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Voto de Chris Jiménez:
6
Comedia. Aventuras Aventuras y desventuras de los participantes en una carrera automovilística entre Nueva York y París, a principios del siglo XX. Jack Lemmon y Tony Curtis interpretan a dos excéntricos pilotos entre los que hay una feroz rivalidad. Todo tipo de incidentes y situaciones cómicas se irán sucediendo. (FILMAFFINITY)
13 de junio de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Blake Edwards nos invita a participar en una carrera legendaria, nada menos que desde New York a París. Jamás se hizo una cosa así, salvo en 1.908, cuando EE.UU. enfrentó la resistencia de su Thomas Flyer contra otros vehículos de Francia, Italia y Alemania en el evento automovilístico más grande de la Historia.

¿Pero qué tiene que ver una cosa con la otra? Absolutamente nada. Sin embargo hablamos de una etapa en la que el director lo tenía todo; tras haberle declarado la guerra a Peter Sellers, decide, tomando de inspiración la susodicha competición, el cine mudo que tanto adoraba y otros elementos de los que hacer parodia, plantearse la comedia definitiva de su carrera y quizás del cine, siendo esto un imposible pues dicho honor se lo llevó dos años antes "El Mundo está Loco, Loco, Loco". Pero Edwards no temió pedir dinero suficiente para su disparatado proyecto, y viendo la United Artists que no podía hacer frente a él le pasó el problema a Warner Bros., quienes sin saberlo iban a producir la comedia más cara del momento.
La peripecia se inicia como las grandes aventuras épicas, y el guión, escrito a medias con Arthur Ross, nos sitúa a principios de un extravagante siglo XX, dejando a poco que puede sus cartas al descubierto mientras Edwards aprovecha bien el abultado presupuesto para un fastuoso despliegue de medios. La estructura podría dividirse en tres actos, con su prólogo y epílogo, a lo largo de un extenso metraje que casi llega a tres horas: el prólogo dedica a presentar al cuarteto protagonista, empezando por Leslie y Fate, dos temerarios (porque, ¿qué son en realidad estos tíos?) que realizan peligrosas hazañas para el público entusiasmado de la época.

Tony Curtis y Jack Lemmon se miden las fuerzas definidos desde la caricatura como el héroe y el villano por antonomasia de la fábula clásica, en sangrante competencia: el primero (Leslie) un valiente galán de impertérrito carácter ataviado de blanco impoluto; el otro (Fate) un histriónico pérfido tan torpe como el lacayo que a todas partes le sigue (Max). Edwards captura la chispa de los dibujos animados y del más puro "slapstick" heredado de Chaplin, Lloyd o Laurel y Hardy, a quienes dedica el film, mientras recurre al exceso del desastre gratuito que anticipaba "A Shot in the Dark", recayendo la atención principalmente sobre los catastróficos villanos.
Entre ambos aparece una guapa Natalie Wood en pleno estado depresivo y reacia en un principio a hacer la película como Maggie, uno de los personajes femeninos más enervantes y estrangulables de la Historia del cine, con la que el director vuelve a su obsesión de la guerra de sexos y la crítica sobre estado de la mujer en la sociedad. El primer acto despega con el inicio de la carrera, que propone Leslie a una compañía de automóviles para probar la fiabilidad del coche americano, pero este reto al más puro estilo de "La Vuelta al Mundo en 80 Días" sólo es un pretexto para unir a los cuatro personajes en una gran aventura, pues al empezar la competición son eliminados los participantes exceptos los anteriores.

Ése será el primero de muchos desvíos que tomará el cineasta en su obra, y todos fallidos; el final de este primer acto lo viene a cerrar una parodia del "western", entre grandes peleas y bailes de salón. El segundo acto, más corto, lleva a los protagonistas a hacer una tregua de amistad al verse atrapados en un glaciar que se va derritiendo poco a poco, lo que rompe el ritmo del film además de ser un ridículo sinsentido; por si fuera poco, Maggie enreda más perversas artimañas que el supuesto villano, y se pierde a Hezekiah, interpretado por un sutilmente genial Keenan Wynn.
El talento de Edwards para desplegar un delirio monumental es innegable, pero nada tiene de sustancia, ni narrativa ni de introspección de personajes; chocante es que los "villanos" y esa zorra perversa de constante incordio posean personalidades mejor definidas que el propio héroe. El tercer acto, larguísimo y tedioso, deja todo lo que tiene que ver con la "road movie"y se estanca en el corazón de un reino imaginario para salirnos con una burla hacia "El Prisionero de Zenda"; el director se inspira en la adaptación de 1.937 y pone en el centro de la intriga a Fate y su doble físico (el rey de dicho territorio), robándole aún más el protagonismo a Leslie, pero así podemos deleitarnos con esa habilidad innata de Lemmon para el humor.

Y si antes se parodiaba el "western" ahora son los dramas de época y las aventuras de capa y espada, que se rematará con un colofón realmente memorable, la mejor secuencia cómica de todo el film (aunque no merezca la pena esperar más de dos horas por ella), esa gigantesca lucha de tartas que en la línea de Laurel y Hardy nos regala Edwards; minutos mágicos donde, pese a lo que sufrieron los actores para rodar dicha escena, la sensación es de puro júbilo, sensación que sigue el epílogo donde el héroe escoge a la dama (en este caso es una mala e inconsciente elección) y no la victoria.
Y el director, en boca de Curtis, y para nuestro regocijo, rebate con el mayor de los ingenios los ideales feministas extremos que hemos soportado no sólo por culpa de Maggie, sino por esa manifestación de ruidosas cotorras (con pleno espíritu de los '60) que sucede entre las aventuras de los protagonistas (dichas secuencias, como otras muchas que sirven de hilo conductor de las tramas principales de cada acto, no aportan nada absolutamente y provocan una sensación de náusea inevitable, pese a lo visionario (y satírico) de Edwards con respecto al tema).

¿Sería esa la razón por lo que su "Carrera del Siglo" fue uno de los más sonoros fracasos de taquilla del año? No se sabe, el caso es que los millones gastados y la pasión que puso en todo a nivel técnico y artístico, así como la de los actores, se quedó en una obra donde destaca más su imaginario anecdótico que su calidad.
Y nada bien le sentó competir ese mismo 1.965 con la superior "Aquellos Chalados en sus Locos Cacharros".
Chris Jiménez
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