Aunque sólo fuese por la lección de caballerosidad entre rivales que nos ofrece esta película, ya está justificado verla, sobre todo cuando se vivía en una sociedad (la estadounidense) donde era (¿era?) frecuente que terminase a golpes o a balazos, el que se mirara siquiera a la mujer de otro. Y si alguien que estaba a punto de casarse, descubría a su prometida saliendo de una piscina en brazos de otro hombre cualquiera –aunque fuese su propio hermano-, se armaba la de San Valentín, y en los funerales, rara vez había menos de dos ataúdes.

Siempre aprecié la madura y valiente actitud del escritor Alexandre Dumas cuando, al descubrir un día en la cama a su esposa con su mejor amigo, mientras estos permanecían estupefactos, él sonrió y les dijo: - “¡Vamos, córranse que ahí cabemos los tres!” ¡Puro amor a la francesa!

No sé si es que erramos el día en que asumimos la fidelidad sexual como un principio, y lo que me hace pensar que fallamos, es que a muy pocos les interesa cumplirlo, pero sí se pretende exigir que la pareja lo cumpla. ¡Cuántos disgustos, cantaletas, peleas, separaciones, lesiones físicas y asesinatos, nos habríamos ahorrado -y seguiríamos ahorrándonos- si cada quien fuese libre de acostarse con quien le atraiga y le corresponda! Quizás, hasta durarían más los matrimonios, porque se acabarían las hipocresías, el machismo se iría al piso, y el placer del cambio ocasional daría solaz y nuevo ímpetu a las existencias de marido y mujer. Pero, ¿cierto que así no nos suena, caballeros?

George Cukor vuelve a dar en el clavo con la adaptación cinematográfica de una nueva obra de Philip Barry, con la cual, la maravillosa Katharine Hepburn, ya había triunfado en las tablas. Cary Grant (haciéndose el de pocas ganas), es el hombre que apunta de nuevo a su corazón; y el comúnmente brillante James Stewart, es el periodista que llega con afán de chisme y termina embelesado con la tramposa pelirroja, que está a punto de firmar el acta de matrimonio con el a-fortuna-do George Kittredge.

Enredos, deseos de reencuentro, temores de pérdida, confusiones personales… y una deliciosa aspiración al amor sin ataduras, hacen presencia en esta refrescante comedia donde, sólo el matrimonio, hará imposible la felicidad de todos.

Krishnamurti, sabe decirlo mejor que yo: “No es una medida de salud estar muy adaptado a una sociedad profundamente enferma”.

Título para Latinoamérica: “PECADORA EQUIVOCADA”