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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Drama. Cine negro Intensa historia que mezcla con gran pericia los sentimientos más apasionados con las maquinaciones políticas. Las soberbias interpretaciones y el perfecto trabajo de dirección enganchan al espectador a la calle del éxito, Flamingo Road.
16 de abril de 2009
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Han pasado ya largas décadas desde que fuera estrenado este filme del director húngaro, Michael Curtiz… y da la impresión de que hubiese sido hecho hoy. Penosa y vergonzosamente, se siguen repitiendo -y aún con más fuerza que antes-, las mismas trapacerías y los mismos abusos de los viejos tiempos. No se aprende nada, y se sigue en la crasa ignorancia de buscar el poder a costa de engañar o dañar a otros. Un perfecto reflejo de uno de los más anclados sectores de la sociedad, obtuso y viciado desde los tiempos más remotos. El poder inicuo. La arrogancia revestida de un dominio infame que sólo trae dolores de cabeza, pero que se obnubila con la ilusa creencia de un poder eterno y absoluto.

Con una inobjetable dirección de actores y una correctísima puesta en escena en escenarios que dan cuenta de una ciudad llamada Boldon y de un lugar habitado por los “poderosos”, conocido como Flamingo Road, la narración nos describe el proceso que sigue una bella y aguerrida mujer llamada, Lane Bellamy, quien, con afanes de bailarina, se inicia en un ambulante parque de diversiones donde habrá de conocer a, Fielding Carlisle, un asistente de comisario del que se enamora siendo correspondida... pero pasa que, el jefe de nuestro amigo, es nada menos que, Titus Semple, un obeso y prepotente político, cabeza de la corrupta maquinaria que tiene dominado al pueblo. Entonces, el gordo Titus (un impactante, Sidney Greenstreet), decidirá usar su poder para alejar a Carlisle de la vida de esta guapa mujer, y ante la actitud que asume la mujer para defender sus derechos, el dominador de la calle Flamingo, se convierte en su enemigo y decide atacarla a como dé lugar.

Lane (una convincente, Joan Crawford, con ese fuerte carácter que tanto la caracterizara), sacará entonces a flote su temple y su disposición absoluta de no dejarse pisotear por pantalón alguno... y se jugará su existencia para honrar su nombre y enaltecer a su género. Un ejemplar valiente y aleccionador que, en medio de hombres sin escrúpulos que no ven más allá de su propia conveniencia, decide jugar sus cartas en pro de la dignidad y en contra del atropello.

Un guion muy atinado en sus diálogos y pletórico de matices, escrito por la pareja, Robert y Sally Wilder, según la novela homónima del primero -la cual tuvo que enfrentar una batalla frente a varias objeciones por parte de los censores-, fue el que, Joan Crawford, aceptó protagonizar a condición de que fuera, Michael Curtiz, quien la dirigiera, pues, fue él, el realizador del gran éxito de ambos, “Mildred Pierce”, realizada tres años atrás y que, para ella, significó el premio Oscar como Mejor Actriz.

Título para Latinoamérica: MUJER DE TEMPLE
Luis Guillermo Cardona
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