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España España · Murcia
Voto de Xoker:
4
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21 de agosto de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El garrafón es un depredador generalmente de naturaleza nocturna que se manifiesta sin previo aviso tanto en quedadas, fiestas, guateques, verbenas entre otros eventos frívolos. Su picadura es perjudicial para el organismo produciendo cefalea intensa y migraña en la mayoría de los casos. Es muy común encontrarlo en grandes acontecimientos sociales etílicos también conocidos como macro botellones en los que jóvenes pipiolos llegan a ser sus presas favoritas. Las bodas, bautizos y comuniones también son lugares donde puede vérsele merodear escondido tras marcas de whisky y ron de dudosa calidad. Pero ahora ha encontrado un nuevo escondite, un nuevo lugar para ocultarse, más discreto, donde no levanta elevadas sospechas, donde es más difícil contrarrestar su ofensiva: la cartelera de cine. El garrafón siente debilidad por adherirse a películas anunciadas a bombo y platillo, blockbusters, y cintas de excesos pirotécnicos porque sabe muy bien que son las más frecuentadas por el ganado popular. El enemigo nunca descansa, nunca duerme, y siempre está al acecho.

La víctima, encandilada y cegada por los incesantes spots televisivos no puede evitar el irrefrenable impulso de acudir en masa al cine más cercano de su ciudad para visionar la película infectada a sabiendas de que existe la posibilidad de que el garrafón pueda aparecer en cualquier momento. Haciendo caso omiso a su ser racional y a las recomendaciones de las autoridades sanitarias, el incauto espectador se dirige al taquillero a sacar su entrada sin saber el destino que le aguarda. El más envalentonado incluso no duda en comprar entrada en 3D ignorando que esto le hace mucho más vulnerable ante un posible ataque.

Una vez dentro de la sala ya no hay escapatoria posible. Cada escena proyectada es lo equivalente a un lingotazo más de licor de cuatro duros. Al principio no ocurre nada, la víctima disfruta con cada una de las imágenes en alta definición, las secuencias de acción rebosan espectacularidad y pronto el jolgorio se adueña de la situación, lo típico.

Con el devenir de los minutos se llega a la primera hora de metraje. En este punto la acción escasea, y se centran en interminables subtramas que al final no tendrán ninguna relevancia dentro de la película. Justo en este momento es cuando el espectador se halla completamente bajo el embrujo del garrafón y en breve comenzará a presentar los primeros síntomas más comunes.

El garrafón no sólo se adueña de los presentes sino que también lo hace de la propia cinta. La falsa sensación de confianza y la pérdida del sentido del ridículo dan lugar a la temeridad produciendo momentos de bochorno. El absurdo absoluto y el desenfreno se fusionan en una vorágine letal y como colofón culmina con una vomitona de imágenes ultra saturadas con tropezones de caos que son vertidos sobre los insensatos asistentes que decidieron sentarse entre las filas 1 y 4.

Como consecuencia de esto, el garrafón sale de su escondrijo y se deja ver. Lo que en un principio iba a ser una noche de diversión había cambiado por completo para convertirse en una noche de pesadilla y aburrimiento total.

La pantalla regurgita sus últimos esputos, mientras el garrafón ataca que te ataca. El tedio, el hastío, el cansancio, el mareo, y en definitiva, el malestar general, constriñen al pobre espectador durante una última hora criminal sin posibilidad de zafarse de ninguna manera.

Una vez saciada su sed de sangre, el garrafón vuelve al maldito lugar de donde salió a la espera de que entre el siguiente grupo de inocentes en la próxima sesión. Mientras tanto, el público empieza a despertar y abre tímidamente los ojos cual grupo de tortugas marinas tras eclosionar del huevo emprendiendo una carrera entre tambaleos y oscilaciones fruto del aturdimiento más severo hacia lo más parecido a un oasis que han conocido: la puerta de salida.

Las colas en los aseos se hacen kilométricas, la gente se remoja la cara, procura arreglarse frente al espejo y sobre todo alivia la presión ejercida por la vejiga a través del esfínter, aunque con dificultades de mantenerse erguido en el caso de los varones.

Una vez en casa, la víctima se descalza y a continuación se deja caer sobre el primer sofá o cama que encuentra en un episodio conocido con el popular apelativo de "dormir la mona". A la mañana siguiente, despatarrada y con la boca seca, un dolor agudo le hace llevarse las manos a la cabeza. Es justo en ese preciso momento cuando se da cuenta que ha sufrido el ataque del temido garrafón. "Hijos de puta..." susurra entre lamentos sin poder recordar exactamente qué ocurrió.

Mientras tanto, el garrafón se regocija por sus actos de maldad y perversión y ríe en la penumbra aguardando al próximo imprudente que se acerque a la taquilla, porque aparte de las jaquecas y lagunas que provoca en el pobre hombre de a pie, deja todo un legado de... SECUELAS. Cuatro van ya señores y vendrán más. Sólo los niños (que son inmunes), fanáticos y cinéfilos más experimentados podrán disfrutar de una experiencia amena.
Por el contrario, si es usted amateur en estos lares le recomendamos encarecidamente informarse previamente de los peligros a los que se expone y tomar las medidas preventivas pertinentes si fuera necesario. Gafapastas abstenerse, son los primeros en presentar signos de malestar sólo con ver el trailer. Diga NO al garrafón.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Xoker
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