127/09(15/07/13) Insustancial thriller sueco, la vuelta a su patria del irregular realizador Lasse Hallström después de 25 años, donde se hizo un lugar con los videos de ABBA, ha supuesto un chasco por la intrascendencia de su trabajo, quizás tenía ganas de trabajar con su esposa después de 13 años, desde ‘Chocolat’ no lo hacía, podría haberse esforzado en darle una mejor plataforma. Baste con decir que lo único reseñable es su extraordinaria atmósfera, muy por encima de su letárgico desarrollo.
Arranca en Estocolmo con la salvaje matanza de una familia, han acuchillado mortalmente al padre en el instituto, a la madre, a una hija y milagrosamente ha quedado herido grave el hijo de 15 años, Josef (inane Jonathan Bokman), queda en el hospital en estado de semi-coma. El agente de policia, Joona Linna (correcto Tobias Zilliacus), que se hace cargo del caso recluta a Erik (correcto Mikael Persbrandt ), un psiquiatra para que intente hipnotizar a Erik a ver si así le cuenta lo que ocurrió, esto provocará que la familia de Erik, su esposa Simone (buena Lena Olin) y su hijo se pongan en peligro.
Las novelas de género noir escandinavas están de moda, así como desde el éxito de la adaptación de la saga ‘Millennium’ sus versiones fílmicas. Aquí el guionista Paolo Varcica adapta un best-seller de Lars Kepler, pseudónimo del matrimonio sueco Alexandra Coelho Ahndoril y Alexander, y les ha quedado un producto carente de profundidad, nulo en calado, cero en originalidad, letárgica en su evolución, se hace pesadísima, larga como el video de la boda de un primo lejano, tropieza en multitud de estereotipos, no sabe ser imprevisible, hay cosas que se ven de lejos (spoiler), hay datos innecesarios que te los redunda y otros están mal expuestos, la tensión y la intriga se pierden en un océano de lentitud rítmica, visita lugares comunes de este subgénero sueco, a saber, una sociedad superficial idealizada que esconde secretos que la corrompen. El increscendo dramático es torpón y forzado, ello en pos de un final sugestivo pero muy chirriante en sus componentes.

Lo único reseñable es su excelente ambientación, sobresaliendo el gran trabajo en la fotografía de Mattias Montero, transmitiéndonos el gélido frío, con hermosas tomas aéreas, con tonos apagados y sombríos cercanos al género terror, emitiendo con luz tenue soledad y podredumbre moral, esto ensalzado por la sugestiva música de Oscar Folgelström.

En conjunto un olvidable thriller, dos horas pesadas y que nada me han aportado.