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Voto de Nekro Zombie:
7
5,5
1.126
Drama. Fantástico
Un grupo de desertores de la Guerra Civil inglesa se encuentra con un alquimista quien les propone encontrar un tesoro oculto en un campo inglés. El problema reside en que el tesoro puede no ser tal tesoro y las misteriosas energías que rodean la campiña comienzan a hacer mella en la moral y la cordura del grupo. (FILMAFFINITY)
16 de mayo de 2014
1 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Actualmente, cualquier tontería es calificada de "posmoderna". Sin embargo, el posmodernismo viene a decir que la colisión de las distintas realidades subjetivas hace imposible el acercamiento a la "verdad". Desde un punto de vista puramente filosófico, esto me parece una auténtica gilipollez. Si no se pudiese de algún modo alcanzar la "verdad" no tendríamos microondas, teléfonos móviles, etc. Viva el método ciéntifico. Por otro lado, desde un punto de vista puramente creativo, opino que el "posmodernismo" ha generado obras muy interesantes debido a que ha mezclado con audacia diversos géneros en un solo film, como en el caso de "Desenlance Mortal" (Vibenius, 1973), "Golpe en la pequeña china" (Carpenter, 1986), "Kill Bill" (Tarantino, 2003-2004) o "Why don't you play in hell?" (Sion Sono, 2013). Y a que también ha tenido otra vertiente que se ha decantado por el lado poético del asunto. Es decir, en vez de transmitir un solo y claro mensaje que se va desarrollando a lo largo del filme, se lanzan varios de un modo sugestivo y poético; lo cual viene muy a cuento con lo dicho sobre la "colisión de realidades". Resumiendo: lo sensorial por encima de lo argumental.
"A field in England" combina las dos. Y encima lo hace bien.
Si bien estamos acostumbrados a ver filmes lineales en los que se pasa de A a B tras superar diversos obstáculos, en los que los protagonistas también evolucionan de A a B (por muy ridícula o simplona que sea dicha evolución), en los que siempre hay un clímax donde el protagonista casi al final parece que no vaya a conseguir su objetivo, lo cierto es que si entendemos el cine como arte, éste, al igual que la pintura, puede estar sujeto a diversas interpretaciones o intenciones artísticas. Para mí es tan válida una película como "A field in England" como otra tipo "Avatar". En lo que no voy a entrar es en lo que gusta más o gusta menos al público medio o a la crítica española. No sé por qué, escribiendo estas líneas he recordado algo que dijo un profesor que tuve: "¿Por qué empecé a ver cine independiente? Llegó un momento en el que me aburrí de ver siempre la misma película".
En cualquier caso, llega a cansar el estar siempre defendiendo el cine que se sale un poco de lo "normal".
"A field in England" me recuerda mucho a la obra de Bryan Talbot, uno de los maestros de Alan Moore (el guionista de cómics como "V de Vendetta" o "Promethea"). En una época en la que era casi impensable semejante locura y dejarse llevar demasiado por la imaginación no estaba bien visto por la "alta cultura", Bryan Talbot mezcló desde la psychedelia, la escritura automática, los universos paralelos o la historia de Inglaterra a un sinfín de paranoias propias de su tiempo en formato cómic. Éste es uno de los medios que mayor libertad creativa experimentó durante el siglo pasado debido a sus bajos costes de producción, el hecho de poder crear "otros mundos" sin tener que gastarse millones y millones en el intento y a que muchos lectores habituales de cómics (no sólo, obviamente, de superhéroes) tenían la mente mucho más abierta que el resto. El mismo Ben Wheatley es un declarado lector de cómics británicos, aunque sus influencias son muy extensas y abarcan incluso grandes autores de la ciencia ficción. No es de extrañar que esté dirigiendo episodios de la octava temporada del Doctor Who.
Continúa en Spoilers.
"A field in England" combina las dos. Y encima lo hace bien.
Si bien estamos acostumbrados a ver filmes lineales en los que se pasa de A a B tras superar diversos obstáculos, en los que los protagonistas también evolucionan de A a B (por muy ridícula o simplona que sea dicha evolución), en los que siempre hay un clímax donde el protagonista casi al final parece que no vaya a conseguir su objetivo, lo cierto es que si entendemos el cine como arte, éste, al igual que la pintura, puede estar sujeto a diversas interpretaciones o intenciones artísticas. Para mí es tan válida una película como "A field in England" como otra tipo "Avatar". En lo que no voy a entrar es en lo que gusta más o gusta menos al público medio o a la crítica española. No sé por qué, escribiendo estas líneas he recordado algo que dijo un profesor que tuve: "¿Por qué empecé a ver cine independiente? Llegó un momento en el que me aburrí de ver siempre la misma película".
En cualquier caso, llega a cansar el estar siempre defendiendo el cine que se sale un poco de lo "normal".
"A field in England" me recuerda mucho a la obra de Bryan Talbot, uno de los maestros de Alan Moore (el guionista de cómics como "V de Vendetta" o "Promethea"). En una época en la que era casi impensable semejante locura y dejarse llevar demasiado por la imaginación no estaba bien visto por la "alta cultura", Bryan Talbot mezcló desde la psychedelia, la escritura automática, los universos paralelos o la historia de Inglaterra a un sinfín de paranoias propias de su tiempo en formato cómic. Éste es uno de los medios que mayor libertad creativa experimentó durante el siglo pasado debido a sus bajos costes de producción, el hecho de poder crear "otros mundos" sin tener que gastarse millones y millones en el intento y a que muchos lectores habituales de cómics (no sólo, obviamente, de superhéroes) tenían la mente mucho más abierta que el resto. El mismo Ben Wheatley es un declarado lector de cómics británicos, aunque sus influencias son muy extensas y abarcan incluso grandes autores de la ciencia ficción. No es de extrañar que esté dirigiendo episodios de la octava temporada del Doctor Who.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Centrándonos en el filme, funciona como una reflexión sobre las relaciones de poder y cómo se establecen. Desde el soldado obligado a obedecer, al intelectual sujeto a un señor, el mercenario, pasando por un idiota y un "mago". Estamos en la Inglaterra de 1648 y gran parte de las superpotencias de la época basaban la obediencia de sus vasallos en el "pensamiento mágico". Llámalo religión, llámalo creencia en lo sobrenatural, llámalo fe ciega en la bandera de turno. Es un período especialmente crítico para Europa. Las "luces" asociada al pensamiento racional, a Grecia y Roma, todavía se seguían abriendo paso entre las tinieblas. Algo que, me temo, sigue sucediendo. También se tratan las limitaciones de la libertad humana. ¿Hasta que punto somos libres si tenemos que obedecer las órdenes de otros? ¿Hasta que punto somos libres si repentinamente padecemos enfermedades o guerras? Dado que tal vez la libertad "exterior" puede ser muy complicada porque siempre está sujeta al ambiente, al contexto, tal vez nuestra única escapatoria sea la libertad interior. Y para dicho cometido las drogas psicodélicas pueden ser muy útiles. En cualquier caso, el mismo Ben Wheatley no ha querido revelar de qué trata "A field in England" o cuáles son sus motivos porque asegura que le aburre mucho ir a un museo y leer extensas explicaciones bajo los cuadros un tanto "distintos". Él prefiere ese sentimiento de no saber a lo que uno se está enfrentando, que no deja de ser el primer paso del conocimiento humano.
Me han gustado los apartados de este filme: el visual y el de montaje. Del primero, decir que se ha rodado usando cámaras digitales como la Epic de Red o la Canon C300. Se han utilizado objetivos que van desde lo más sofisticado y pijales del mercado a lo más chungo que uno puede encontrar por eBay. Todo esto, unido al blanco y negro, consigue crear una serie de texturas únicas que sientan como anillo al dedo a la intención artística, al "viaje interior". Por otro lado, el montaje es simplemente espectacular. Resucita técnicas que básicamente pasaron de moda en el momento los jóvenes dejaron de sentirse fascinados por el LSD. Según Wheatley, las aprendió en la escuela de arte donde no sólo filmaban sino también les obligaban a jugar con el "corta y pega". Sin ir más lejos, una de las películas favoritas de este director es "Easy Ryder". A día de hoy le sigue pareciendo increíble la escena en la que los protagonistas deciden "irse de viaje".
En definitiva, el tándem Wheatley - Amy Jump sigue dando buenos resultados. Y espero que los siga dando, pues en un corto espacio de tiempo nos han ofrecido algunas experiencias cinematográficas irrepetibles, lo cual siempre se agradece.
Me han gustado los apartados de este filme: el visual y el de montaje. Del primero, decir que se ha rodado usando cámaras digitales como la Epic de Red o la Canon C300. Se han utilizado objetivos que van desde lo más sofisticado y pijales del mercado a lo más chungo que uno puede encontrar por eBay. Todo esto, unido al blanco y negro, consigue crear una serie de texturas únicas que sientan como anillo al dedo a la intención artística, al "viaje interior". Por otro lado, el montaje es simplemente espectacular. Resucita técnicas que básicamente pasaron de moda en el momento los jóvenes dejaron de sentirse fascinados por el LSD. Según Wheatley, las aprendió en la escuela de arte donde no sólo filmaban sino también les obligaban a jugar con el "corta y pega". Sin ir más lejos, una de las películas favoritas de este director es "Easy Ryder". A día de hoy le sigue pareciendo increíble la escena en la que los protagonistas deciden "irse de viaje".
En definitiva, el tándem Wheatley - Amy Jump sigue dando buenos resultados. Y espero que los siga dando, pues en un corto espacio de tiempo nos han ofrecido algunas experiencias cinematográficas irrepetibles, lo cual siempre se agradece.