Con grandes interpretaciones, en especial Óscar Martínez, como padre que no es capaz de comprender las razones que mueven a su ultrajada hija para comportarse cómo lo hace, y Dolores Fonzi, la hija ultrajada, Santiago Mitre retoma el film argentino de los sesenta para darle un tono más social, en el que la comprensión de la víctima, de buena posición social, hacia los violadores, de extracto muy humilde, casi miserable, se torna casi como personaje central de la película. Y ahí está el problema de la misma, en hacer llegar al espectador qué mueve a la agredida a actuar con esa benevolencia mal entendida. Creo que no traslada en ningún momento la solución porque ni la protagonista ni su entorno (novio, padre, amiga) aciertan a entenderlo tampoco. Ahí naufraga la película, o no, depende de lo que quiera Mitre trasladarnos, algo que en mi caso, es una incógnita. Con todo, la película está muy bien rodada, muy bien interpretada y resulta interesante, aunque las motivaciones de la protagonista sean un misterio para el espectador.