Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Chris Jiménez:
8
Drama En un barrio miserable e insalubre del Tokio feudal, hay un albergue, regentado por Robukei y su mujer, en el que se puede encontrar alojamiento por poco dinero. Allí conviven gentes de todos los estratos sociales, que ahora pertenecen al bajo proletariado: un antiguo policía, un viejo artesano, un actor fracasado, un ladrón, una prostituta: todos ellos conforman el paisaje cotidiano de la miseria. (FILMAFFINITY)
3 de diciembre de 2020
Sé el primero en valorar esta crítica
...donde descansaban los restos del Mundo, pisoteados y despedazados por su peso; deshechos malolientes de épocas olvidadas que se mimetizaban con las ruinas y la basura de su alrededor.

El clásico de Kaneto Shindo, "Onibaba", se iniciaba con su cámara emergiendo de un pozo, descrito como "Un agujero, negro y profundo, cuya oscuridad permanece desde tiempos remotos hasta ahora..."; siete años antes Akira Kurosawa ya había mostrado el interior de ese agujero y a los seres que moraban en él. Este proyecto que deseaba acometer llegó tras su épica adaptación del "Macbeth" "shakespeariano" al contexto del turbulento siglo XVI en territorio nipón; volvería entonces a fijarse en otro autor europeo, esta vez Maksim Gorki, y escogió quizás su más conocida obra: "Los Bajos Fondos".
Lo más curioso es que la primera vez que llegaba al cine no fue gracias a Renoir (cuyo libreto se distanciaba, como él admitió, del original), sino a Minoru Murata para un auténtico tesoro de los anales del cine nipón: "Rojo no Reikon". Kurosawa cambia la Rusia zarista del XIX por el Japón de la era Edo, periodo bisagra de la Historia del país, y si en la anterior se esforzaba por mostrar la inevitable y terrible desaparición de un mundo por los giros del destino, aquí desvela un mundo que desapareció hace ya mucho tiempo: el de los miserables y los desheredados.

El decorado único en el que se desarrolla la acción, sin ninguna incursión a la ciudad, acentúa la fisura: una fosa, que al principio dos personajes toman por un vertedero de basura, y es sin embargo el hogar de una pequeña comunidad que vive bajo el control tiránico de un hospedero y su esposa; Kurosawa consigue imprimir a este escenario (no muy distinto del que Shindo retrataba en "La Zanja") y a la función teatral que se va a desarrollar en él un hedor repulsivo que brota de las imágenes que filma cuidadosamente. Todo ahí abajo huele, se oye y sabe a pura ruina. Tonosama zarandea a Osen, cuya mirada perdida regresa a la realidad; "estabas soñando otra vez, así que te he despertado".
Ya está todo dicho, de la necesidad del sueño y de su inutilidad, pues la historia así comienza, con un sueño roto; la chica ausente es una prostituta que sólo desea vivir en su mundo interior, poblado de recuerdos bonitos y melancólicos. Al igual que ella los demás personajes también poseen orígenes truncados y la obvia necesidad de evocar un pasado inventado, puede que real, nunca lo sabremos; en ese microcosmos cohabitan más o menos en armonía, aunque cada uno observa sus propias mentiras, miseria, oscuridad y tristeza en el otro, en una mezquina y simpática transmisión recíproca.

Un antiguo actor devorado por la enfermedad que no es capaz de recordar ni sus mejores pasajes, un antiguo samurái desheredado, un agente de policía torpe y patético, un arisco artesano al que no le preocupa el pésimo estado de su anciana esposa y una pandilla de cínicos jugadores y bebedores que contemplan la vida según lo que tienen delante, todos ellos en el seno de una intriga presidida por el amor no correspondido de Sutekichi, impulsivo y violento ladrón, por Okayo, hermana menor de la repugnante hospedera e instigadora de maldad Osugi. El film se asemeja perfectamente a los principios de una obra bunraku, con los personajes siendo las marionetas y los dos caseros los individuos que las manejan.
En este ambiente opresivo agobiante y en constante supuración de mugre y sudor, viene a introducirse un anciano que parece ser un monje budista (a juzgar por su túnica blanca con la cual se distingue de los demás, invadidos por el negro tétrico), y que representa de algún modo esa voz interior que resuena, aunque muy débil, en el corazón y la mente de los demás; no así esta especie de guardián de la esperanza, sabio, amable y de lapidarias sentencias oculta un pasado misterioso que tampoco será revelado. Pero la visión de Kurosawa es tan pesimista y ácida que la ocasión de redimirse o hallar una salida es imposible, al contrario que en la versión de Renoir.

Es imposible porque la condición de perdedores, hipócritas, nihilistas y malnacidos hace de los protagonistas lo que son. Los hospederos nada tienen que ver con lo que pudiera llamarse una clase media-alta; son tan ruines, conspiradores y tiranos como los inquilinos, más aún, pues los controlan a su antojo. Se respeta la narración "sin trama" de la obra original aunque la atención recae de forma inevitable en el cuadro amoroso formado por Sutekichi, Okayo, Osugi y Rokubei, marido de ésta; una intriga trágica que no habrá de culminar salvo en el mayor de los desconciertos, de nuevo señalando el director la perfidia y maldad de la mujer.
El Wasska de la novela es encarnado por un Toshiro Mifune pletórico de fuerza, brindando una angustiante interpretación junto a Kyoko Kagawa (en su primera colaboración con el cineasta) e Isuzu Yamada (Asaji en "Trono de Sangre"), de nuevo en la piel de una fémina odiosa a la que el espectador sólo desearía ver destripada. Minoru Chiaki, Koji Mitsui, Bokuzen Hidari, Akemi Negishi y el maravilloso Kamatari Fujiwara, entre otros, son la garantía de esta durísima e indigesta radiografía que Kurosawa realiza de la Humanidad del submundo, y con apenas dos decorados a lo largo de un rodaje que le ocupó poco más de un mes.

Con 13 años éste visitó junto a su hermano Heigo las ruinas de Tokyo que tras su paso dejó el gran terremoto de 1.923; aquél le dijo "mira bien y no cierres los ojos; si lo haces el miedo acabará por apoderarse de ti...pero podrás resistir si lo miras de frente". Esa mirada se prolonga aquí y es la que mantienen los personajes más lúcidos, los que al final sólo pueden afrontar todo el caos reinante con una animada danza que se inscribe entre las secuencias más bellas de la carrera del nipón.
Danza que gesto a gesto crea una comunidad aunada por un movimiento común, de una fuerza invisible, que les atraviesa y les une...aunque el sueño no puede tardar de nuevo en romperse...
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow