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Voto de Koyaanisqatsi:
10
Drama Rumanía, 1987: el país se encuentra bajo el férreo régimen comunista de Ceaușescu. Otilia y Gabita son estudiantes y comparten habitación en una residencia. Gabita está embarazada, pero no quiere tenerlo. Las jóvenes acuerdan un encuentro con un tal Mr. Bebe para que le practique un aborto ilegal en la habitación de un hotel. (FILMAFFINITY)
8 de abril de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El título de la película parece que hace apología, más que al tiempo de embarazo, al tiempo que tarda en salir una buena película, o sin más, una película en mayúsculas, lo que viene llamándose en el mundo del arte 'cine', y pongo 'cine' entre comillas porque no es lo mismo una 'película' -como esta sobre la cual escribo-, que uno de esos productos hechos en Hollywood con presupuestos de 400 millones de dólares, donde el 90% se rueda en una pared verde, con hombres y mujeres que creen hacerse llamar 'actores' y donde lo vacuo, lo superficial y el efectismo es lo único que pueden ofrecer.

'4 meses, 3 semanas, 2 días' es el culmen de lo que supuso el 'boom' del cine rumano, la última nueva ola o movimiento cinematográfico que se puso de moda en los circuitos cinéfilos y gafapásticos. Si hace unos años lo que se destilaba era el cine iraní, nórdico o surcoreano, ahora lo que está de moda es el cine rumano. Parece como si de la noche a la mañana, a raíz de una sola película, haya surgido tanto interés -tanto en crítica como en espectadores- por un tipo de cine que lleva desde que empezamos el nuevo milenio derrochando un talento como pocos quedan actualmente en el mundo del cine. Esa es una gran noticia, lo malo es que haya tenido que ser a través de una estúpida moda neo-moderna para que se haya podido dar a conocer a nivel mundial.

La obra de Cristian Mungiu ha generado opiniones de todo tipo, pero lo que es innegable -independientemente de los gustos de cada uno- es que el cineasta rumano ha creado -en opinión de quien escribe esto- la que posiblemente sea una de las mejores películas de lo que llevamos de siglo, una obra completamente austera, un producto 100% artesanal, una hostia emocional que remueve los sentidos y que sienta como un jarro de agua fría. Podría escribir una extensa lista enumerando todos las sensaciones y efectos que es capaz de transmitir esta película, pero lo dejaré en lo ya escrito pues cada uno debe experimentar por sí mismo las impresiones que sienta de forma individual.

De entre las diferentes prohibiciones o delitos que imperaban en Rumania en los años ochenta durante la dictadura Ceausescu -así como en todos los regímenes comunistas de Europa-, el tema del aborto es sin duda uno de los más morbosos, pero también de los menos retratados en el cine, al menos no de una manera tan comprometida y realista como acontece en la presente cinta, mostrando los miedos, riesgos, métodos y consecuencias que supone dicha decisión, todo representado de tal modo que no dejará indiferente a nadie.

Las interpretaciones de todo el reparto son tan reales que uno se pregunta si en algún momento nos han metido un chip en la cabeza y estamos viviendo en tiempo un real una historia que se nos quiere mostrar y en la que nosotros somos un personaje más, un fantasma que lo ve y siente todo cuanto ocurre, siguiendo los pasos de Otilia (Anamaria Marinca), Gabita (Laura Vasiliu), y sintiendo temor por el Sr. Bebe (Vlad Ivanov). Sin palabras.

Cristian Mungiu en su segundo largometraje hace un uso magistral de la cámara, como si conociera el lenguaje cinematográfico a la perfección y llevara haciendo películas toda la vida, llegando a sorprender tanto al espectador más curioso como al más escéptico. A destacar el admirable uso de las elipsis y los numerosos planos secuencia, algunos de gran duración, con un ritmo perfectamente equilibrado. Mungiu incluso se ocupa de dar vida a la banda sonora del film: el silencio, el maravilloso e infravalorado silencio. Hacer del silencio la música de una película es sin duda una de las tareas más arduas y espinosas con las que puede enfrentarse un director, y casi siempre le saldrá mal, pues no todos tienen el don o el talento necesario para ello. Y así con toda una serie de enigmas que muchos directores -noveles o experimentados- jamás se aventurarían. Mungiu se atreve, lo hace, sabe hacerlo, él gana.
Koyaanisqatsi
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