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España España · Las Palmas de Gran Canaria
Voto de Arsenevich:
9
Cine negro. Thriller Tony Camonte (Paul Muni), un pistolero de origen italiano, ignorante y sin escrúpulos, es el lugarteniente de Johnny Lovo (Osgood Perkins), el hampón más poderoso del South End de Chicago. Ambicioso y cruel, Camonte, que por una cicatriz que le cruza el rostro recibe el apelativo de Cara cortada, elimina poco a poco a los rivales de su jefe hasta que, con la ayuda de su amigo Gino Rinaldo (George Raft), le arrebata el poder también a él ... [+]
4 de enero de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pese a que no sea estrictamente la primera película de gánsteres, creo que es indiscutible que la «Scarface» de Howard Hawks es una obra fundacional. Objeto de admiración y fascinación de cinéfilos y cineastas desde su entrada en el olimpo de lo clásico, su sombra se ha extendido allende la visionaria perspectiva de los jóvenes intrépidos que redactaban «Cahiers du cinéma» hasta impregnar la obra de la generación siguiente, esa que encabezaron los Coppola, De Palma y Scorsese. Aunque, por desgracia, creo que sólo el primero de ellos supo aprehender los códigos estéticos y discursivos mediante los cuales el maestro Howard Hawks retrató los entresijos del hampa y del mundo de la mafia en esta incomparable obra maestra de 1932.

La película es dinámica y virtuosa ya desde la fotografía de Garmes y O’Connell. Se inicia con un largo plano secuencia que resulta un verdadero prodigio de la puesta en escena (¿inspiración para Welles y su celebérrimo comienzo de «Sed de mal»?), culminando con un asesinato expuesto a través de sombras expresionistas al estilo «Nosferatu». La cámara, muy móvil todo el tiempo, habla tanto como el guion, lo cual pone de manifiesto el impresionante talento visual de Hawks incluso desde épocas tan tempranas. Por lo demás, el lenguaje visual se mueve a través de ambientes barrocos, sobrecargados, ampulosos y siniestros, un «background» perfecto para retratar los sórdidos ambientes en los que se mueve la trama.

El film también destaca por el impecable uso de las elipsis, que resultan elocuentes al extremo y no sólo ahorran farragosas explicaciones narrativas, sino que van plasmando en pantalla el orden cronológico racional del auge, triunfo y caída de Tony Camonte (excepcional Paul Muni) en el mundo del hampa, desde un simple subalterno hasta la cima de ese mundo que, según el letrero de neón, le pertenece. El principal acierto de Hecht, un guionista prodigioso como pocos, y de Hawks en el enfoque del mensaje radica en la oposición formal a todo lo que Camonte representa y simboliza, cosa que en mi opinión choca frontalmente con la visión que los directores modernos han querido vendernos acerca del mundo de la mafia ítalo-americana. Dando por sentado que todo el cine mafioso posterior nace y surge desde esta película, creo que Coppola con la saga de los Corleone ha sido el único que ha encarado el tema con el amargo romanticismo que se merece, retratando a los protagonistas como seres abyectos y despreciables que son conscientes de su condición y elaborando un alegato en contra de sus naturalezas a través del desarrollo de la narración. En ese aspecto creo que tanto De Palma como Scorsese (y otros tantos: los hermanos Coen, Sam Mendes y un largo etcétera) han equivocado el código discursivo retratando a unos mafiosos «molones» y cuasi agradables para el ánimo del espectador.

Hawks no comulga en ningún momento con los actos de su personaje y lo demuestra mediante el magnífico parlamento del comisario de policía, cuando este construye una muy perspicaz comparativa entre los forajidos del viejo Oeste, que disparaban a cara descubierta y en igualdad de condiciones, y estos sucios y ruines matones que asesinan por la espalda y a traición. Así y todo, el realizador pone todo el empeño en regalarnos un antihéroe para el recuerdo, labor que consigue gracias al sobresaliente trabajo de Muni.

«Scarface» no sólo es pionera y precursora en su discurso, sino en una serie de elementos visuales que sentarían las bases del cine negro posterior. Es la película que instaura para siempre postales como la del mafioso lanzando una moneda al aire mientras «espera», o la que retrata con total veracidad el fenómeno del coche negro del que emerge una lluvia de disparos con esa mítica ametralladora que dispara trescientas balas por minuto (incluso para pasar las páginas de un calendario, en otra de las magistrales elipsis de la película). También es una película adelantada a su época en tanto y en cuanto nos ofrece un perfil psicológico del protagonista trabajado en profundidad, y cuyas máximas perversiones (la relación incestuosa con su hermana es sin duda la más destacada) nos habla de la habilidad «houdiniana» del guion para saltarse una censura que por entonces, todo hay que decirlo, no era aún tan estricta.

Entiendo y respeto el afán de Brian De Palma por querer recrear las bases de este film en «El precio del poder», pero hubiera sido más digno comprender que esta obra cumbre no acepta «remakes» ni «revivals», y que la diferencia de talento entre él y Hawks era insalvable. Además, una la protagoniza Paul Muni y la otra Al Pacino… En fin, que las comparaciones son odiosas.

Una de las películas más representativas y míticas de la historia del cine, en la cual el genio Howard Hawks supo poner las cartas sobre la mesa y, de alguna manera, advertir de lo que era capaz de hacer con una cámara, un coloso interpretativo y un guionista modélico. Lo mejor, en todo caso, estaba por venir.

Magistral.
Arsenevich
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