Deadwood 1875. Un poblado minero, todavía fuera de la circunscripción de cualquier estado de la Unión, fundado por pioneros ávidos de oro y turbios hombres de negocios que viven de explotar las bajas pasiones de los primeros.
Una comunidad donde la única ley que existe es la palabra de Al Swearengen dueño del Saloon Gem.
Desde el balcón de su negocio, con una taza de café en la mano, Al contempla sus dominios y la gente que los puebla. Siempre planeando, siempre maquinando una nueva estrategia para ir un paso por delante de sus competidores.
Será tu proveedor de licor, drogas y mujeres si las puedes pagar, pero te clavará un cuchillo en las entrañas si te atreves a cuestionar su autoridad. Porque él es Deadwood y Deadwood es él.

Tras esta breve introducción en la que he dado rienda suelta a mi pasión por el extraordinario personaje de Al Swearengen, brillantemente interpretado por el gran Ian McShane, pasaré a describir brevemente las numerosas virtudes de esta serie, que cómo no, firma la HBO.

Todo en ella es destacable. Desde sus elaborados guiones hasta su sólido plantel de personajes (muchos de ellos extraídos de la Historia), pasando por una muy conseguida y eficaz ambientación, fidedigna al Deadwood real, que consigue transmite verdad en todo momento.

Tenía esta serie todos los ingredientes para alcanzar la gloria, pero un anti climático y abrupto final, además de algún personaje huérfano de propósito (Jane Canary AKA “Calamity Jane”) impidieron su consagración final.

Con todo, la serie es excelente y recompensa con creces al espectador que con buen criterio decide verla.
Puede decirse que una nueva estrella brilla en el firmamento del Western.