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España España · bilbao
Voto de ernesto:
5
Drama En el Sur del planeta, el nivel de las aguas está subiendo vertiginosamente y todos los diques se hunden. Al mismo tiempo, los animales salvajes vuelven de sus tumbas. Esta es la historia de una niña de seis años que vive con su padre en un lugar aislado del mundo. (FILMAFFINITY)
26 de agosto de 2013
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Hace casi un año que vi por primera vez Bestias del sur salvaje en el Festival de San Sebastian. Era una tarde de domingo, después de comer, y tras haber caminado más de media hora bajo un sol de justicia tratando de encontrar el (alejado) cine en el que la proyectaban. La película me decepcionó mucho, pero pensé en aquel momento que el humor, las circunstancias y el sueño habían jugado un papel bastante negativo en todo ello. Posteriormente Bestias del sur salvaje acabaría siendo candidata a los Oscar mas importantes del año, con lo que mi sentimiento de culpa hacia ella se hizo mayor.
La he vuelto a ver ahora, tranquilamente sentado en el sofá de mi salón, sin sueño y de buen humor. Y las sensaciones han sido practicamente las mismas. Me resulta imposible conectar con el torrente poético con el que el novato director Benh Zeitlin satura la historia, y con las profundas reflexiones en off de la niña de seis años que la protagoniza.
Bestias del sur salvaje situa su historia al sur de los diques que protegen el continente de la invasión de las aguas. Practicamente en la indigencia, habita ese territorio, conocido como La Bañera, una comunidad de personas que viven en perfecta comunión con la salvaje naturaleza que les rodea. Entre ellos nuestra heroina, Hushpuppy, una niña de seis años que sola, junto a su enfermo padre, trata de sobrevivir en un lugar tan hostil como apasionante. La llegada de una gran tormenta amenaza con romper el frágil equilibrio de tan peculiar lugar (en la película no se menciona el estado de Louisiana ni el huracan Katrina, pero la relación es obvia).
La forma en que Hushpuppy percibe y asimila este universo, así como la relación con un padre que entrega su vida al lugar al que pertenece, son los ejes centrales de un relato que seguramente pretende abarcar mucho más de lo que he conseguido explicar en estar pocas líneas extraídas de entre las toneladas de lirismo que envuelven la historia.
Y es que ahí está el gran error del director y guionista Benh Zeitlin, y es que no sabe poner freno a la incontrolable verborrea poética que ahoga con lirismo de primero de prescolar las posibilidades de un relato que solo en algunos momentos consigue transmitir algunas punzadas de verdad que llegan directas al corazón.
Cuesta mucho tragarse la voz en off de Hushpuppy, lanzando al aire profundas reflexiones sobre nuestro lugar en el mundo, mientras sus fantásticas ensoñaciones se hacen dueñas de la pantalla de forma bastante torpe.
Obviamente la película también tiene aciertos. Hay imágenes poderosas, planos en los que, de forma muy puntual, el potencial poético del relato adquiere vida y llega a provocar fascinación. Hay una cría espontánea y preciosa, que llena la pantalla de furia y energía (no confundir esto con una interpretación merecedora de una candidatura al Oscar). Y hay, también, momentos de una sinceridad que traspasa la pantalla, miradas entre padre e hija hacia el final de la historia, que transmiten una emoción que no aparece en el resto de la película. Son, en cualquier caso, detalles demasiado puntuales para elevar el tono de una película que se sabe especial, y desde luego lo es, pero, desgraciadamente, esto no equivale a decir que sea buena.
ernesto
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