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Voto de Chris Jiménez:
8
Intriga. Drama El fiscal del distrito de Nueva York asigna a un abogado novato (Andy García) su primer caso: que se haga cargo de la acusación en el juicio más polémico y de mayor impacto mediático de la ciudad: un traficante de drogas es acusado de asesinato, pero el asunto tiene implicaciones de corrupción policial. Del caso en cuestión se ocuparon su padre, que resultó herido, y otro policía, que resultó muerto... (FILMAFFINITY)
20 de marzo de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Siempre empieza de este modo: todos son inocentes. Están mintiendo...en cuanto abren la boca mienten. Dentro de una semana alguno querrá llegar a un acuerdo y todo el castillo de naipes se vendrá abajo. Caerán todos".
Estas son algunas de las consecuencias que derivan de la corrupción, el perjurio y la hipocresía, y será el sr. Sidney Lumet quien nos las revele con todo lujo de detalles en la que posiblemente sea una de las más grandes obras de su carrera.

Para el idealista Sean Casey, un joven recién graduado en el colegio de abogados que actúa como asistente del fiscal del distrito de New York, existe una única norma a la hora de juzgar a un sospechoso: la justicia. Una norma que defiende en base a sus sólidos principios, entre los que se hayan hacer respetar la ley y aplicarla del modo más honesto posible; tras ganarse poco a poco una reputación se encuentra, de repente, con la gran oportunidad de su carrera al tener que ocuparse de un supuestamente sencillo caso.
El acusado es Jordan Washington, un peligroso traficante de drogas y sospechoso de haber asesinado a varios policías en el curso de una redada desastrosa donde el mismo padre de Sean, Liam, ha sido herido de gravedad. A pesar de ser defendido con tenacidad por el veterano Sam Vigoda, las pruebas no pueden estar más claras: ese hombre es un criminal y ha de pagar, pero lo que nadie espera es la trama de corrupción que descubre Washington en la que varios agentes de distintas comisarías pueden ser culpables de soborno, tráfico de drogas y chantaje; para desgracia de Sean el simple caso se transforma en algo mucho más importante, con lo que éste hará todo lo posible por destapar la verdad, y más aún sabiendo que su padre puede estar implicado.

Tengo que confesar que nunca fui un entusiasta de los dramas y "thrillers" judiciales hasta hace muy poco. Me resultaba sofocante y tedioso todo el proceso de acusación de un acusado mientras yo pensaba para mis adentros "pero vamos a ver, ¡si es culpable, coño!...¿por qué no lo agarráis, le metéis cuatro balas en el corazón y lo echáis a un río como harían Charles Bronson o Clint Eastwood?". Luego te enteras de que existen unas cosas llamadas pruebas, derechos y enmiendas que, sin duda, complican un montón el caso, pero cuando mi interés por este género era completamente nulo llegaron dos directores que me hicieron cambiar de idea: Alfred Hitchcock y Sidney Lumet.
A este último lo conocí gracias a "El Abogado del Diablo", una de sus películas más flojas, como todo el mundo opina (aunque por lo menos me resultó entretenida). Tras un paso por la taquilla que se debatía entre la indiferencia y el descontento, el director regresó a New York; allí, sin dar señas de agotamiento, decidió escribir el guión del que sería su siguiente proyecto, una nueva incursión en el género que mejor dominaba y que había estado tratando desde el comienzo de su carrera en el cine: el drama judicial. Y esta vez lo haría como Dios manda.

Para ello tomó la inspiración de una novela que le dejó sorprendido, "Tainted Evidence", de Robert Daley, escritor que ya había visto varios de sus textos llevados al cine (siendo "Manhattan Sur", de Cimino, una de las mejores adaptaciones). Aparte de esto, y para reforzar la nota dramática, Lumet se basó en el famoso caso de Larry Davis, un criminal que acabó matando a varios policías del departamento de New York en Noviembre de 1.986 durante una catastrófica redada y que consiguió evadir la condena por más de dos semanas con la ayuda del abogado Will Kunstler, quien aseguraba que detrás se hallaba una tupida red de corrupción policial.
Con todas estas bases, "La Noche cae sobre Manhattan" es, simple y llanamente, el clásico "thriller" de suspense de Sidney Lumet, con todas sus conspiraciones, secretos, tramas de corrupción, cortinas de humo, trampas argumentales y esa incisiva crítica que no deja títere con cabeza (un recurrente de su cine) a la hipocresía del sistema judicial estadounidense y al abuso de poder, en eso que enfrenta al personaje principal, un abogado recto e idealista que respeta la ley y el orden, a un gran dilema moral donde el sentido de la justicia quedará puesto en duda de la manera más pesimista. Intriga, drama, gotas de acción y violencia aquí y allá confluyen en una historia que se va desarrollando lentamente y que termina por absorber al espectador.

Una de las mejores bazas del film es el gran equipo artístico con el que cuenta el director. Andy García sorprendente y en una gran variedad de registros, encabezando el plantel junto a Lena Olin y un desfile de conocidos rostros donde tenemos a James Gandolfini, Richard Dreyfuss, Ian Holm y un impagable Ron Leibman (al que algunos recordarán por ser el padre de Rachel Green) muy en la onda de James Woods.
Puede que ya nos hayamos cruzado mil veces con una película de este estilo (bueno, las hay a patadas). Sí, es verdad, pero "La Noche cae sobre Manhattan" está tan bien construida y elaborada y realizada con esa eficiencia de viejo zorro que a Lumet caracteriza que merece figurar entre los más brillantes "thrillers" de los '90 y, por supuesto, entre las obras maestras de su director.

"Un ilimitado amor a la verdad e instinto para atacar a la yugular...¡eso hace grande a un fiscal!".
Una frase muy significativa pronunciada por el personaje de Morgenstern que habría que aplicar a Lumet, sólo que cambiando lo de "fiscal" por "un director como él".
Chris Jiménez
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