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Voto de Chris Jiménez:
9
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Aventuras. Comedia
Varios automovilistas conducen por un agreste paisaje del sur de California. De pronto, un coche les adelanta a gran velocidad y, al tomar una curva, se precipita por un barranco. Los automovilistas intentan ayudar al conductor del vehículo siniestrado, el cual, antes de morir, les confiesa que tiene escondido un botín de trescientos mil dólares en el parque de Santa Rosita. (FILMAFFINITY)
4 de marzo de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La oportunidad de tener una gran fortuna entre las manos hace disparar a cualquiera algunas de las emociones más antiguas que atan al ser humano: la codicia, la ambición, la violencia...
Y la respuesta corresponde exactamente al título con que se la bautizó: la razón es que el Mundo está loco, loco, loco.
El encargado de mostrárnoslo como es debido fue nada menos que el nativo de Manhattan Stanley Kramer, productor, guionista y uno de esos cineastas clave para comprender el compromiso social en el cine de hace sesenta años; suyas fueron verdaderas joyas como "La Hora Final", "Fugitivos" o "El Juicio de Nuremberg", grandes producciones con repartos estelares y un importante mensaje que atravesara las entrañas del espectador, no así trabajos muy oscuros, amargos y con una pronunciada vena pesimista. Entonces un crítico le impuso un desafío afirmando que jamás sería capaz de manejarse en otro género que no fuera el drama.
El guión del matrimonio William y Tanya Rose cambiaría esto cuando Kramer se hizo cargo, desplazando su argumento imaginado en Escocia a tierras americanas y con la intención de filmar, en sus palabras, "la comedia definitiva". Podría desde luego alzarse con este honor en cuanto a esfuerzo se refiere; su obra tomó más de ocho meses en rodarse con un presupuesto de casi 10 millones de dólares (muy holgado entonces) y un elenco plagado de celebérrimos rostros. Pero la trama de esta épica producción filmada en UltraPanavision cuyo montaje original pasaba de las 3 horas y media (luego recortado por United Artists para su mejor exposición en cines) no podía ser en realidad más sencillo.
En una larga carretera en pleno desierto con destino a California un coche sale despedido hacia la montaña. Esta espectacular secuencia sólo es el preámbulo de lo que vamos a ver; el anciano gángster de dicho vehículo comparte en su lecho de muerte el sueño que perseguía con las personas que lo socorren: coger los 350.000 dólares que hay enterrados en un parque de la costa. Si la carretera se convertía en escenario de tragedia ahora se convertirá en el escenario de un estallido de locura cuando los conductores, en lugar de dejar sus diferencias y pensar en repartir el botín, se lancen a una frenética carrera para llegar antes que ningún otro hasta él.
Puede que Kramer se entregue a los principios del humor más absurdo y delirante que pueda existir, pero su discurso sigue siendo tan serio como en sus dramas; aquí se dedica a retratar la férrea avaricia del hombre, pues absolutamente todos los protagonistas serán capaces de cualquier cosa para conseguir el dinero, haciendo imposible la equidad entre ellos (bien presentada en ese brillante diálogo donde nadie está de acuerdo con el reparto de beneficios). Si el film no comete el fallo de meterse en terrenos farragosos es por la manera tan acertada que tienen los Rose de describir a cada personaje.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Sid Caesar, Phil Silvers, Mickey Rooney, Milton Berle, Buddy Hackett, Dick Shawn, Edie Adams, Jonathan Winters, Spencer Tracy o Thomas Terry Stevens entre otros...distintas generaciones de actores que brindan no sólo un soberbio dominio del humor físico, sino de la comedia verbal gracias a unos diálogos frescos, ingeniosos y desprovistos de cualquier clase de barrera debido a su sana pretensión de hacer reír sin más (el mejor se lo lleva Stevens en ese mítico discurso sobre el peligro de la debilidad de los hombres y el poder de las mujeres en la sociedad americana que a más de uno pondría los pelos de punta hoy día...pero a mí me encanta).
Cómo no el experimento de Kramer se saldó con unas increíbles cifras en taquilla, la buena respuesta de los críticos (el que le acusó de no poder hacer un film de humor tuvo su merecido) y el honor de ocupar las páginas de la Historia como una de aquellas influyentes comedias que cambiaron el género en la década de los '60. De hecho formó un buen equipo en aquel 1.963 con otros títulos que también merecen figurar en esa lista, como "Irma, "la Dulce" ", "La Pantera Rosa", "I Mostri", "El Profesor Chiflado" o la joya de Fellini "8½".
Honor con el que jamás se hizo ni se hará el horrible "remake" de Jerry Zucker realizado en 2.001...
Y la respuesta corresponde exactamente al título con que se la bautizó: la razón es que el Mundo está loco, loco, loco.
El encargado de mostrárnoslo como es debido fue nada menos que el nativo de Manhattan Stanley Kramer, productor, guionista y uno de esos cineastas clave para comprender el compromiso social en el cine de hace sesenta años; suyas fueron verdaderas joyas como "La Hora Final", "Fugitivos" o "El Juicio de Nuremberg", grandes producciones con repartos estelares y un importante mensaje que atravesara las entrañas del espectador, no así trabajos muy oscuros, amargos y con una pronunciada vena pesimista. Entonces un crítico le impuso un desafío afirmando que jamás sería capaz de manejarse en otro género que no fuera el drama.
El guión del matrimonio William y Tanya Rose cambiaría esto cuando Kramer se hizo cargo, desplazando su argumento imaginado en Escocia a tierras americanas y con la intención de filmar, en sus palabras, "la comedia definitiva". Podría desde luego alzarse con este honor en cuanto a esfuerzo se refiere; su obra tomó más de ocho meses en rodarse con un presupuesto de casi 10 millones de dólares (muy holgado entonces) y un elenco plagado de celebérrimos rostros. Pero la trama de esta épica producción filmada en UltraPanavision cuyo montaje original pasaba de las 3 horas y media (luego recortado por United Artists para su mejor exposición en cines) no podía ser en realidad más sencillo.
En una larga carretera en pleno desierto con destino a California un coche sale despedido hacia la montaña. Esta espectacular secuencia sólo es el preámbulo de lo que vamos a ver; el anciano gángster de dicho vehículo comparte en su lecho de muerte el sueño que perseguía con las personas que lo socorren: coger los 350.000 dólares que hay enterrados en un parque de la costa. Si la carretera se convertía en escenario de tragedia ahora se convertirá en el escenario de un estallido de locura cuando los conductores, en lugar de dejar sus diferencias y pensar en repartir el botín, se lancen a una frenética carrera para llegar antes que ningún otro hasta él.
Puede que Kramer se entregue a los principios del humor más absurdo y delirante que pueda existir, pero su discurso sigue siendo tan serio como en sus dramas; aquí se dedica a retratar la férrea avaricia del hombre, pues absolutamente todos los protagonistas serán capaces de cualquier cosa para conseguir el dinero, haciendo imposible la equidad entre ellos (bien presentada en ese brillante diálogo donde nadie está de acuerdo con el reparto de beneficios). Si el film no comete el fallo de meterse en terrenos farragosos es por la manera tan acertada que tienen los Rose de describir a cada personaje.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Sid Caesar, Phil Silvers, Mickey Rooney, Milton Berle, Buddy Hackett, Dick Shawn, Edie Adams, Jonathan Winters, Spencer Tracy o Thomas Terry Stevens entre otros...distintas generaciones de actores que brindan no sólo un soberbio dominio del humor físico, sino de la comedia verbal gracias a unos diálogos frescos, ingeniosos y desprovistos de cualquier clase de barrera debido a su sana pretensión de hacer reír sin más (el mejor se lo lleva Stevens en ese mítico discurso sobre el peligro de la debilidad de los hombres y el poder de las mujeres en la sociedad americana que a más de uno pondría los pelos de punta hoy día...pero a mí me encanta).
Cómo no el experimento de Kramer se saldó con unas increíbles cifras en taquilla, la buena respuesta de los críticos (el que le acusó de no poder hacer un film de humor tuvo su merecido) y el honor de ocupar las páginas de la Historia como una de aquellas influyentes comedias que cambiaron el género en la década de los '60. De hecho formó un buen equipo en aquel 1.963 con otros títulos que también merecen figurar en esa lista, como "Irma, "la Dulce" ", "La Pantera Rosa", "I Mostri", "El Profesor Chiflado" o la joya de Fellini "8½".
Honor con el que jamás se hizo ni se hará el horrible "remake" de Jerry Zucker realizado en 2.001...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Todos literalmente histéricos, huecos, carentes de cualquier evolución, sentimiento o propósito que no incluya su objetivo por llegar al ansiado tesoro, de ahí que nunca les conozcamos antes de que se produzca el accidente inicial.
Aunque parezca mentira por los grandes caracteres que hay implicados, ésta no es una historia de personajes; aquí Russell, Lennie, Crump, el pequeño Ding, la odiosa sra. Marcus e incluso ese capitán de la policía (Culpepper) representan un colectivo, esa parte de la sociedad que únicamente vive por el interés y la ambición individual. Y el mundo que les rodea no puede ser sino la proyección de su contagiosa locura.
Porque no hay nada ni nadie que refleje la palabra "cordura" en toda la historia. Los Rose y Kramer esbozan un universo descolocado, desquiciado en extremo, el lugar perfecto para embarcarse en desastrosas peleas, explosiones por doquier, enormes accidentes y otras catástrofes mayores que las que acontecieron en Sodoma y Gomorra; por montañas, ríos y aire, en avión, en coche, en camión, incluso en bicicleta, la epopeya bíblica a la que se nos arrastra no nos concede un solo respiro (salvo por ese conveniente intermedio) y nada más se desea salvo hacer reír al espectador a base de grande dosis de humor en la mejor tradición del "slapstick" y los dibujos animados.
La huella de Charles Chaplin, Laurel y Hardy, Hal Roach, Blake Edwards, Jerry Lewis o Buster Keaton (que incluso aparecen para reforzar la idea) está presente de principio a fin y en secuencias tan impagables como la pelea entre Lennie y los encargados de la gasolinera, las piruetas que Benjy hace pilotando el avión hasta atravesar una cafetería, las explosiones en la ferretería donde acaban encerrados Melville y Monica y sobre todo ese disparate de clímax en la ciudad con todos los personajes (los principales y otros que se han ido uniendo a la cacería de manera accidental) subidos a una grúa.
Sin duda una de las escenas más memorables de la Historia del cine.
Aunque parezca mentira por los grandes caracteres que hay implicados, ésta no es una historia de personajes; aquí Russell, Lennie, Crump, el pequeño Ding, la odiosa sra. Marcus e incluso ese capitán de la policía (Culpepper) representan un colectivo, esa parte de la sociedad que únicamente vive por el interés y la ambición individual. Y el mundo que les rodea no puede ser sino la proyección de su contagiosa locura.
Porque no hay nada ni nadie que refleje la palabra "cordura" en toda la historia. Los Rose y Kramer esbozan un universo descolocado, desquiciado en extremo, el lugar perfecto para embarcarse en desastrosas peleas, explosiones por doquier, enormes accidentes y otras catástrofes mayores que las que acontecieron en Sodoma y Gomorra; por montañas, ríos y aire, en avión, en coche, en camión, incluso en bicicleta, la epopeya bíblica a la que se nos arrastra no nos concede un solo respiro (salvo por ese conveniente intermedio) y nada más se desea salvo hacer reír al espectador a base de grande dosis de humor en la mejor tradición del "slapstick" y los dibujos animados.
La huella de Charles Chaplin, Laurel y Hardy, Hal Roach, Blake Edwards, Jerry Lewis o Buster Keaton (que incluso aparecen para reforzar la idea) está presente de principio a fin y en secuencias tan impagables como la pelea entre Lennie y los encargados de la gasolinera, las piruetas que Benjy hace pilotando el avión hasta atravesar una cafetería, las explosiones en la ferretería donde acaban encerrados Melville y Monica y sobre todo ese disparate de clímax en la ciudad con todos los personajes (los principales y otros que se han ido uniendo a la cacería de manera accidental) subidos a una grúa.
Sin duda una de las escenas más memorables de la Historia del cine.