La película entera es una obra de arte, sin desperdicio. Con la más absoluta austeridad de medios, Wilder consigue un resultado espectacular. No sé si es la mejor película de juicios, porque las hay excelentes; pero sí es una de las mejores de la Historia del cine, sin lugar a dudas. Es que lo tiene absolutamente todo; pero de entre todo, a destacar la elección y diección de los actores, que es perfecta, porque están todos perfectos. Laughton, que siempre sobreactúa (y no lo digo de manera peyorativa) es un monstruo de la escena que parece comerse al mundo y que cuando sale él en pantalla, acapara todas las miradas. Desde luego está de 10; pero es que la propia Marlene nos sorprende con una riqueza de matices inusuales en ella; y qué decir de Elsa Lanchester, que nunca estuvo mejor. Ahora bien, con todo, el que se lleva en mi humilde opinión el gato al agua es Tyrone Power. ¡Qué pedazo de actor! Con razón dijo en más de una ocasión el propio Laughton, quien le dirigió en varias obras teatrales, que nada tenía que envidiar Power del mismísimo Laurence Olivier. La verdad es que, siempre que los papeles se lo han permitido, ha dejado interpretaciones memorables; pero es que en este caso es imposible ajustarse mejor al personaje. Es el malo más simpático de la historia del cine. Qué pena que nos dejara tan pronto y nos privara de seguras maravillosas actuaciones como ésta. Así, a lo mejor, habría conseguido el Oscar honorífico de los tontos de la academia con noventa y tantos años. Yo, por mi parte, se lo doy a él y a todos los de esta película, con eterna gratitud.