódicos trascendería la pelea entre los dos actores durante una noche de sake y con el segundo lanzando terribles palabras contra Kurosawa; sin poder soportar, para más inri, las duras condiciones del rodaje, finalmente lo abandona todo, y debido a esto Kinnosuke Nakamura toma su papel. Volviendo a "Goyokin", nos traslada a una era Tenpo dominada por el Shogunato Tokugawa y su tiránico gobierno militar (el bakufu), centrándose en el gran cargamento que da título a la misma y que no era sino el oro de los impuestos recaudados por toda la región; tétrico inicio el ofrecido con la vuelta de Oriha a su pueblo natal, sólo para comprobar la podredumbre de sus ruinas...

Mientras Gosha aprovecha los privilegios del formato PanaVision además del uso del color, al que hace tiempo no recurría, nos sumerge en un escenario aterrador; graznido de cuervos, cadáveres aquí y allá, viviendas destrozadas, signos de mal presagio y de que la muerte y la violencia va a marcar no sólo el destino de esa chica, sino de el todos los demás protagonistas, a quienes (típico de los "ken-geki" de aquél) iremos conociendo poco a poco hasta que fortuitamente crucen sus vidas. Y nadie mejor que Nakadai para encarnar al melancólico Magobei, antiguo miembro del clan Sakai que renunció a la linaje samurái debido a las crueles maniobras de su jefe y cuñado Rokugo.
Porque aquí, y como viene siendo costumbre en el género durante la década, la figura del samurái es despojada de todo honor y ética al hacer de dicho clan unos malditos asesinos, traidores al shogun y ladrones de su oro con tal de mantener el prestigio de su territorio; remata esta ácida visión una de las frases más significativas del anterior (un odioso Tetsuro Tanba): "A menudo hemos de mancharnos las manos de sangre...". En este Japón feudal sucio, corrupto y moralmente hecho trizas, Magobei, consumido por la culpa, sólo encuentra su posibilidad de redención alzándose en contra de la tiranía.

Pero al ser su antiguo amigo y familiar el objetivo de su venganza, Gosha da un toque de romanticismo a su relato y pone a este ronin resucitado en una encrucijada moral donde la amistad y el deber chocan irremisiblemente, pues tanto los actos de Magobei como de Rokugo hallan una justificación por igual (a pesar de que el asesinato es la finalidad última de ellos); como otros samuráis de Nakadai, el que encarna aquí no podrá hallar la paz en vida hasta que realice un acto de muerte y sacrificio, todo sea por hacer cumplir la justicia.
Nakamura aparece algo desdibujado como Samon, que tanto hubiera encajado para Mifune ya que no es sino una nueva versión de su Sanjuro, un ronin nihilista y centrado en el beneficio material, si bien no tarda en hacer eco de su amistad por Magobei. Al otro extremo Oriha y Shino; como siempre las mujeres del cineasta tienden a ser bien víctimas del poder masculino y mártires sacrificiales, bien personajes fuertes, descarados y endurecidos por los golpes, y así unas sensacionales Yoko Tsukasa y Ruriko Asaoka como paradigmas de lo primero y lo segundo, sobresaliendo ésta última en una interpretación vital y versátil (y prefigurando ambas a las Sue y Kaede de la futura "Ran").

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

La crítica y el público por supuesto respondieron en consecuencia; "Goyokin", que ya había adquirido cierta fama debido al escándalo de Mifune, acabó entre las películas más taquilleras del año y no tardó en ser considerada obra maestra de su género, dejando fuera de combate a los detractores de Gosha (aún los había, pues él venía del mundo televisivo y eso no le gustaba nada a los experimentados de la industria del cine).
Se colocó así en la cúspide de su popularidad y ello le permitió volver a formar parte de otro proyecto muy caro y equipo estelar, repitiendo Nakadai: "Hitokiri", con el que finalizaría la década de los '60 y su imponente saga de relatos samuráis...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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