El género cinematográfico por antonomasia, el que más satisfacciones ha dado a niños y no tan niños sentados delante de una pantalla de cine, el western y sus personajes arquetípicos parecen que mueren y resucitan cada cierto tiempo con películas como esta. Sin ser eso que llaman crepuscular, sí que el director ¡¡francés!! Audiard (magnífica su película El Profeta, de hace unos años) nos lleva a un oeste salvaje y cruel pero en el que ya se atisba el esbozo de una cierta civilización. Pueblos sin ley ni orden, casi sin nombre, prostitutas, la fiebre del oro, duelos a tiros. Oeste puro y duro enfrentándose a una ciudad con alumbrado, hoteles refinados, mesas con mantel como es la San Francisco de 1851. Dos hermanos con un pasado cruel, una misión sangrienta más que cumplir, persecuciones, caballos, un paisaje magníficamente fotografiado y tres actores tremendos como Phoenix, C. Reylly (inconmensurable) y Gyllenhaal. Con estos mimbres y una buena historia, Audiard nos anuncia una civilización por nacer en la que las pistolas parece que pasarán a un segundo plano. Pero mientras tanto, disfrutemos del western, por favor.