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Voto de Chris Jiménez:
8
6,2
1.159
Thriller. Terror
Nos narra la historia de Hasumi Seiji (interpretado por Hideaki Ito), un profesor muy querido por sus alumnos y de plena confianza para sus compañeros, que en realidad es un psicópata, nació sin la capacidad de empatizar con los demás. Aun así todo va bien, en su vida personal y profesional, intenta pasar desapercibido y vivir una vida más o menos normal, hasta que empieza a ser intimidado, a tener diversos problemas en el trabajo, en ... [+]
15 de mayo de 2017
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Entre los seres normales, comprensivos y sensatos que pululan en nuestra sociedad siempre yace infiltrado un bicho raro. ¿O será que entre todos los cobardes, siniestros y depravados un individuo de esos 100 es el que simboliza la cordura, la compasión y la benevolencia y el que ha de aleccionarnos para ser mejores?
El caso es que jamás sabemos si el rostro de nuestro prójimo es el verdadero o el que decide ocultar bajo una tupida red de apariencias. También es posible que nos ocultemos todos...así pues, ¿quién es ángel y quién demonio? Este ser perverso, desestabilizado en su interior pero magníficamente cuerdo en su exterior al refugiarse en su personalidad parasitaria para con la sociedad que le rodea, ya no es un personaje que nos resulte extraño en el cine, dando lugar a uno de sus géneros más rentables: el "psychothriller". Este personaje-tipo posee un lugar privilegiado en de la filmografía de Takashi Miike, y en algunas de sus obras más reconocidas, psicológicas y perturbadoras ("Audition", Visitante "Q" ") o en sus frescos de gángsters ("Ichi, the Killer", "Cementerio Yakuza").
El nipón disfruta analizando estos individuos con plena mordacidad sin caer en estereotipos; esa fue la clave para que se decidiera a adaptar (lo que no hace casi nunca) la novela "Aku no Kyoten" del experto del suspense Yusuke Kishi, en lo que sería una superproducción donde se volvía a poner de manifiesto la nueva línea de trabajo (mayor presupuesto y mayor cuidado de la estética sin sacrificar la libertad creativa) que estaba siguiendo el director. Entre tinieblas y un dramatismo muy grave se inicia esta historia, que narra un terrible caso de parricidio situando en el centro del terror a un monstruo desalmado cuya figura es la de un joven amparado en la fe de inocencia de la madre.
De fondo, las notas de la icónica "Die Moritat von Mackie Messer" en su versión de 1.928, la cual escucharemos a lo largo del film y cuyo significado cobrará importancia. Tras este suceso del pasado viajamos a un entorno más actual: el centro de enseñanza secundaria Shinko, escenario único de la donde se desarrollarán los sucesos que están por venir y donde se nos presentarán a los protagonistas y secundarios implicados (aunque debido a la numerosidad muchos de ellos sólo son provistos de una vaguísima descripción).
Y donde desde el primer momento se dispara la incertidumbre y la sospecha en el espectador.¿Quién de los presentes será el personaje que hemos conocido al principio?, ¿estará entre los alumnos o en el claustro de profesores? Y hallamos a múltiples sospechosos: ¿será Tsuri, ese repulsivo y retraído tutor de química al que todos desprecian?, ¿Shibahara, ese profesor de educación física que acosa sexualmente a sus alumnas?, ¿o quizás Kume, ese maestro de arte homosexual que mantiene relaciones con un estudiante? Al otro lado unos jóvenes hipócritas, ladrones, pendencieros, ególatras, pervertidos, maltratadores. Miike no concede licencias, ni con hombres ni con mujeres.
Pareciera que sólo el profesor de inglés Seiji Hasumi lograra arrojar algo de confianza y seguridad en este reducto de vicios, mezquindades y viles intenciones. De hecho su presencia es la más luminosa en las sombras del instituto; sus compañeros le respetan y sus alumnos, a los que protege con ahínco, le adoran. Nada puede hacerles ni hacernos dudar de su persona...pero las apariencias más pulcras son las que más tinieblas albergan entre sus desnudos pliegues, y eso mismo nos lo quiere hacer saber el film.
Por desgracia su urgencia es muy prematura (poco más de media hora de metraje) si tenemos en cuenta el tan denso ritmo y la solemnidad narrativa de los que Miike hace gala, aproximándose así a un estilo propio de Kiyoshi Kurosawa, Hideo Nakata o David Fincher. Urgencia dada por un terrible accidente y por las sospechas que atormentan a Tsuri y su alumno Keisuke, los cuales se proponen iniciar una investigación acerca de ese maestro tan sincero y bondadoso a quienes todos quieren y creen (aunque usa la manipulación y la astucia para sus fines).
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
A unas magníficas virtudes técnicas (producción, efectos especiales, fotografía, montaje, música) se unen las buenas interpretaciones de un plantel en su mayoría adolescente. Cabe destacar las de Shota Sometani, Erina Mizuno, Kodai Asaka, Kento Hayashi o Fumi Nikaido, aunque en apuntes artísticos son sin duda los adultos quienes ofrecen las mejores actuaciones, como Takehiro Hira, Takayuki Yamada (que merece mucha más atención de la que se le da), ese genial e insoportable Mitsuru Fukikoshi, y sobresaliendo entre todos ellos un Hideaki Ito carismático, imponente y realmente inquietante en el papel de su vida.
Miike volvió a sorprender a su público (que no tanto como a la crítica) con esta depurada (en su primera parte) y estilizada muestra de violencia que primero apabulla por su abisal atmósfera de intensidades y luego sorprende por su vendaval de irónico salvajismo. "La Lección del Mal" es, en mayor o menor medida, una consciente y socarrona burla a los convencionalismos y estereotipos a los que nos tiene acostumbrados el "thriller", como lo fue trece años antes la superior "Audition" (cuya estructura comparte similitudes); sus fallos argumentales, tramas que nunca se completan, enigmas que nunca se desvelan del todo y secundarios por los que no se preocupa la apartan mucho de ser una gran obra...si bien tiene un psicópata digno de admiración: no necesita justificación para su maldad.
Pero como fan acérrimo del director y del género me atrevo a afirmar que sí es una gran experiencia. A la vez divertida y aterradora, siniestra y mordaz, seria y alocada. Al final un aviso, de Reika y de Miike: esto sólo es el principio, el juego continuará.
Ya han pasado cinco años. Teniendo en cuenta las innumerables secuelas que el nipón ha realizado de muchas de sus obras...¿cuánto más habremos de esperar para que llegue la de la que nos ocupa?
El caso es que jamás sabemos si el rostro de nuestro prójimo es el verdadero o el que decide ocultar bajo una tupida red de apariencias. También es posible que nos ocultemos todos...así pues, ¿quién es ángel y quién demonio? Este ser perverso, desestabilizado en su interior pero magníficamente cuerdo en su exterior al refugiarse en su personalidad parasitaria para con la sociedad que le rodea, ya no es un personaje que nos resulte extraño en el cine, dando lugar a uno de sus géneros más rentables: el "psychothriller". Este personaje-tipo posee un lugar privilegiado en de la filmografía de Takashi Miike, y en algunas de sus obras más reconocidas, psicológicas y perturbadoras ("Audition", Visitante "Q" ") o en sus frescos de gángsters ("Ichi, the Killer", "Cementerio Yakuza").
El nipón disfruta analizando estos individuos con plena mordacidad sin caer en estereotipos; esa fue la clave para que se decidiera a adaptar (lo que no hace casi nunca) la novela "Aku no Kyoten" del experto del suspense Yusuke Kishi, en lo que sería una superproducción donde se volvía a poner de manifiesto la nueva línea de trabajo (mayor presupuesto y mayor cuidado de la estética sin sacrificar la libertad creativa) que estaba siguiendo el director. Entre tinieblas y un dramatismo muy grave se inicia esta historia, que narra un terrible caso de parricidio situando en el centro del terror a un monstruo desalmado cuya figura es la de un joven amparado en la fe de inocencia de la madre.
De fondo, las notas de la icónica "Die Moritat von Mackie Messer" en su versión de 1.928, la cual escucharemos a lo largo del film y cuyo significado cobrará importancia. Tras este suceso del pasado viajamos a un entorno más actual: el centro de enseñanza secundaria Shinko, escenario único de la donde se desarrollarán los sucesos que están por venir y donde se nos presentarán a los protagonistas y secundarios implicados (aunque debido a la numerosidad muchos de ellos sólo son provistos de una vaguísima descripción).
Y donde desde el primer momento se dispara la incertidumbre y la sospecha en el espectador.¿Quién de los presentes será el personaje que hemos conocido al principio?, ¿estará entre los alumnos o en el claustro de profesores? Y hallamos a múltiples sospechosos: ¿será Tsuri, ese repulsivo y retraído tutor de química al que todos desprecian?, ¿Shibahara, ese profesor de educación física que acosa sexualmente a sus alumnas?, ¿o quizás Kume, ese maestro de arte homosexual que mantiene relaciones con un estudiante? Al otro lado unos jóvenes hipócritas, ladrones, pendencieros, ególatras, pervertidos, maltratadores. Miike no concede licencias, ni con hombres ni con mujeres.
Pareciera que sólo el profesor de inglés Seiji Hasumi lograra arrojar algo de confianza y seguridad en este reducto de vicios, mezquindades y viles intenciones. De hecho su presencia es la más luminosa en las sombras del instituto; sus compañeros le respetan y sus alumnos, a los que protege con ahínco, le adoran. Nada puede hacerles ni hacernos dudar de su persona...pero las apariencias más pulcras son las que más tinieblas albergan entre sus desnudos pliegues, y eso mismo nos lo quiere hacer saber el film.
Por desgracia su urgencia es muy prematura (poco más de media hora de metraje) si tenemos en cuenta el tan denso ritmo y la solemnidad narrativa de los que Miike hace gala, aproximándose así a un estilo propio de Kiyoshi Kurosawa, Hideo Nakata o David Fincher. Urgencia dada por un terrible accidente y por las sospechas que atormentan a Tsuri y su alumno Keisuke, los cuales se proponen iniciar una investigación acerca de ese maestro tan sincero y bondadoso a quienes todos quieren y creen (aunque usa la manipulación y la astucia para sus fines).
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
A unas magníficas virtudes técnicas (producción, efectos especiales, fotografía, montaje, música) se unen las buenas interpretaciones de un plantel en su mayoría adolescente. Cabe destacar las de Shota Sometani, Erina Mizuno, Kodai Asaka, Kento Hayashi o Fumi Nikaido, aunque en apuntes artísticos son sin duda los adultos quienes ofrecen las mejores actuaciones, como Takehiro Hira, Takayuki Yamada (que merece mucha más atención de la que se le da), ese genial e insoportable Mitsuru Fukikoshi, y sobresaliendo entre todos ellos un Hideaki Ito carismático, imponente y realmente inquietante en el papel de su vida.
Miike volvió a sorprender a su público (que no tanto como a la crítica) con esta depurada (en su primera parte) y estilizada muestra de violencia que primero apabulla por su abisal atmósfera de intensidades y luego sorprende por su vendaval de irónico salvajismo. "La Lección del Mal" es, en mayor o menor medida, una consciente y socarrona burla a los convencionalismos y estereotipos a los que nos tiene acostumbrados el "thriller", como lo fue trece años antes la superior "Audition" (cuya estructura comparte similitudes); sus fallos argumentales, tramas que nunca se completan, enigmas que nunca se desvelan del todo y secundarios por los que no se preocupa la apartan mucho de ser una gran obra...si bien tiene un psicópata digno de admiración: no necesita justificación para su maldad.
Pero como fan acérrimo del director y del género me atrevo a afirmar que sí es una gran experiencia. A la vez divertida y aterradora, siniestra y mordaz, seria y alocada. Al final un aviso, de Reika y de Miike: esto sólo es el principio, el juego continuará.
Ya han pasado cinco años. Teniendo en cuenta las innumerables secuelas que el nipón ha realizado de muchas de sus obras...¿cuánto más habremos de esperar para que llegue la de la que nos ocupa?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El problema que esto entraña es dejar al espectador adelantarse a las acciones de los personajes y a las sorpresas que podrían generar los distintos sucesos, las cuales descubrimos antes que ellos (táctica errónea en el guión). Nosotros ya estamos al tanto del pasado de Hasumi y de su condición de sociópata psicótico que esconde tras una máscara de mentiras a imagen y semejanza de la hipócrita sociedad en la que mora, cual parásito.
Ahora hemos de esperar a que los demás también lo descubran; dudas convertidas en premoniciones para algunos, como Reika, quien de algún modo intuye la proximidad de una fatalidad.
Este suspense desasosegante, esta intriga cautelosa tan bien urdida donde cuentan la inteligencia y la prudencia (la de Hasumi, ante todo) pese a algunos fallos en su confección y subtramas que escapan al interés, se verá de repente pervertida, emponzoñada, al penetrar en la obtusa psique del protagonista, de misterios siempre ocultos para nosotros (un acierto), y en sus turbias andanzas pasadas. Un viaje a EE.UU. y el encuentro con un psicópata aún más desequilibrado y obsesivo, el que incita a Hasumi y le alienta a revelar su faceta criminal sin ataduras ni prejuicios, abre una brecha en la historia introduciendo a través de ella trazos delirantes y de absoluta locura que presagian un cambio general en el film, el cual nadie se espera, ni los personajes ni nosotros.
Y en efecto. Las vías de salida, las oportunidades de Hasumi para seguir pasando desapercibido, se cierran a cada paso que da la trama, y este acorralamiento sólo puede conducir a la liberación de su "yo" interior para equilibrar la situación. Pero una liberación alimentada desde el pasado por una rabia incontrolable e inspirada por el espectro de aquel compañero asesino, cuya voz aún guía sus actos desde el inconsciente. Dos cuervos (uno de los sellos más conocidos de Miike) amparan la decisión de Hasumi, que erigido en ángel exterminador a las órdenes de un Odín furioso decide iniciar una despiadada cacería y acabar con todos los alumnos del centro.
Así el tono de la película, su ritmo, su atmósfera, incluso la cámara con que era grabada, se quiebra por completo en esa segunda parte donde el tenebroso suspense y la creciente tensión conducen al frenesí destructivo. Todo sufre, como el protagonista, su parte de mutación. A la ópera clásica la sustituye una moderna versión "jazzística" y al espíritu de Kurosawa y Fincher los de Alexandre Aja, Rodríguez, Hooper, Cronenberg (impagable referencia a "Videodrome") y de títulos como "Nadie Vive" (siendo Hasumi un homólogo del asesino de estrenada el mismo año), "Battle Royale" o "El Club del Suicidio". La intención del protagonista, así como del director, es clara y contundente: no convivamos con esta venenosa hipocresía...mejor volémosla de un escopetazo. ¡Pues que así sea!
Cual volcán cuya energía se mantenía latente, aletargada, Hasumi estalla y nada escapa a su venganza universal. Sólo nos resta aceptar que ahora el suspense está en la huida, en esa persecución absolutamente desquiciada con la que Miike vuelve a demoler las barreras de lo convencional regalándonos un homenaje rebosante de humor negro y altas dosis de sangre al "grindhouse" más descarnado, visceral, psicotrónico y tremendamente alocado que se pueda imaginar. Dos películas, dos estilos, dos enfoques, dos atmósferas.
Los amantes del cine más solemne, oscuro y psicológico del director disfrutarán la primera hora del metraje (insisto, pese a sus errores). Los que, por su parte, prefieran su cine más violento, grotesco, sádico y retorcidamente divertido saborearán (de manera literal, pues la sangre salpica y empaña la cámara) el desfase "gore" de la siguiente hora hasta ese final que resulta ser ante todo un guiño mordaz al tan manido subgénero del "psychothriller".
Lo importante es que Miike disfruta haciendo lo que hace, como su asesino, y está claro que desea que lo sepamos.
Ahora hemos de esperar a que los demás también lo descubran; dudas convertidas en premoniciones para algunos, como Reika, quien de algún modo intuye la proximidad de una fatalidad.
Este suspense desasosegante, esta intriga cautelosa tan bien urdida donde cuentan la inteligencia y la prudencia (la de Hasumi, ante todo) pese a algunos fallos en su confección y subtramas que escapan al interés, se verá de repente pervertida, emponzoñada, al penetrar en la obtusa psique del protagonista, de misterios siempre ocultos para nosotros (un acierto), y en sus turbias andanzas pasadas. Un viaje a EE.UU. y el encuentro con un psicópata aún más desequilibrado y obsesivo, el que incita a Hasumi y le alienta a revelar su faceta criminal sin ataduras ni prejuicios, abre una brecha en la historia introduciendo a través de ella trazos delirantes y de absoluta locura que presagian un cambio general en el film, el cual nadie se espera, ni los personajes ni nosotros.
Y en efecto. Las vías de salida, las oportunidades de Hasumi para seguir pasando desapercibido, se cierran a cada paso que da la trama, y este acorralamiento sólo puede conducir a la liberación de su "yo" interior para equilibrar la situación. Pero una liberación alimentada desde el pasado por una rabia incontrolable e inspirada por el espectro de aquel compañero asesino, cuya voz aún guía sus actos desde el inconsciente. Dos cuervos (uno de los sellos más conocidos de Miike) amparan la decisión de Hasumi, que erigido en ángel exterminador a las órdenes de un Odín furioso decide iniciar una despiadada cacería y acabar con todos los alumnos del centro.
Así el tono de la película, su ritmo, su atmósfera, incluso la cámara con que era grabada, se quiebra por completo en esa segunda parte donde el tenebroso suspense y la creciente tensión conducen al frenesí destructivo. Todo sufre, como el protagonista, su parte de mutación. A la ópera clásica la sustituye una moderna versión "jazzística" y al espíritu de Kurosawa y Fincher los de Alexandre Aja, Rodríguez, Hooper, Cronenberg (impagable referencia a "Videodrome") y de títulos como "Nadie Vive" (siendo Hasumi un homólogo del asesino de estrenada el mismo año), "Battle Royale" o "El Club del Suicidio". La intención del protagonista, así como del director, es clara y contundente: no convivamos con esta venenosa hipocresía...mejor volémosla de un escopetazo. ¡Pues que así sea!
Cual volcán cuya energía se mantenía latente, aletargada, Hasumi estalla y nada escapa a su venganza universal. Sólo nos resta aceptar que ahora el suspense está en la huida, en esa persecución absolutamente desquiciada con la que Miike vuelve a demoler las barreras de lo convencional regalándonos un homenaje rebosante de humor negro y altas dosis de sangre al "grindhouse" más descarnado, visceral, psicotrónico y tremendamente alocado que se pueda imaginar. Dos películas, dos estilos, dos enfoques, dos atmósferas.
Los amantes del cine más solemne, oscuro y psicológico del director disfrutarán la primera hora del metraje (insisto, pese a sus errores). Los que, por su parte, prefieran su cine más violento, grotesco, sádico y retorcidamente divertido saborearán (de manera literal, pues la sangre salpica y empaña la cámara) el desfase "gore" de la siguiente hora hasta ese final que resulta ser ante todo un guiño mordaz al tan manido subgénero del "psychothriller".
Lo importante es que Miike disfruta haciendo lo que hace, como su asesino, y está claro que desea que lo sepamos.