Will Dormer (Al Pacino) y Hap Eckhart (Martin Donovan) son dos policías enviados al estado de Alaska, en una época del año en que el anochecer prácticamente no existe. Su misión es investigar el asesinato de una chica y la relación que mantuvo con un oscuro escritor llamado Walter Finch (Robin Williams) como presunto culpable del homicidio. En su búsqueda Will dispara accidentalmente contra su compañero sin saber que el propio Walter ha sido testigo del tiroteo. A partir de allí se iniciará un turbulento duelo de chantajes entre los dos, pero la agente local Ellie Burr (Hillary Swank) investigará por su cuenta.

Film en que el londinense Christopher Nolan todavía no apuntaría alto como lo que sería posteriormente gracias a sus revisiones de “Batman” aunque ya había sorprendido anteriormente a crítica y al público en su primera incursión norteamericana con “Memento” (2000), original thriller que apuntaba sobre una venganza orquestada por un hombre aquejado de la memoria y que narrativamente se explicaba al revés consiguiendo que el espectador acabara incluso confundiéndose.

Nolan se atrevió con Robin Williams para que aceptara el reto de enfrentarse a una clase de papeles inhabitual para un comediante que solo había rozado con el drama en “El Club de los Poetas Muertos” (Dead Poets Society, 1989), “Despertares” (Awakenings, 1990), “El Indomable Will Hunting” (Good Will Hunting, 1997) o “Patch Adams” (1998). Pero Williams fue más allá y se atavió en el disfraz de un perturbado escritor de segunda fila y que se enfrenta al policía interpretado por Pacino en un film que va más allá del riesgo y el atrevimiento por medir la fuerza de dos actores entrados en la veteranía de su profesión. Y, por no decir, que Nolan no se anda con cabos sueltos ni nos complica la vida con sus argumentos rebuscados que darían fruto a sobrevalorados trabajos futuros como “Origen” (Inception, 2010).