Película australiana firmada por Andrew Traucki, un director que le va eso de dirigir cintas de terror con animalitos que disfrutan tanto de darse un chapuzón en su hábitat, el agua, como el de zamparse a los humanos sin ton ni son. Después de darse a conocer con “Black Water” (2007), un ejercicio de intriga animal protagonizada por unos enormes cocodrilos y basada en hechos reales se dispuso a rodar una cinta hermana de ésta pero ésta vez desarrollada en alta mar, con tiburones y algún que otro delfín que no se le ve ni la cara.

Pero hay que tener mucha cara en derrochar, aunque sea poco presupuesto, para un film que ya pasa de lo previsible por lo inaguantables de sus protagonistas; todos desconocidos. Tal vez para darle más realismo a la carnicería de alta mar que se supone va a sucederse cuando el grupito de rigor se van con el yate, naufragan en medio de la nada, y hala… Pasto de escualos y del tórrido Sol que no les quita el ojo de encima. Ni se les entumece la piel por las aguas. Increíble.

O tal vez, como he leído en algunas críticas, pretendía ser algo más superable que otra pretenciosa cinta del género, “Open Water” (2002), siguiendo un similar estilo a ésta. Mucha intriga, alta tensión, todo lo que queráis, pero al final todo queda en lo mismo: un patrón de calma porque si no se le da un toque de originalidad, por mucho que se haya filmado con tiburones de verdad, el aburrimiento acaba siendo el vencedor.