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Voto de Chris Jiménez:
4
6,2
4.693
Terror. Drama
Sang-hyun, un caritativo sacerdote que suele visitar a los pacientes del pequeño hospital de su ciudad, vive atormentado por las dudas y la desesperación que le provoca un mundo dominado por el sufrimiento y la muerte. El deseo de salvar vidas lo lleva a África, para participar en un proyecto cuyo objetivo es encontrar una vacuna contra un virus letal. Allí contrae una enfermedad mortal de la que se recupera casi milagrosamente. La ... [+]
29 de agosto de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"...Viendo que era incapaz de dormir, que el insomnio se había adueñado de su irritada carne, se tendió de espaldas, abrió los ojos por completo y dejó que la cabeza se llenara de recuerdos de la joven. Se había quebrado el equilibrio, de nuevo lo agitaba la fiebre ardiente de antaño [...]; al pensar en ello la sangre se le subía al cuello...".
Resuena aún entre las nubes de las historias románticas la visceralidad vivida a gritos por Thérèse Raquin y su amante Laurent, gritos que a través de las décadas y los mares han sido capaces de llegar desde la Francia del Segundo Imperio hasta la Corea contemporánea. Se jacta de ello el sr. Chan-Wook Park, que a partir de dejar atrás su Trilogía de la Venganza va a experimentar una tendencia creciente hacia el fantástico, con los innovadores cruces de géneros correspondientes, como ya demuestra en "I'm a Cyborg", tan celebrada por algunos y tan despreciada por otros...
Se dispone entonces a cumplir un proyecto que hierve en su interior y ha necesitado una maduración de nada menos que una década para llevarlo a cabo, mientras se ocupa de otros asuntos; se basa en una idea muy interesante repartida en dos instantes clave: el personaje principal es un sacerdote que se convierte en vampiro después de una misteriosa transfusión y la obsesión de éste por una mujer a la cual, del mismo modo, transmite su sangre ya "contaminada". Según él queda un enorme espacio en blanco, y pese a ser un cinéfilo empedernido que adora el subgénero, en Corea no existe como en Europa un mito del vampirismo al que aferrarse.
Esto no es óbice para evitar extraer las influencias de sus obras favoritas, desde el "Nosferatu" clásico hasta la fábula sucia, urbana y minimalista de Abel Ferrara, "The Addiction"; sin embargo, en su lugar, se acerca a lo más impensable (o tal vez no, si se aprecian los detalles): "Thérèse Raquin", una de las más brillantes creaciones del genio Émile Édouard Zola, su primer gran éxito y generadora de una controversia notable allá por 1.868. Dicho apartado pasa desapercibido durante el prólogo que el coreano nos brinda, haciendo uso de un ritmo paciente y una puesta en escena oscura pero elegante, entregándose a la melancolía a través del drama personal de un sacerdote cuya vocación se ve debilitada poco a poco...
Encarnado por un flemático Kang-Ho Song, es la vocación misma el motivo de su insatisfacción; como hombre piadoso que lleva una existencia basada en corresponder a los demás, soportar sus penas, pecados y, sobre todo, sus muertes. Y entonces se da su peregrinaje hacia África para convertirse en un mártir sacrificial, o un suicida martirizado; el problema es que todo este tramo, bajo narración subjetiva, es demasiado corto y muchos sucesos se acumulan en él por medio de abruptas elipsis. No se profundiza más allá en este personaje, ni en su angustia, ni en su estancia en el apartado lugar, antes de suceder el incidente que hace virar (de nuevo) la historia.
La transfusión, primer paso a la conversión. Park la registra poco a poco, se introduce en los paulatinos cambios que experimenta Sang-Hyun a partir no de un suceso fantástico relacionado con la mitología del vampiro, sino a partir de un experimento científico; es una mutación fisiológica en el marco del horror "cronenbergiano" (de hecho mucho tiene de los personajes del canadiense, los cuales se ven arrastrados por una fuerza que no pueden controlar nacida de su propio organismo). El director deja entrever sus trazos de humor malévolo al torcer las reglas existenciales de un hombre que vivía para servir a los demás y ahora necesita a los demás para sobrevivir.
Su objetivo al concebir "Thirst" era relatar la corrupción moral de un hombre religioso, dedicado a la fe, y vencido por una sed de sangre que desafía toda fe y toda ley moral en la sociedad humana; nos deja en el aire la pregunta de si debería sentirse culpable por ello, pues no deseó esta transformación aberrante. A sus ojos (y a los nuestros) él también es una víctima. Y en esta lucha trascendental salpicada de violento efectismo...¡de repente!...se cuela la herencia de Zola; Park juega a sustituir al pintor Laurent por el cura, al amigo de la infancia Camille por Kang-Woo y a la instigadora de las pasiones Thérèse por Tae-Ju.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Terrible decisión: cuando la historia se podría haber cerrado decentemente al recibir Tae-Ju la mordedura de Sang-Hyun y tras ese "Feliz cumpleaños", Park decide que no es suficiente y continúa, pero perdiendo la cabeza por el camino. Y uno ya no sabe si está viendo una comedia de terror, un melodrama violento, una tragedia de humor negro o un romance fantástico.
Esto no afectó a las buenas recaudaciones en taquilla, a la entrada en festivales internacionales ni a la crítica en general, si bien muchos quedaron tan confusos y exhaustos como un servidor con esta historia que lleva a los vampiros a otro nivel...aunque no se sabe muy bien a cual...
Resuena aún entre las nubes de las historias románticas la visceralidad vivida a gritos por Thérèse Raquin y su amante Laurent, gritos que a través de las décadas y los mares han sido capaces de llegar desde la Francia del Segundo Imperio hasta la Corea contemporánea. Se jacta de ello el sr. Chan-Wook Park, que a partir de dejar atrás su Trilogía de la Venganza va a experimentar una tendencia creciente hacia el fantástico, con los innovadores cruces de géneros correspondientes, como ya demuestra en "I'm a Cyborg", tan celebrada por algunos y tan despreciada por otros...
Se dispone entonces a cumplir un proyecto que hierve en su interior y ha necesitado una maduración de nada menos que una década para llevarlo a cabo, mientras se ocupa de otros asuntos; se basa en una idea muy interesante repartida en dos instantes clave: el personaje principal es un sacerdote que se convierte en vampiro después de una misteriosa transfusión y la obsesión de éste por una mujer a la cual, del mismo modo, transmite su sangre ya "contaminada". Según él queda un enorme espacio en blanco, y pese a ser un cinéfilo empedernido que adora el subgénero, en Corea no existe como en Europa un mito del vampirismo al que aferrarse.
Esto no es óbice para evitar extraer las influencias de sus obras favoritas, desde el "Nosferatu" clásico hasta la fábula sucia, urbana y minimalista de Abel Ferrara, "The Addiction"; sin embargo, en su lugar, se acerca a lo más impensable (o tal vez no, si se aprecian los detalles): "Thérèse Raquin", una de las más brillantes creaciones del genio Émile Édouard Zola, su primer gran éxito y generadora de una controversia notable allá por 1.868. Dicho apartado pasa desapercibido durante el prólogo que el coreano nos brinda, haciendo uso de un ritmo paciente y una puesta en escena oscura pero elegante, entregándose a la melancolía a través del drama personal de un sacerdote cuya vocación se ve debilitada poco a poco...
Encarnado por un flemático Kang-Ho Song, es la vocación misma el motivo de su insatisfacción; como hombre piadoso que lleva una existencia basada en corresponder a los demás, soportar sus penas, pecados y, sobre todo, sus muertes. Y entonces se da su peregrinaje hacia África para convertirse en un mártir sacrificial, o un suicida martirizado; el problema es que todo este tramo, bajo narración subjetiva, es demasiado corto y muchos sucesos se acumulan en él por medio de abruptas elipsis. No se profundiza más allá en este personaje, ni en su angustia, ni en su estancia en el apartado lugar, antes de suceder el incidente que hace virar (de nuevo) la historia.
La transfusión, primer paso a la conversión. Park la registra poco a poco, se introduce en los paulatinos cambios que experimenta Sang-Hyun a partir no de un suceso fantástico relacionado con la mitología del vampiro, sino a partir de un experimento científico; es una mutación fisiológica en el marco del horror "cronenbergiano" (de hecho mucho tiene de los personajes del canadiense, los cuales se ven arrastrados por una fuerza que no pueden controlar nacida de su propio organismo). El director deja entrever sus trazos de humor malévolo al torcer las reglas existenciales de un hombre que vivía para servir a los demás y ahora necesita a los demás para sobrevivir.
Su objetivo al concebir "Thirst" era relatar la corrupción moral de un hombre religioso, dedicado a la fe, y vencido por una sed de sangre que desafía toda fe y toda ley moral en la sociedad humana; nos deja en el aire la pregunta de si debería sentirse culpable por ello, pues no deseó esta transformación aberrante. A sus ojos (y a los nuestros) él también es una víctima. Y en esta lucha trascendental salpicada de violento efectismo...¡de repente!...se cuela la herencia de Zola; Park juega a sustituir al pintor Laurent por el cura, al amigo de la infancia Camille por Kang-Woo y a la instigadora de las pasiones Thérèse por Tae-Ju.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Terrible decisión: cuando la historia se podría haber cerrado decentemente al recibir Tae-Ju la mordedura de Sang-Hyun y tras ese "Feliz cumpleaños", Park decide que no es suficiente y continúa, pero perdiendo la cabeza por el camino. Y uno ya no sabe si está viendo una comedia de terror, un melodrama violento, una tragedia de humor negro o un romance fantástico.
Esto no afectó a las buenas recaudaciones en taquilla, a la entrada en festivales internacionales ni a la crítica en general, si bien muchos quedaron tan confusos y exhaustos como un servidor con esta historia que lleva a los vampiros a otro nivel...aunque no se sabe muy bien a cual...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Del mismo modo que la mujer de Zola, su análoga coreana (la bellísima y entregada Ok-Bin Kim, a quien los aficionados al terror oriental ya conocemos de "Arang" y la 4.ª entrega de la soporífera saga "Whispering Corridors") es también huérfana y sufre condenada a un hogar de monotonía y esclavitud, bajo el yugo de una "tía" demasiado estricta con ella y demasiado protectora con su hijo (Ha-Kyun Shin logra sin ningún esfuerzo que detestes al personaje hasta hacerte sangrar los hígados cada vez que asoma esa cara de subnormal merecedora de varios pisotones).
En este caso la "vida sensual" de artista de Laurent se llena ahora con el pecado de la sangre ajena que está consumiendo a Sang-Hyun...pero, y esta es la pregunta del millón para el cineasta, ¿era realmente acertada su decisión de introducir el tema vampírico en esa historia que poco a poco se abre de amor furtivo y pasión lujuriosa a conspiración y asesinato conyugal? ¿No lo podría haber aparcado y dedicarse a la adaptación de Zola ciñéndose a los códigos del "thriller" y el melodrama romántico? Con su estilo, sí, pero sin padecer su obra de ese fallo típico donde una trama invade a la otra y consigue solapar sus principios narrativos y estilísticos.
Porque eso es lo que sucede: asesinato en un bote incluido. Toda la fatalidad y perturbadora fábula de amor obsesivo de Laurent y Thérèse se extrapola a "Thirst" durante un largo tramo y el vampirismo queda en un segundo plano; se suceden los mismos hechos: el buen encubrimiento del crimen, la caída en shock de la madre y la aparición de la culpa que comienza a destruir mental y emocionalmente a los protagonistas. Park deslumbra aquí con esa fascinante y abrumadora puesta en escena de alardes oníricos, se mete en las cabezas y los corazones de los enamorados y los tortura, los somete a pesadillas, los acerca a la muerte y la locura.
De vez en cuando, haciéndolo todo aún más bizarro, se nos echan encima algunos instantes de corte cómico-romántico que remiten a la cursilería de la infame "Crepúsculo", estrenada un año antes, que hasta al pobre Park influyó...(¿Tae-Ju y Sang-Hyun volando por la ciudad?, ¡venga ya!). Esta mezcolanza de tonos, de variaciones de ritmo, de ocurrencias sin sentido y de enfoques provoca al film caer en una incoherente deriva cuya dirección no sabe bien cual es, y ello unido al carácter cambiante, luego confuso, de los personajes, en especial Tae-Ju, para quien el asunto del crimen ha significado una gran liberación emocional y sexual (en el caso de Sang-Hyun otra condena más, irónicamente).
La 3ª parte, como por arte de magia, regresa por entero al tema vampírico mientras sostiene la novela de Zola. Cometido el crimen, ahogados por la culpa, con la viuda perdiendo la cabeza a cada dos por tres y la madre de observadora muda, el sacerdote por fin convierte a la anterior en otra succionadora de sangre; es la secuencia a partir de la cual empezó el director todo este proyecto...y la que termina de cargarse la película. Se nota que Ok-Bin Kim disfruta de este absurdo disparate y expone a la perfección las diferentes fases de su personaje (de mujer adulta silenciosa a joven enérgica y vital y a niña inconsciente y caprichosa).
Ella sí, pero para el espectador es un suplicio de ocurrencias excesivas y surrealistas; la pareja, cuya sed de sangre no sirve para unirles, se apunta a la cacería humana y con ello a su completa degeneración física, espiritual y mental, donde todo es efectismo gratuito y escenas donde el humor pasa de retorcido a ridículo.
Pero al menos se concluirá de forma magistral al borde de ese acantilado donde preparan su final cuando le vuelven a Sang-Hyun la moral y humanidad que ya había perdido completamente; y al ser el veneno original de la novela lo que aquí les alimenta, nada mejor que ese abrazo ante el sol, una versión fatal del final de "I'm a Cyborg", que tanto purifica como destruye.
En este caso la "vida sensual" de artista de Laurent se llena ahora con el pecado de la sangre ajena que está consumiendo a Sang-Hyun...pero, y esta es la pregunta del millón para el cineasta, ¿era realmente acertada su decisión de introducir el tema vampírico en esa historia que poco a poco se abre de amor furtivo y pasión lujuriosa a conspiración y asesinato conyugal? ¿No lo podría haber aparcado y dedicarse a la adaptación de Zola ciñéndose a los códigos del "thriller" y el melodrama romántico? Con su estilo, sí, pero sin padecer su obra de ese fallo típico donde una trama invade a la otra y consigue solapar sus principios narrativos y estilísticos.
Porque eso es lo que sucede: asesinato en un bote incluido. Toda la fatalidad y perturbadora fábula de amor obsesivo de Laurent y Thérèse se extrapola a "Thirst" durante un largo tramo y el vampirismo queda en un segundo plano; se suceden los mismos hechos: el buen encubrimiento del crimen, la caída en shock de la madre y la aparición de la culpa que comienza a destruir mental y emocionalmente a los protagonistas. Park deslumbra aquí con esa fascinante y abrumadora puesta en escena de alardes oníricos, se mete en las cabezas y los corazones de los enamorados y los tortura, los somete a pesadillas, los acerca a la muerte y la locura.
De vez en cuando, haciéndolo todo aún más bizarro, se nos echan encima algunos instantes de corte cómico-romántico que remiten a la cursilería de la infame "Crepúsculo", estrenada un año antes, que hasta al pobre Park influyó...(¿Tae-Ju y Sang-Hyun volando por la ciudad?, ¡venga ya!). Esta mezcolanza de tonos, de variaciones de ritmo, de ocurrencias sin sentido y de enfoques provoca al film caer en una incoherente deriva cuya dirección no sabe bien cual es, y ello unido al carácter cambiante, luego confuso, de los personajes, en especial Tae-Ju, para quien el asunto del crimen ha significado una gran liberación emocional y sexual (en el caso de Sang-Hyun otra condena más, irónicamente).
La 3ª parte, como por arte de magia, regresa por entero al tema vampírico mientras sostiene la novela de Zola. Cometido el crimen, ahogados por la culpa, con la viuda perdiendo la cabeza a cada dos por tres y la madre de observadora muda, el sacerdote por fin convierte a la anterior en otra succionadora de sangre; es la secuencia a partir de la cual empezó el director todo este proyecto...y la que termina de cargarse la película. Se nota que Ok-Bin Kim disfruta de este absurdo disparate y expone a la perfección las diferentes fases de su personaje (de mujer adulta silenciosa a joven enérgica y vital y a niña inconsciente y caprichosa).
Ella sí, pero para el espectador es un suplicio de ocurrencias excesivas y surrealistas; la pareja, cuya sed de sangre no sirve para unirles, se apunta a la cacería humana y con ello a su completa degeneración física, espiritual y mental, donde todo es efectismo gratuito y escenas donde el humor pasa de retorcido a ridículo.
Pero al menos se concluirá de forma magistral al borde de ese acantilado donde preparan su final cuando le vuelven a Sang-Hyun la moral y humanidad que ya había perdido completamente; y al ser el veneno original de la novela lo que aquí les alimenta, nada mejor que ese abrazo ante el sol, una versión fatal del final de "I'm a Cyborg", que tanto purifica como destruye.