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Voto de Chris Jiménez:
10
Terror. Intriga. Thriller Marion Crane, una joven secretaria, tras cometer el robo de un dinero en su empresa, huye de la ciudad y, después de conducir durante horas, decide descansar en un pequeño y apartado motel de carretera regentado por un tímido joven, Norman Bates, que vive en la casa de al lado con su madre. (FILMAFFINITY)
26 de abril de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última frase de la película se quedaría grabada en mi cerebro para siempre.
Un claro ejemplo del dominio del sr. Hitchcock para provocar la angustia del público e inquietarle sin dejar de lado, al mismo tiempo, su particular humor negro, realmente retorcido.

Finales de los '50. Alfred Hitchcock cuenta con tres décadas de carrera, un puñado de obras maestras y es considerado uno de los directores más grandes. En 1.959, "Con la Muerte en los Talones" fue un éxito rotundo y dio al inglés otro triunfo; aquel mismo año salió a la venta la novela "Psycho", escrita por Robert Bloch, quien se inspiró en el caso real del psicópata Ed Gein (a quien ya se le han dedicado muchos estudios) para crear a su Norman Bates. Por desgracia, los ejecutivos de Paramount Pictures rechazaron la idea de producir una adaptación de aquel libro.
En respuesta, el director propuso realizarla de una manera económica y rápida: en blanco y negro y usando al equipo de su serie "Alfred Hitchcock Presenta". ¡Y ni con esas les convenció!, así que la cosa estaba clara. El buen hombre se autofinanciaría el proyecto y trabajaría sirviéndose de los estudios de la Universal (Paramount acabó entrando en los temas de distribución), con el no muy experimentado Joseph Stefano a cargo del guión, quien se mantuvo fiel a la novela salvo por algunos retoques, eliminándose el alcoholismo del personaje de Bates y su interés en el ocultismo y la pornografía (esto último quedaría insinuado en el film...).

Una mujer, un amante, una huida, 40.000 dólares. Recursos conocidos que se encuentran con algo inesperado en el camino: un motel de carretera. Esta tergiversadora intriga se aparta de las claves de "Con la Muerte en los Talones", reduciéndose los espacios, abandonando la diversión y la aventura y presentando una galería de pesimistas antihéroes; es decir, "Psicosis" da una vuelta de tuerca al cine del director, y sus primeros 26 minutos lo demuestran, con la aparentemente fiable e inocente Marion que se lanza a la carretera para huir de sus perseguidores. Pero, al contrario de los falsos culpables que ocupaban las fábulas "hitchcockianas", esta mujer, que ya lleva tiempo deslizándose por el sendero de la mediocridad, se convierte, además, en una vulgar ladrona.
Todo esto tras una larga escena de apertura en la que el inglés vuelve a repetir una de sus obsesiones: el voyeurismo. Dijo Jean Douchet: "Supongamos que James Stewart bajara de la pantalla de "La Ventana Indiscreta" y […] se volviera espectador […]. Su apetito de voyeur quedaría saciado desde el principio de "Psicosis" ". Y es muy cierto. El ojo del espectador sigue a esa Marion, siempre objetivamente aunque asumiendo un papel de complicidad, que acepta un motel sórdido a plena luz del día, que se queda con el dinero, que huye para esconderse...

Pero lo trepidante acaba cuando se avistan las luces del cartel del motel, y de la intriga se pasa a la angustia y la asfixia. La mujer está sola en un lugar siniestro, vaticinamos un peligro planeando sobre ella, como los pájaros disecados de la sala; por último, el inquietante gerente asume nuestro papel espiando a Marion y a partir de ahí nos pondremos en su lugar. Nuestros instintos y deseos más terribles se disparan con "Psicosis": hemos sido cómplices de un robo y un asesinato, y aun así, engullimos para siempre lo sucedido en nuestro inconsciente. Hitchcock, que parece tomar influencia del pequeño clásico "noir" "La Calle del Misterio", da vida a una obra de la que podrían escribirse páginas y páginas de análisis y en la que nada es lo que parece.
La dualidad alcanza todos los contextos, tanto el social como el humano y el psicológico, y el director se atreve a interpenetrar en el reverso más oscuro de ellos. Técnicamente, el film desborda la perfección absoluta, con una cámara envolvente y de arriesgados movimientos que nos introduce sin compasión en la pesadilla, sumándose la música de Herrmann, que anticipa los momentos álgidos de la acción con estridentes notas (uno de los recursos más imitados), la bellísima (o tenebrosa) fotografía de John L. Russell y la interpretación de los actores. Anthony Perkins convierte a Norman Bates en el prototipo de "psychokiller" y logra plasmar la dolorosa mezquindad del ser humano, así como el conflicto de doble personalidad más extremo alcanzado por éste, de forma brillante.

Al tiempo que esa maravillosa Janet Leigh encarna con su Marion el reflejo de la doble moral imperante en la sociedad. Vera Miles, John Gavin y Martin Balsam ofrecen unas muy solventes actuaciones...aunque es difícil reparar en ellos teniendo a Perkins en cabeza. Construida sobre una sobriedad tan engañosa como esa vida cotidiana que critica sin piedad, esta visceral y perturbadora obra maestra que marca el inicio de un subgénero muy lucrativo (el "slasher") y que se llega a convertir en la más representativa del suspense "hitchcokiano", sobrevive al paso del tiempo sin problemas.
Sobre todo gracias a tres secuencias que han pasado a la historia: el asesinato en la ducha (donde el director brinda un homenaje a su ídolo Cecil DeMille), el ataque a Arbogast en la escalera y el escalofriante clímax final. La leyenda de Bates renace en los '80 con bastante mediocridad y Gus Van Sant se encarga más tarde de un "remake" que no se lleva nada salvo el desprecio de las masas.

Seamos sinceros, ¿hay alguna "Psicosis" más aterradora que la planteada por Hitchcock?
Ni pensarlo.
Chris Jiménez
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