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Voto de Lord Bellamy:
9
5,8
11.461
Thriller. Drama. Fantástico
Un joven con la cara magullada es descubierto en un aeropuerto. Dice llamarse Adrien Legrand, un niño que desapareció hace 10 años. Para su padre, Vincent, esto supone el final de una larga pesadilla y lo lleva a casa. Por otra parte, en la región se han sucedido una serie de horribles asesinatos. (FILMAFFINITY)
11 de febrero de 2022
18 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Titane es la segunda película de la realizadora francesa Julia Ducourneau y ha sido la primera mujer en ganar en solitario la Palma de Oro del Festival Internacional de Cine de Cannes con esta película curiosa por interesante y polémica por diversos intereses.
Es una película muy valiente y eso siempre es de agradecer, que alguien se atreva a expresarse con libertad y haga planteamientos fuera de la ortodoxia. Visualmente la película es una maravilla, desde el arranque en ese club que mezcla sexo y coches hasta las escenas donde el fuego es protagonista.
Entiendo que a muchas personas les pueda resultar muy fuerte y eso es lo que pretendía la directora: agitar las mentes con una historia fantástica donde muchos temas se ven desde un prima distinto, muy moderno, muy reivindicativo y que tira por tierra muchos conceptos y convenciones de nuestra sociedad.
Es una película que necesita reflexión, ser vista y ser pensada y analizada desprendiéndose de estereotipos, de posibles explicaciones y disfrutando única y exclusivamente de lo que nos propone su guionista y directora.
Es una película muy valiente y eso siempre es de agradecer, que alguien se atreva a expresarse con libertad y haga planteamientos fuera de la ortodoxia. Visualmente la película es una maravilla, desde el arranque en ese club que mezcla sexo y coches hasta las escenas donde el fuego es protagonista.
Entiendo que a muchas personas les pueda resultar muy fuerte y eso es lo que pretendía la directora: agitar las mentes con una historia fantástica donde muchos temas se ven desde un prima distinto, muy moderno, muy reivindicativo y que tira por tierra muchos conceptos y convenciones de nuestra sociedad.
Es una película que necesita reflexión, ser vista y ser pensada y analizada desprendiéndose de estereotipos, de posibles explicaciones y disfrutando única y exclusivamente de lo que nos propone su guionista y directora.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La historia bien podría ser un sueño donde no se necesitan ni se pueden pedir explicaciones por todo lo que pasa. Parece pretender explicarse algo cuando la niña recién recuperada de un accidente de coche sale del hospital y lo primero que hace es abrazar su coche y besarlo. No es más que un guiño a todo lo que pasará después.
La película se ha visto desde el punto de vista de la identidad de género y ese ha sido un campo abonado para que el feminismo oportunista encuentre un lago reivindicativo donde zambullirse. Pero al margen de las interpretaciones partidistas que puedan hacerse la película tiene un mensaje claro con una personaje que no se encuentra bien siendo mujer ni transmutada en hombre.
No se siente bien como mujer y solo experimenta placer sexual con los coches hasta el punto que cuando su deseo se dispara con otra persona, sea hombre o mujer, surge en ella el instinto de matar y solo se reconforta haciendo el amor con un coche. Pero Julia Ducourneau la castiga con un embarazo no deseado rechazando así la esencia misma de la feminidad, al menos según los cánones comunes.
El momento en que intenta destruir su feto, con la misma herramienta que utiliza para asesinar a las personas que despiertan su instinto sexual, es quizás una de las provocaciones cinematográficas más brutales de la historia del cine. Como he dicho, esta película es una revisión de muchísimos conceptos y hechos con sutileza moral pero con brutalidad visual. Fantástica.
La protagonista, Agathe Rousselle no encuentra su lugar ni como hija, ni como madre, ni como mujer ni como hombre. Por cierto es interesante la elección de esta actriz, periodista, modelo, cofundadora de una revista feminista y con un físico fuera de lo común por su aspecto andrógino. Pero volvamos a la película.
La relación de la protagonista con sus padres es inexistente, fría, de auténtico abandono emocional y solo parece encontrar refugio cuando ella adopta la personalidad del hijo desaparecido del protagonista. Dos seres que se necesitan, ella para tratar de encontrar su lugar y él para recuperar la oportunidad de amar, de amar a su hijo y como le confiesa en la película, no me importa quien seas.
El personaje masculino representa una masculinidad dominante con los semejantes y dulce con quien ama. No hay más que ver la ternura con la que trata a su hijo. Es Dios ante sus subordinados que lo aceptan de buen grado. Los hombres de la película pasan desde los babosos del club de pole-dance, hasta los acosadores, el padre ausente, los bomberos sumisos a Dios y la figura del padre amante-protector.
Mención especial merece la masculinidad de los bomberos, no podría haber elegido mejor gremio. Hombres fuertes, sensibles, que no dudan en bailar entre ellos en una fiesta ingenua en la que el clima de confraternidad parece quebrarse cuando el hijo que lleva una mujer dentro baila sensualmente subida al camión de bomberos. Otra escena para enmarcar.
Destaca el papel de la mujer del padre-Dios, la supuesta madre de nuestra transmutada protagonista que la descubre como usurpadora y que en un acto de sororidad solo le pide que no dañe a su excompañero, al hombre de la película. No se plantea en ningún momento cuestionar qué le ha llevado a aquella situación, ni la juzga ni hace nada en su contra, solo un ruego, un acto de amor.
El final encierra un mensaje con cierto desconsuelo, la madre que no desea a su hijo, que no encuentra su identidad ni como mujer ni como hombre, muere en el parto y le ofrece al padre lo que lleva toda su vida buscando: un hijo a quien proteger, amar y cuidar. Pero claro es un niño nuevo, un engendro mezcla de lo carnal y de lo metálico, del titanio heredado de su madre y posiblemente un nuevo mesías con una nueva identidad de género o quizás no. Siempre nos quedará esa duda.
Final abierto, precioso, redentor y amargo. En conclusión, una película no para todos los públicos, que exige reflexión y amplitud de miras. Tan incomprendida como fascinante.
La película se ha visto desde el punto de vista de la identidad de género y ese ha sido un campo abonado para que el feminismo oportunista encuentre un lago reivindicativo donde zambullirse. Pero al margen de las interpretaciones partidistas que puedan hacerse la película tiene un mensaje claro con una personaje que no se encuentra bien siendo mujer ni transmutada en hombre.
No se siente bien como mujer y solo experimenta placer sexual con los coches hasta el punto que cuando su deseo se dispara con otra persona, sea hombre o mujer, surge en ella el instinto de matar y solo se reconforta haciendo el amor con un coche. Pero Julia Ducourneau la castiga con un embarazo no deseado rechazando así la esencia misma de la feminidad, al menos según los cánones comunes.
El momento en que intenta destruir su feto, con la misma herramienta que utiliza para asesinar a las personas que despiertan su instinto sexual, es quizás una de las provocaciones cinematográficas más brutales de la historia del cine. Como he dicho, esta película es una revisión de muchísimos conceptos y hechos con sutileza moral pero con brutalidad visual. Fantástica.
La protagonista, Agathe Rousselle no encuentra su lugar ni como hija, ni como madre, ni como mujer ni como hombre. Por cierto es interesante la elección de esta actriz, periodista, modelo, cofundadora de una revista feminista y con un físico fuera de lo común por su aspecto andrógino. Pero volvamos a la película.
La relación de la protagonista con sus padres es inexistente, fría, de auténtico abandono emocional y solo parece encontrar refugio cuando ella adopta la personalidad del hijo desaparecido del protagonista. Dos seres que se necesitan, ella para tratar de encontrar su lugar y él para recuperar la oportunidad de amar, de amar a su hijo y como le confiesa en la película, no me importa quien seas.
El personaje masculino representa una masculinidad dominante con los semejantes y dulce con quien ama. No hay más que ver la ternura con la que trata a su hijo. Es Dios ante sus subordinados que lo aceptan de buen grado. Los hombres de la película pasan desde los babosos del club de pole-dance, hasta los acosadores, el padre ausente, los bomberos sumisos a Dios y la figura del padre amante-protector.
Mención especial merece la masculinidad de los bomberos, no podría haber elegido mejor gremio. Hombres fuertes, sensibles, que no dudan en bailar entre ellos en una fiesta ingenua en la que el clima de confraternidad parece quebrarse cuando el hijo que lleva una mujer dentro baila sensualmente subida al camión de bomberos. Otra escena para enmarcar.
Destaca el papel de la mujer del padre-Dios, la supuesta madre de nuestra transmutada protagonista que la descubre como usurpadora y que en un acto de sororidad solo le pide que no dañe a su excompañero, al hombre de la película. No se plantea en ningún momento cuestionar qué le ha llevado a aquella situación, ni la juzga ni hace nada en su contra, solo un ruego, un acto de amor.
El final encierra un mensaje con cierto desconsuelo, la madre que no desea a su hijo, que no encuentra su identidad ni como mujer ni como hombre, muere en el parto y le ofrece al padre lo que lleva toda su vida buscando: un hijo a quien proteger, amar y cuidar. Pero claro es un niño nuevo, un engendro mezcla de lo carnal y de lo metálico, del titanio heredado de su madre y posiblemente un nuevo mesías con una nueva identidad de género o quizás no. Siempre nos quedará esa duda.
Final abierto, precioso, redentor y amargo. En conclusión, una película no para todos los públicos, que exige reflexión y amplitud de miras. Tan incomprendida como fascinante.