Mediocrísima.

Tenía esperanzas depositadas en esta película, disfruté bastante a Fincher en los 90's y tenía ganas de congraciarme con él después de las sendas decepciones sufridas con La Habitación Del Pánico y con Zodiac, pero este tipo me lo sigue poniendo difícil.

Afirmar, como afirmo, que lo mejor de la función es el maquillaje ya es toda una declaración de principios.

Incluso una desagradable metáfora.

Porque la película se articula en torno a un guión terriblemente discreto en comparación con lo atractivo de su premisa. Y ese manto de bonitas imágenes y empalagosa puesta en escena que trata de embellecerlo lo que hace es, en mi opinión, herirlo de muerte.

Fincher siempre ha sido un cineasta con un fuerte vigor visual, de acuerdo. Pero la forma que tiene de ensimismarse, de gustarse, de regodearse en esta ocasión clama al cielo, por no hablar del cargante tono mesiánico y trascendental que imprime y de algunas secuencias que parecen spots de Evax Ausonia o de Ikea.

La película se sostiene mínimamente por la originalidad de la historia, y la verdad es que Blanchett y Pitt cumplen, pero de un tipo que me ha regalado El Club De La Lucha y, especialmente, la inmensa Seven espero mucho más.

David Fincher.

Otro que se va, se va por el barranquillo.