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España España · Badajoz
Voto de Max Power:
7
Serie de TV. Comedia Miniserie de TV (2018). 8 episodios. Esta vez Peter y Sam investigan un nuevo crimen en un colegio católico privado, en concreto, una intoxicación en la cafetería producida por el vertido de unos laxantes en la limonada. (FILMAFFINITY)
19 de diciembre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Netflix estrenó en 2017 "American Vandal", pocos podían imaginar el pequeño icono artístico que aquello supondría para la plataforma americana.
Si bien a nivel de espectadores no tuvo demasiado éxito, hasta el punto de que no fue renovada para una tercera temporada, la serie es una aguda reflexión sobre el lugar que ocupa el ser humano en la sociedad del espectáculo, quien, a raíz del despegue definitivo de las redes sociales parece haberse afianzado en una mezcla de exposición continua con una tendencia a la sobrecompensación de la falta de amor propio reflejado en la adoración de la imagen por la imagen sin otro fin que conseguir validación en forma de corazoncitos y mensajes entusiastas de jóvenes que quieren ver (o necesitan creer) un modelo en el que inspirarse para poder conseguir más rápidamente el ascenso de estatus social, el abandono de la vida estudiantil y la promesa de un futuro basado en vivir de las rentas que proporciona la exhibición del cuerpo, de una forma u otra, bien sea como "influencer" de la moda o directamente como representante de la vida fiestera y socialmente "exitosa".
Lo pongo entre comillas porque, como muy bien nos dice esta segunda temporada, la imagen aunque valga más que mil palabras por sí sola no tiene por qué valer nada y menos aún en redes sociales donde todo está masificado y todo se actualiza constantemente.
"American Vandal II" es una crítica o si se quiere, una excusa con una gamberrada de trasfondo para hablarnos del camino que están tomando las nuevas generaciones, que crecen y se desarrollan a la deriva de lo culturalmente elevado e inspirador, jóvenes que son afectados por las presiones consumistas de su entorno, que se ahogan en inseguridades y miedos: miedo a ser excluido, miedo a no estar a la moda, miedo al qué dirán, miedo a perderse aquello que se supone que hay que disfrutar con cierta edad.
La falta de referentes sólidos, en una época donde la falta de líderes políticos, sociales o incluso científicos es alarmantemente alta. Donde los deportistas de élite, los traperos, los anteriormente mencionados influencers o cualquier youtuber tienen un mayor alcance psicológico para estos jóvenes de lo que debería en una sociedad contemporánea con pleno acceso a toda la cultura de la Historia.
La serie, es una sátira, o si se quiere retorcer un poco más el concepto, una parodia. En primer lugar, una parodia de los documentales sobre misterios y crímenes que últimamente pululan por televisión y streaming, en segundo lugar una sátira de la juventud de hoy, de como funcionan las relaciones jerárquicas dentro de los institutos, donde se denuncia la doble vara de medir que estos centros tienen con ciertos alumnos, debido a las exigencias del Mercado que les obliga a pasar por alto ciertas actitudes y comportamientos para recaudar el suficiente dinero para seguir sobreviviendo, para mantener el prestigio, la imagen. DeMarcus Tillman, joven promesa del baloncesto y ojito derecho de la dirección por la publicidad que recibe el centro gracias a él, es el rey del mambo, pero a la vez es un personaje que, aun gozando de la popularidad que el resto ansía, se ve solo en el trono, en cierto modo igual de aislado que un marginado, sus privilegios se revelan solo como un simple rol, que a él le toca cumplir, su glamour y su fama es simplemente el elemento inevitable de su condición, deseada o no. Lo que le convierte en un objetivo vulnerable por la soledad que acompaña a su estatus.
El resto de personajes parecen ir en la misma sintonía, cada uno sabe lo que hacen los demás, gracias a las redes sociales, pero ninguno parece saber quien es quien realmente, su verdadero rostro, sus verdaderos pensamientos. En este hervidero de apariencias y juegos de espejos, aparece en escena el Zurullo Vengador, una alimaña que solo puede surgir del caos que provocan los vacíos de comunicación que se dan entre los miembros del alumnado y del profesorado y que se aprovechará de un modo psicópata de estos para confirmar la paranoia y la desconfianza siempre latente en Internet.
El instituto elegirá a Kevin como cabeza de turco para evitar represalias mayores tanto desde el plano de la paz social como de los inversores del centro, sin tener pruebas sólidas de ningún tipo. El alumno pierde todos sus derechos para evitar que el capitalismo arruine el centro. La violencia estructural como verdadero villano de la función.
Fuera de análisis sociológicos y psicológicos, lo cierto es que "American Vandal II" me parece que está un peldaño por debajo de su predecesora, donde en la anterior había una clara línea de aparente improvisación formal, en esta todo está encorsetado en un formato ya profesionalizado, bien justificado pero que le hace perder encanto. Las interpretaciones siguen siendo brillantes, dotadas de una naturalidad difícil de superar, que hace que los personajes te resulten muy cercanos y carismáticos, si bien los diálogos gozan de un tono ácido menos sutil que en la primera parte. El ritmo también decae en pos del virtuosismo visual (cosa que nunca debe ocurrir) pero lo compensa con un incisivo y necesario análisis de la juventud occidental contemporánea a quien se la trata habitualmente, sobre todo en Hollywood, con tanta pleitesía por ser la principal fuente de ingresos del sector audiovisual. La serie analiza las carencias de los adolescentes, especialmente en el plano afectivo-emocional, enfatizado por la ausencia de los padres en toda la temporada (incluso el propio Kevin no tiene padres vivos), remarcando la soledad a la que parecen condenadas las nuevas generaciones en pos del "progreso económico" y la productividad. Se observa también una progresiva mercantilización en las relaciones de los personajes entre sí, fruto del modelo socioeconómico imperante.
El resultado sin ser brillante, si es original y necesario.
Recomendado para todos los chavales entre 13 y 25 años.
Max Power
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