Esta es de aquellas películas que solo pueden disfrutar al máximo los preadolescentes que se presenten vírgenes del género ante la pantalla. Es decir, solo tiene sentido si es la primera vez que uno se enfrenta a este tipo de historias, preparado para pasar miedo pero desprevenido ante la avalancha de sustos que se sucederán a lo largo del metraje. Porque “La llorona” no deja de ser otra fotocopia que sumar al género del terror sobrenatural, y los que nos iniciamos, hace décadas, con “Poltergeist” y/o sucedáneos posteriores, no podemos impedir que la sensación de experiencia más que repetida sepulte los presumibles valores cinematográficos que la cinta pueda tener. Que no es que le sobren, digámoslo de entrada. De hecho, todo lo malo que se pueda decir de ella probablemente será cierto. Escasa originalidad, guión plano , personajes sin alma , dirección faltada de personalidad... Si acaso el acierto de situar la acción en unos años setenta que acerca a la película a las raíces del género le ofrece un barniz de nostalgia que la redime en parte de sus pecados. También la planificación y resolución de algunas escenas, aunque no dejen de ser meros calcos de films anteriores, elevan algo el nivel aunque el resultado global siga lejos del aprobado. Con todo, ver al gran “Tuco Salamanca” convertido en esforzado santero es un pequeño goce aislado, de igual manera que el particular uso de la simbología religiosa (sí, siempre la iconografía católica está presente en la catarsis liberadora ) se descubre como un feliz hallazgo.

Lo mejor: ese paragüas, esa piscina...

Lo peor: que no aporte absolutamente nada al género.