De Niro y Pacino se empecinan en confirmar su declive. Aquí, en concreto, Michael Corleone y Travis Bickle se transmutan en una versión policiaca del Dúo Sacapuntas y perpetran un mediocrísimo thriller, calamitosamente articulado, plagado de tópicos y alardes humorísticos que bordean el síndrome de Down y, como colofón, rematado con uno de los finales más desaforadamente tramposos e imposibles que recuerde.

La pestilencia fascista de la película tampoco ayuda a admirarla, ciertamente.

Pacino, en alguna que otra milésima de segundo, parece querer recuperar en parte algún levísimo destello de lo que fue, en cambio De Niro, cómicamente hinchado y sobreactuado, disparando un revólver en chándal, se destapa ya definitivamente como el mayor humorista involuntario de la actualidad.

Curiosamente, todo este alarde de lindezas provocan que la película sea precaria, pero no excesivamente aburrida, lo que supongo que ya es algo.

Por lo demás, melancolía y tristeza infinita, infinita, infinita...