Cuando en 1.992 Clint Eastwood realizó la maravillosa "Sin perdón", a la que siguieron las no menos prodigiosas "Un mundo perfecto" y "Los puentes de Madison", aquellos que ya nos habíamos rendido a sus historias con la muy recomendable "Bird", vimos nuestras esperanzas frustradas durante siete u ocho largos años en los que el director estuvo dando bandanzos con películas mediocres y menores ("Deuda de sangre", "Poder absoluto", "Ejecución inminente", "Space cowboys"...), hasta que, por fin, retomó su senda perdida con "Mystic River" y el filme que ahora nos ocupa, y que -no he visto "Invictus" ni el díptico sobre la II Guerra Mundial-, mantuvo después con esas dos maravillas que rodó en 2.008.

Resulta notorio como un hombre de ideas republicanas como es este director, está realizando, dentro de la industria de Hollywood, las películas más liberales y menos conservadoras de los últimos años. Con "Million Dollar Baby" se embarcó en un filme que iba a chocar frontalmente con la retrógrada sociedad estadounidense, por los valores que defiende, y que Eastwood afronta con valentía y sinceridad, creando una emotiva historia de amor, retratada con una clase y elegancia que pocos o ningún realizador actual podría igualar, y que le enmarcan como el último director clásico vivo.

Es esta la obra de un genio, arropado en su labor por las intensas y desgarradoras interpretaciones de una enorme Hilary Swank y del mejor Freeman; en el apartado técnico, merece destacarse la extraordinaria, en su sencillez, banda sonora que el propio Eastwood crea para su película.

Una gran cinta, una filme imprescindible.