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Voto de Chris Jiménez:
6
Thriller Quid (Stacy Keach) es un camionero americano, que trabaja en Australia, que es contratado para llevar una carga desde Melbourne hasta Perth, a lo largo de la carretera que atraviesa el desierto. Por esos parajes, un asesino en serie está atacando a mujeres en la carretera, y Quid sospecha de una misteriosa furgoneta verde... (FILMAFFINITY)
21 de agosto de 2023
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La carretera australiana, inabarcable, un espacio donde pueden suceder los eventos más sorprendentes.
El sol abrasador, la paranoia y la sensación de muerte. Encuentros extraños, dos hombres enfrentados, un misterio irresoluble, la muerte en los talones...

Todo esto viene a colación de que no sólo DePalma figura como el cineasta admirador de Hitchcock por excelencia; ahí está Richard Franklin, pero casi nadie se acuerda de él, al menos no los fans del cine australiano. Es menester reivindicar la extraña experiencia de "Patrick", una de las obras de terror más fascinantes de los años '70, pese al fracaso nacional; tiempo después, mientras ejercía de productor para "El Lago Azul", elaboraba junto a su colega Everett DeRoche un guión fuertemente inspirado en "La Ventana Indiscreta", que éste ya usó para la mencionada historia del asesino encamado con telequinesis.
Con la escrita en pocos días "Road Games" la apuesta subió y AVCO Embassy se convirtió en la distribuidora, lo que significó para el dúo una serie de problemas que casi resulta en la cancelación de la producción, siendo el detonante la presión por incluir dos actores norteamericanos para afianzar el éxito internacional. Una primera opción fue Sean Connery pero terminó Stacey Keach de protagonista, a quien conocemos nada más empezar; su Quid es un camionero al que le gusta hablar, muchísimo, y no dejará de hacerlo durante los 100 minutos de metraje.

Elocuente, arrogante e irritante, tendría todos los trazos de un personaje "hitchcockiano" si fuese más elegante. Y Franklin juega bien sus cartas con este inicio frente a un motel de carretera, donde la guapa de turno muere a manos de un tipo misterioso durante una secuencia de gran potencia visual y estética que encajaría bien en la filmografía de Argento. Ya hay un villano y un candidato a héroe, que se miran y tientan a través de una ventana; la observación y la sospecha serán claves a partir de ahora. El fallo de DeRoche fue haber estado despierto durante días mientras concebía el guión, ya que alucinó igual que le sucede a Quid.
Eso explica la tremenda y fastidiosa irregularidad de una trama con más baches que esas autovías de Nullarbor Plain y donde se abre lo que parece ser una intriga basada en el juego del gato y el ratón. El maestro Brian May ofrece su estimulante música a la cacería que inicia Quid por descubrir los tejemanejes del supuesto psicópata que todo el mundo busca; versión de L.B. Jefferies que cambia su silla de ruedas por un mostrenco de Mercedes Benz NG-73, este camionero parlanchín espía y es espiado, tomado por culpable por una policía idiota, acosado por un puñado de paletos que evidencian una violenta hostilidad xenófoba, contribuyendo a densar esa atmósfera en cuyos pliegues sudorosos y asfixiantes nos enfrasca el director.

Ahora el camionero asesino de "El Diablo sobre Ruedas" pasa a ser víctima de otro asesino, asediado desde todas partes. Pero es la sensación de extrañeza lo que pesa sobre "Road Games", abriéndose ante el parabrisas del camión un escenario casi irreal, cercano a la experiencia onírica, subrayado por los colores terrosos y las inventivas visuales de Vincent Monton. Y ello se extiende a la forma de los personajes y sus interacciones, que con la mayor naturalidad profieren unos diálogos absolutamente increíbles, de una incoherencia tan absurda que pareciera intencionada.
Digamos que divagan en el ingenio afilado y poético de Hitchcock y el estilo delirante empapado en ácido del que Hooper hacía gala en sus primeras obras, pero no es sino el humor negro que subyace al propio estilo de DeRoche y Franklin, el que retuerce los códigos del suspense y los lleva a otro nivel de extravagancia. La influencia del maestro británico prosigue su camino, no en un desvío, más bien en un bache argumental: Jamie Curtis revela ser la joven que continuamente espera a que la recoja Quid, cual fantasma de la carretera; pero, repitiendo su papel de autoestopista de "La Niebla", viene a aparecer tras haber pasado casi 40 minutos (y los personajes secundarios menos convencionales de la Historia del cine).

¿Para qué? Para absolutamente nada de nada; ni tendrá un romance con el protagonista ni jugará un papel importante en la continua caza al asesino, es un ser impersonal cuya distancia con el anterior le hace más inquietante aún. Él es el punto clave y lo que mueve la historia desde el principio; Curtis, en honor a su madre Janet Leigh, se convierte en una potencial víctima del homicida (el tributo "hitchcockiano" se extiende no sólo a un retrete enfocado en primer plano sino a una revista sobre el director que veremos dentro del camión; ni DePalma ha acumulado tantas referencias al maestro...).
¿Víctima? ¡¿Y qué sabemos?! La intención de Franklin era que el público fuese un paso por delante del pobre Quid, pero poco a poco quedamos tan perdidos como él, tanto que también alucinaremos con cuerpos desmembrados y conejos ensangrentados de no tomar un respiro. La idea es difuminar el papel de la autoestopista hasta no saber muy bien por qué y para qué ha aparecido, intercalando situaciones confusas y giros sin explicación. Por suerte el desbarajuste narrativo se encauza al dejar esta tierra baldía de espectros y pesadillas e ir a territorio urbano, brindándonos uno de esos clímax intensos y originales que por siempre se recuerdan.

Nada mejor podría decirse del duelo entre el camión y la furgoneta en esos callejones estrechos, con un coche de policía de por medio como alivio casi humorístico al clima de violencia exhibido...por desgracia el tiempo de rodaje era limitado y Franklin no logró una resolución satisfactoria.
Incluso los de AVCO exigieron filmar otra para hacerlo todo más impactante y enigmático. Pero no todos los australianos alucinaron igual y la película, la más cara realizada en el país hasta la fecha, se estampó en taquilla...lo que no importó para catapultar definitivamente la popularidad del nativo de Melbourne...
Chris Jiménez
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