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España España · bilbao
Voto de ernesto:
7
Comedia A pesar de tenerlo todo, J. (Sbaraglia) está bajo los efectos de una gran depresión. En cambio, E. (Fernández), que no posee más que un gato, vive apaciblemente a pesar de haber tenido que volver a casa de su madre. S. (Cámara) intenta volver con su mujer (Segura) dos años después de su ruptura. G. (Darín) recurre a los ansiolíticos para intentar comprender por qué su mujer tiene una aventura. P. (Noriega) pretende seducir a una ... [+]
6 de julio de 2014
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es Cesc Gay de los directores más mediáticos y publicitados de este país, y, en cambio, y a falta de ver sus películas Hotel room y V.O.S, seguramente Gay sea de los directores más estimulantes y con una de las filmografías (breve todavía) más regulares y consecuentes del cine actual. La frescura de Krampack contrasta con la madurez y la serenidad de En la ciudad y Ficción y, en cambio, las tres son el resultado de una forma de entender el cine absolutamente coherente. Películas sobre personas pensadas para personas. Seguramente esta última frase suene bastante ridícula, pero yo ya me entiendo.
Con Una pistola en cada mano Cesc Gay lleva al extremo la película coral sobre las relaciones humanas que hizo con En la ciudad, y, ya directamente, dirige una película formada por diferentes historias que transcurren de forma sucesiva, y cuyos personajes solo se encuentran en la secuencia final, tratando de dar cierto sentido a todo lo visto hasta entonces aunque en esta ocasión eso no hubiera sido necesario.
Aunque las cinco historias, escritas por el propio director, tienen entidad propia, existe un nexo común en todas ellas que es el retrato más o menos ácido, más o menos cariñoso, más o menos crítico de ese hombre, que llegada la cuarentena descubre que la vida, las relaciones y las mujeres, no eran tan fáciles de afrontar como uno se pensaba. Con elegancia, sensibilidad, alguna obviedad, algún subrayado y un buen grupo de actores y actrices, Cesc Gay consigue dar un visión bastante completa de un tipo de hombre, hay que reconocer que bastante concreto, con el que algunos ya podemos ir empezando a identificarnos. Y eso, aunque lo disimulemos, duele.
Dos viejos conocidos que tras años sin verse se encuentran en un portal. Un perdedor y un aparente triunfador. Pero tienen más en común de lo que creen.
Un hombre separado que, tratando de llevar una relación civilizada con su exmujer, ve como su vida es una colección de recuerdos mientras que la de ella es un proyecto de futuro.
Siguiendo a su mujer un hombre descubre que ella tiene un amante. Desconcertado y confundido le cuenta su historia a un desconocido en un parque.
Aprovechando una fiesta en el trabajo, un tío, comprometido y serio, decide lanzarse a por una compañera de fácil acceso, cree él. El rejonazo que le mete ella será de campeonato.
Por último dos amigos de toda la vida conversan cada uno con la pareja del otro. Tantos años de amistad para comprobar que no se conocen, que su relación es puramente superficial.
Son cinco relatos independientes y no todos fluyen con la misma naturalidad. En ese sentido tal vez sean los dos primeros los que mejor funcionan, ya que la sencillez de su desarrollo no esta supeditada al giro brillante de guion que remata el tercero y el cuarto por ejemplo.
Por otra parte es curioso comprobar como el relato que se desarrolla en una oficina y que tiene el desarrollo, en principio, más obvio, es seguramente el que más se recuerda y el que mejor funciona entre el público. Un mérito que en gran parte pertenece a sus dos protagonistas Eduardo Noriega y una deliciosa Candela Peña.
Por otra parte es de admirar la sutileza de otras situaciones, como el excelente remate a la última historia, donde ese plano de los dos amigos esperando al ascensor, resume de manera admirable toda la historia.
Tal vez el que menos me guste sea el relato que transcurre en el parque, y es que se le ve venir desde lejos, y posiblemente sea el más forzado de los cinco.
Como es bastante habitual en las películas formadas por diferentes episodios la irregularidad en casi inevitable, pero el sabor de boca final es más que agradable, divertido y cercano. Cesc Gay retrata las miserias de los hombres pero lo hace sin hacer sangre. Nos pone un espejo, sí, pero afortunadamente no es deformante. Nos refleja tal y como somos, que ya es bastante.
ernesto
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