En estos últimos años el mundo de las series de televisión se está imponiendo en prestigio y popularidad casi al mismísimo cine. De Estados Unidos y Gran Bretaña llegan auténticas joyas de diferentes géneros para satisfacer las expectativas de todo tipo de público. Desgraciadamente la televisión española no ha conseguido ponerse a la altura y sigue anclada en los cliches y tópicos más rancios, aunque en numerosas ocasiones lo hace con éxito de público. Y cuando sale algún producto medianameente digno, siempre es a rebufo de algún éxito internacional. Es por eso que la emisión de la serie Crematorio, producida por Canal +, ha supuesto un pequeño oasis en el mediocre páramo que supone la ficción televisiva española.
La serie adapta una aclamada novela, que no conozco, del escritor Rafael Chirbes. Y para quienes la han leido resulta, además, un libro difícil de adaptar por su estructura, algo que, parecer ser, la serie ha resuelto con eficacia.
Crematorio se acerca a un asunto que en los últimos años ha llenado muchos minutos y páginas en los informativos y periódicos. La corrupción inmobiliaria en la costa del Mediterráneo ha sido la responsable de de algunos estragos urbanísticos más flagrantes de los últimos tiempos. Y Crematorio entra en el tema de forma bastante clarificadora, pese a que en algunos momentos la historia tenga que tomar decisiones menos rigurosas en favor de mantener viva la tensión dramática del relato.
Rubén Bertomeu es un constructor que tiene planificado levantar una urbanización de lujo en un lugar de la costa mediterránea. Para ello cuenta con la colaboración del concejal de urbanismo, una de sus personas de confianza, y de algún personaje de dudosa moralidad. Siendo ya muy joven empezó haciendo negocio con asuntos oscuros y al margen de la ley, y de esa forma ha llegado a levantar una considerable fortuna y a convertirse en uno de los principales empresarios de la zona. Con una mujer joven y atractiva, y una hija que no quiere ver más allá de su propia integridad, la vida de Bertomeu oscila entre el lujo más rancio y la mentira permanente y peligrosa. Pero al final, afortunadamente, no siempre ganan los malos.
La historia de Crematorio funciona muy bien y engancha, ya que además de la trama principal hay muchos personajes y subtramas paralelas todas ellas girando alrededor del personaje principal, que no solo no se anulan entre sí, sino que componen un entramado bastante sólido, pese a algunos, ya comentados, excesos dramáticos. De esta forma se llega a un capítulo final donde la historia culmina de forma potentisima.
Mucho menos atractivo me parece el trabajo de puesta en escena, que aunque se aleja de los clásicos tics de otras series españolas, no consigue estar a la altura de su notable historia. Son particularmente mediocres en ese sentido cada uno de los flash backs que relatan el pasasdo del protagonista.
(sigue sin spoiler)