El Museo de Historia Natural donde en su día trabajo accidentalmente Larry (Ben Stiller), cambia de política y todas las relíquias, a excepción de la patriotera y heráldica estatua de Theodore Roosevelt (Robin Williams), son trasladadas a los almacenes subterráneos contiguos al Museo Smithsonian de Whasington. Miniaturas, hunos, hombres de cromagnon y demás serán trasladados al olvido perpetuo, lo que les supondrá alejarse de la mágica influencia del tablero de Akhmen Rah que les devuelve la vida por la noche. Lo que ignoran es que en las dependencias del Smithsonian les aguarda el tiránico hermano de Akhmen, Kahmunrah (Hank Azaria) dispuesto a hacerse con el tablero a toda costa. Pero a Larry eso ya no le preocupa, ha triunfad como inventor de ingenios domésticos y posee su propio canal de televisión de venta de productos.

Secuela más espectacular que su anterior pero con un ritmo narrativo similar al que se le añaden nuevas criaturas, cuadros en constante movimiento, angelitos de piedra cantando temas de Celine Dion, el gigantesco Lincoln de piedra que se ha levantado de su atrio, una chica-heroina interpretada por Amy Adams (La Duda) como la aviadora Amelia Earhart (primera mujer piloto en cruzar sola el Atlántico) o Bill Hader (Tropic Thunder) dando vida al General Custer. No falta decir que Owen Wilson y Steve Coogan completan el reparto como el diminuto dúo cómico de rigor.

Lo Mejor: su desbordante imaginación
Lo Peor: un exceso de patriotismo que se huele a lo lejos