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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Aventuras Huckleberry Finn, un joven aventurero que vive en un pequeño pueblo, decide huir por el río, para dejar atrás a su padre alcohólico y a la viuda Douglas que pretende cuidarlo. En su viaje por el Mississippi lo acompaña Jim, un afable hombre negro. (FILMAFFINITY)
13 de junio de 2010
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la historia de un chico listo. Uno de aquellos, muy escasos y especiales, que nacieron dispuestos a asumirlo todo con tal de disfrutar en pleno su libertad. Huckleberry Finn, nació sin alas, pero, persiste en volar. Es aún un niño, pero ya ha descubierto la inmensidad de la vida. Por esto, para un muchacho como él resulta inconcebible que un hombre sea esclavo, pues, la privación del derecho a la libertad es, quizás, peor que perder la existencia... a fin de cuentas, nunca se es más libre que cuando se regresa a la dimensión espiritual.

Por esto, ese estrecho lazo que se da entre él y Jim, el esclavo fugitivo. Por eso, ambos recorren largos caminos y hacen duros viajes decididos a vivir todas las aventuras, como si en eso les fuera la vida.

Basada en la clásica novela juvenil de ese grandioso escritor conocido como Mark Twain, y con guion de James Lee, ésta es una particular y libre versión dirigida por Michael Curtiz, donde la aventura levanta vuelo, tras el encuentro de Huck y Jim, con dos truhanes que esperan sacarles partido, sin reconocer todavía que, aunque no tiene muchos años, el chico tiene astucia... y sabe mentir con tanta facilidad como si estuviese predestinado a ser un presidente o un general.

Con una atractiva ambientación plena de cálidos colores, y con encantadoras anécdotas en las que abunda la malicia, la suspicacia y el buen humor, <<LAS AVENTURAS DE HUCKLEBERRY FINN>>, discurre de manera solvente y debidamente acompasado por muy gratas actuaciones. Sobresale, un sorprendente Archie Moore, excampeón mundial de boxeo quien, como Jim, se convierte aquí en un hombre cálido, manso y creyente; noble y agradecido amigo del pilluelo que le acompaña en su viaje con rumbo a la libertad. Eddie Hodges, convence también como el travieso muchacho que siempre se las ingenia para timar a los timadores, representados éstos por los estupendos, Tony Randall y Mickey Shaughnessy.

Sólo nos duele ver la fantasmal presencia del gran, Buster Keaton, reducido aquí a un rol secundario y casi insignificante (el del domador de leones), que quizás aceptó por el privilegio de trabajar con Curtiz... y por algunos dólares que le hicieran posible sobrellevar la dura crisis por la que atravesaba. De resto, el filme se disfruta sin ambages... y nos permite recordar aquellos viejos tiempos en que las horas pasaban volando mientras leíamos, con sumo agrado, los divertidos libros del inolvidable, Mark Twain.

Y recuerda las palabras de Huckleberry Finn: “Dios ayuda a quien se ayuda a sí mismo”.
Luis Guillermo Cardona
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