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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Intriga Una mujer es acusada de asesinato y juzgada por ello. Todo el jurado popular cree en su culpabilidad, salvo un hombre que hará todo lo posible por defender su inocencia. (FILMAFFINITY)
21 de abril de 2017
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La escritora inglesa, Clemence Dane (Winifred Ashton, 1888-1965) y la australiana Helen Simpson (1897-1940) habían escrito por separado novelas de muy variados temas, hasta que un día decidieron reunirse para escribir juntas la novela de detectives Enter Sir John (1929) y el éxito alcanzado tan pronto se puso en las librerías, las animaría a proseguir con Printer’s Devil (1930) y Re-enter Sir John (1932), haciendo que, su muy sensible detective, en activo por las circunstancias, Sir John Saumarez, siguiera encargado de resolver complejos casos de asesinato.

“Enter Sir John”, interesó enseguida al director Alfred Hitchcock, quien, tras hacer otro de sus convenientes negocios, decidió hacer, él mismo, la adaptación cinematográfica con la ayuda de Walter Mycroft. Sir John Saumarez se convirtió en Sir John Menier, e interpretado por el magnífico y carismático, Herbert Marshall -de gran futuro en la Meca del Cine-, será aquí el actor y empresario teatral quien, tras servir de jurado en el caso del asesinato de una actriz, se verá resuelto a defender ahora, a una atractiva joven sindicada también de otro crimen.

El caso resulta bien interesante cuando nos enteramos que, Diana Baring, una joven y bonita actriz, fue encontrada al lado de la occisa, Edna Druce, con quien había discutido, y aunque jura que no recuerda nada de lo sucedido, las primeras pesquisas la acusan definitivamente. Pero, la sensación de inocencia que bulle en el corazón y en la mente del gran actor, lo llevará a querer indagar sobre lo sucedido.

“ASESINATO” es otra de esas historias en las que, el interés por una “causa perdida”, donde probablemente haya otro “falso culpable”, y donde el tiempo corre con más premura que en cualquier otro momento – una situación que Hitchcock ilustrará muy satisfactoriamente-, no tarda en atraparnos, y los recursos narrativos de que se vale el director, resultan muy bien logrados haciendo que, en definitiva, la historia logre su cometido.

Estamos ante otro respetable alegato contra la pena de muerte; un grito de reclamo a aquellos jurados que, por falta de compromiso o por la premura de irse, apenas si discuten los casos de que hacen parte fundamental, no obstante tratarse de decidir sobre la vida o el futuro de una persona; y es también un buen ejemplo sobre los hilos del universo, porque, en medio de la inconsciencia colectiva, suele haber alguien que, cuando el caso lo amerita, será tocado con fuerza para que se proponga enderezar el camino.

Cuando se condena a un inocente, habrá quienes sufran más que el reo que, después de todo, está seguro de su conciencia inocente. Se agudiza la pena del verdadero culpable porque no podrá vencer a su conciencia atormentada; el abogado defensor sabrá que no hizo todo lo que pudo haber hecho y se sentirá incompetente; y el juez y el jurado van a sentir, muy dentro suyo, que pudieron haberse equivocado… y eso carcome el alma por mucho, mucho tiempo.

Aunque necesario es decir que, por momentos, el filme se resiente de un manejo de cámara impreciso y de una edición un tanto irregular, Hitchcock también alcanza momentos de clara brillantez, y en general, la historia resulta suficientemente acogedora y digna de más de una reflexión.
Luis Guillermo Cardona
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